sábado, 17 de febrero de 2018

ALPILLERA


1
Hoy yo te canto alpillera
que serviste pa’ todo uso.
¿Qué fue lo que no se puso
en una bolsa cualquiera?
Aunque viniste de ajuera
para embolsar los cereales,
tus servicios fueron tales
que hoy decirte necesito
que ocupás un lugarcito
en las cosas nacionales.
2
Recorriste todo el mapa
y juistes en éste páis,
cincha y maleta pa’l máiz
y en la sacada de papa.
Pa’l apero juiste tapa
y se te uso pa’l candil,
juistes bajera y mandil
y pa’ llevar una res,
te he visto más de una vez
tendida sobre un cuadril.
3
Juiste hermana del mendigo,
su limosna en vos ponía
y, si la noche era fría,
vos le serviste de abrigo.
El linyera fue tu amigo
porque sin vos no era nada
y al salir de la ranchada
con vos el mono cuadró,
de vagallera te usó,
de colchón y de frazada.
4
Vos limpiaste la parrilla,
diste güelta el asador
y tapastes el motor
de la vieja cortitrilla.
Se te puso de almohadilla
pa’l pecho de un animal.
Vos serviste de morral
y en las quintas, de espantajos
y para muchos trabajos
te usaron de delantal.
5
Te ponían sobre el asiento
a veces en el arao,
y bajo el carro parao
juiste reparo pa’l viento;
por áhi en un campamento
te usaron de servilleta.
Pa’l monte juiste carpeta,
pa’ los dados silenciosa
y nunca se usó otra cosa
pa’ir a buscar la galleta.
6
Con vos tapaban el chancho
mientras que se lo pelaba,
y colgada se te usaba
como puerta de algún rancho.
Apagastes en el ancho
pajonal la quemazón.
Vos serviste de tapón
pa’l hormiguero de un vaso,
de media y de cielorraso
y pa’ forrar un jamón.
7
A veces te utilizaron
como vaina pa’l cuchillo
y a falta de cojinillo
pa’ andar en pelo te usaron;
con gallinas te ocuparon
aquellos que las vendían
y adentro tuyo metían
hasta el pavo más grandote
y pa’ que saque el cogote
un aujerito te hacían.
8
Juiste camita pa’l perro
arrolladito y temblando
y te manotiaron cuando
estaba caliente un fierro.
También afirmo y no le erro
que una piedra en la pelea,
si entre una bolsa se emplea
es terrible porque engaña
y esquilando en la campaña
te usaban como manea.
9
Dándole tiempo a que cobre
si tenía suerte un domingo,
juiste la tapa del pingo
de algún carrerista pobre.
El changa te puso sobre
la espalda después del pique,
y pa’ que naides critique
en la mayor humildá
salvaste la intimidá
con hechura de tabique.
10
El alambrador te tuvo
pa’ llevar las herramientas
y en cosechadoras lentas
juiste sombrilla que anduvo.
Vos le limpiastes el tubo
a las lámparas de ayer
y pa’ llamarlo a comer
el arador con  su yunta
de una alta caña en la punta
siempre te sabían poner.
11
Al cielo te remontaste
de un barrilete en la cola
y en la punta de una piola
la carne al pozo bajaste.
Pa’ la labor te prestaste
de punto cruz en la escuela.
Te pusieron de entretela
pa’l saco de algún pueblero
y hasta te usó el guitarrero
pa’ funda de su vigüela.
12
Pa’ hacer fuego a la mañana
siempre te usaron de mecha
y en el tiempo de cosecha
pa’ forrar la damajuana.
Juiste lienzo pa’ la lana
y pa’ una rueda remojo.
Vos le tapastes el ojo
al chúcaro más sin yel
y serviste de mantel
pa’ comer en el rastrojo.
13
Se fueron ‘los pugilistas’
por el tablón del olvido
y vos tampoco has querido
vivir sin esos artistas.
Aquellos malabaristas
que te llamaban ‘la baya’…
A veces pienso: ¡amalaya!
volviera a ver por un rato,
ninque sea en un barato,
personajes de esa laya.
14
Hoy todo el mundo te añora,
bolsa de los caminantes;
tanto el que quiere lo de antes
o el que quiere lo de ahora.
Porque juiste bienhechora
y en esto no hay desacuerdos
aunque ya con tranco lerdos
he llegao a este lugar
y aquí me puse a vaciar
la bolsa de los recuerdos.

