sábado, 22 de febrero de 2014

LAS COPAS

A la punta del corrión
manotié y puse la pata
al borde’e  l’argolla chata
de la cincha, y un tirón!
El cuero con el cinchón,
dos güeltas, que no se note,
con la mano en el cogote
pa’ montarlo lo malcorno;
baila el pabilo de adorno
marcando el compas del trote.

Cuatro tranqueras de arriba
y pa’ seis hay que bajarse,
basta algo de maña darse
por si el vecino se aviva.
La pata de güelta estriba,
se va hasta el tuse la pera.
Hay un ansia bolichera
que manda galope largo:
una semana de amargo
con el cuzco en la matera.

Imaginando el bailongo
el recao es una hamaca
que me pone y que me saca
los nervios en el mondongo.
Dentro al monte, bajo y pongo
a las patas la manea.
Boliche, linda ralea,
los pioncitos de una tropa
bajando copa tras copa
prosiando, mansa tarea.

Los codos al mostrador,
cargosiando alguna mosca,
cigarro en la mano tosca
y cumbia en el transistor.
Otra güelta!! por favor
y… termine compañero!
-Sujete que va ligero.
-Deme un gancia con limón.
(Y la noche es un montón
de silencios y de teros).

Uno ni cuenta se da
cuando el mareo le gana,
fantasiando con macanas
escondiendo la verdá.
El más allá, más acá,
lo trajeron, me parece…
el sueño, bulla que crece
y vino hasta en las bombachas,
boliche que no despacha
y lunes que no amanece.

Mediodía sin memoria
le saca el bulto al reproche
(quien sabe ayer a la noche
como terminó la historia).
Amistá, risas y euforias
son, vinacho, tus vaivenes.
El mostrador entretiene
y nos enloquece, cuando
uno se duerme soñando
con el domingo que viene.

Versos de Pablo Díaz

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