Versos de Luis Domingo Berho

viernes, 16 de febrero de 2018

AL TAÑIDO DEL CENCERRO


Tomamos las 26 décimas de este verso del ejemplar N° 289 de la Revista "La Carreta" (Avellaneda).
Es fácil de verificar que carece de puntuación, como también de unificación de criterio en determinadas expresiones (de pronto se dice 'sosegao', y por ahí nomás 'rezagau').
Valga lo transcripto hasta que encontremos una versión más prolija.
Creemos que es un verso que vale conocer, sobre todo por quien fue su autor, "El Patriarca de los Gauchos".
                                                C.R.R.
1
De sol a sol galopando,
en mis camperas andanzas
aprendí las enseñanzas
que la huella me jué dando
y a medida que juí ahondando
el alma de mis baguales
vide que hay muchos más males
en la humana condición
al comprender la lección
que nos dan los animales.
2
El ser humano se cree
el animal superior
y puede qu’esté en error
tenerse tamaña fe
los misterios del por qué?
naides lo sabe a concencia
ni jamás podrá la cencia
decifrar el laberinto
si es mejor vivir a instinto
o vivir a inteligencia.
3
Cuando salgo a tropillar
con mis overos y bayos
como chicos mis caballos
se largan a retozar
mas si se empieza’alejar
la querencia preferida
como a señal convenida
s’entablan como hermanitos
y ansí marchan serenitos
por la huella de la vida.
4
La nobleza es condición
esencial del yeguarizo
es amoroso y sumiso
con el humano patrón
asustado es un ciclón
que no respeta barrera
y el que dominarlo quiera
con pasensia y suavidad
tuito lo conseguirá
si usa este modo y manera.
5
“Pena” se llama la “oscura”
madrina de mi tropilla
andariega como ardilla
y donosa en su figura
en la huella no se apura
ni se deja aventajar
como fiera entra a mojar
sus oreja’a los intrusos
hasta desfilar los chuzos
como cuentas de un collar.
6
Mi chiflido es como rienda
que la endilga y la sujeta
con solo un silbo se aquieta
como una mimosa prenda
y aunque la manea desprenda
nunca atina a disparar
dándome tiempo a montar
el más pronto aligerao
que ha de quedar sosegao
como santo en un altar.
7
Se celan por disputarse
el amor de la madrina
y para el lao que camina
porfían por atracarse
y no hacen más qu’estorbarse
por aparearse a la par
mas después de largo andar
amagando tarascones
establecen posiciones
que no han de modificar.
8
Mesmo entre los animales
domina el más prepotente
y el más bravo para el diente
se impone por sus cabales
si alguno de los baguales
intenta a otros vandear
ve dos patas levantar
como diciéndole el gesto:
“Camina a ocupar tu puesto
y dejate de embromar”.
9
Al llegar a un arroyito
entran recelando el barro
mientras que pito un cigarro
para dar un resuellito
me apeo y como un perrito
se viene el más regalón
como diciendo: “Patrón,
vengo buscando cariño
para que mi alma de niño
cobre guapeza de león”.
10
El que’s gaucho cuando arrea
va con atención prolija
y en los detalles se fija
por más mezquino que sea
no es raro que sepa y vea
al flete que se ha enfermau
si al trote despatarrau
va a los pujos y mosquiadas
con las orejas volcadas
en la cola rezagau.
11
A un charquito hay que arrimarlo
o echarlo a un corral de oveja
y hasta que orine lo deja
que’s cencia para curarlo
de la puntita del marlo
la cerda le arrancará
sus riñones palmeará
después de buena sangría
y verá con alegría
que su pingo sanará.
12
Hay que sujetar tranqueando
a las tranqueras que llega
para arrocinar la yegua
a no salir disparando
tranquilo podrá ir cinchando
sin andar con apurones
que siempre los mancarrones
se enloquecen de impacencia
cuando rumbo a la querencia
divisan las poblaciones.
13
En campo abierto o camino
el que ha resereao lo sabe
que la madrina es la llave
para llegar a un destino
hay que confiar en el tino
que’lla tiene pa’ rumbear
y el que se llegue a extraviar
en noche oscura o nieblina
siga el rumbo’e la madrina
que a las casas irá a dar.
14
Entre cerros o llanura
suelte su pingo confiao
que caballo amadrinao
con otro no se mistura
y en la noche más escura
a la tropilla sin yerro
la rastreará como perro
sin que lo engañe el oído
descubriendo en el tañido
el sonar de su cencerro.
15
Póngalo de cara al viento
si resuello quiere dar
la cincha debe aflojar
y con más brío y aliento
verá su pingo contento
pero en los días ventosos
cuidado con los nerviosos
y extreme las precauciones
que hasta los mesmos sobones
se embravecen de fogozos.
16
El manso hay que atar primero
y el arisco atar después,
pero aplíquelo al revés
este consejo campero
para desatar certero
no olvidando la lección
qu’esta falta’e precaución
puede tenerlo apurao
deje el mansito enganchau
y desate el ariscón.
17
Observándola tranquear
a una yegua con su cría
hasta el sexo se podría
del potrillo adivinar
la hembrita marcha a la par
o prendida a los garrones
los machos más cimarrones
encabritan su postura
como un grito de bravura:
de adelante los varones.
18
Ningún gaucho que se estime
anda en caballos matau
porque se esmera en cuidau
para que no se lastime
la cincha suave le oprime
si desvastado no está
y aguza prolijidad
con las jergas por blanduras
que sentarse en mataduras
es una infame crueldad.
19
Dende al alba tuito el día
sin el caballo mudar
muchos pingos vi guapiar
trabajados con maestría
y ansí el gaucho se lucía
demostrando su proeza
sin cometer la torpeza
de los tantos chapetones
que hoy matan los mancarrones
a golpes por la cabeza.
20
Basta mirarle el montau
la vestimenta, el apero
para que el juicio certero
de un hombre quede formau
si es mugriento y si es dejau
nada espere de su ruina
es un muerto que camina
y al ver su alma despreciada
como no halla amor en nada
solo maldades maquina.
21
El maturrango y chambón
dende lejo’es conocido
siempre el caballo exigido
lo acosa a lonja y talón
no le da alce una ocasión
aunque lo vea reventar
ignora que maltratar
a un pingo con el rebenque
es convertir en palenque
el chuzo más ejemplar.
22
El animal garroteau
ve en el hombre un enemigo
y jamás ya, se hace amigo
porque queda resabiau
el potro que’s amansau
a palos de redomón
será maniero y cansón
y el día que apurao esté
lo habrá de dejar d’apie
aunque lo clave a talón.
23
Hay que embromarse aparcero
y dar las extraordinarias
pa’ tratar con maquinarias
no hay como el hombre extranjero
mas no lo meta a resero
que al ñudo son los candiales
será para peor de males
que usté le dé el mejor pingo
no hay ser más torpe que el gringo
pa’ lidiar con animales.
24
Bajo el gran templo pampeano
que se extiende al infinito
moría el eco del grito
con mi oración de baquiano
sumido en profundo arcano
pensaba en la humanidad
que alardea su falsedad
de estarnos civilizando
mientras al mundo sangrando
lo enluta con su impiedad.
25
Y entre el polvo del camino
que envolvía mi existencia
rumiaba amarga experiencia
de nuestro humano destino
leyendo el libro divino
de la natura sagrada
vi más Dios en la mirada
de las bestias con el don
de saber por intuición
qu’en la vida ‘somos nada’.
26
Salí como a recorrer
el campo, y la vista extiendo
queda mucho lo comprendo
que investigar y aprender
di'un tirón no puede ser
qu’explaye mi observación
voy atracarme a un jogón
para liar otro embuchao
y aquí sofreno el montao
de mi gaucha inspiración.

Versos de Santiago H. Rocca
                      (1881 / 1966)

martes, 13 de febrero de 2018

LA TROPILLA DE BARBOSA


En la esquina de Liceaga
que’s una esquina’e reseros,
vi tropilla y parejeros
de cuanto gaucho llegaba;
unos venían por la taba,
otros por oír cantar
y muchos para tomar
algunos tragos de caña,
esa inolvidable maña
para el vicio despuntar.

Entre las tantas tropillas
que vide en ese lugar
una les viá a detallar:
pingos flores, maravillas,
redondo como bolillas,
no hay desecho ni mañero;
su dueño, es un resero,
un tal Juvenal Barbosa,
que trabaja’e cualquier cosa
¡linda planta de surero!

Mansa como un perro viejo
va adelante la madrina,
chiquita, criolla, muy fina
y es de pelaje “azulejo”;
badajea bien parejo
el cencerro al caminar,
un “moro” le va a la par,
le sigue un “aporotao”,
relincha un “bayo encerao”
y un “pampa” dentra a trotar.

Un “oscurito” macuco
de la marca’e los Piovano,
ligero de pata y mano
dispara como un trabuco;
el “palomo” es pa’ un retruco,
no he visto de más valor,
corajudo y pechador
es de atropellar de a un ciento…
Pa’ mi, no ha empujao el viento
otra tropilla mejor.

Versos de Francisco "Pancho" Gandola

viernes, 9 de febrero de 2018

LA ESPERA DE UN JINETE


A veces lo he oservau
en una fiesta campera
cuando un jinete espera
en los estribos sentau;
con un amigo ha charlau
del pingo que le tocó…
“-Es aquel que monté yo
(le dice su compañero),
mirá que es medio vueltero
a mi esa vez… me sacó.”

Al que anima le pregunta
por dónde va la planilla
y ladiando una mejilla
un pasto tierno despunta;
las espuelas tiene junta
dispuestas para calzar,
sus tientos hace enredar
en los dedos de una mano
y un rebenquito liviano
pa’ lucirse al revolear.

Se acomoda el sombrero
y lo asegura prolijo
atando fuerte el barbijo
como de frente al ‘pampero’;
en su instinto señero
todas las cartas baraja
y ajustándose la faja
un mano a mano ha jugau
con un taita reservau
que puede andar… o lo baja.

“No se las calza cualquiera”
dice un refrán conocido
pero él está convencido
de bota’e potro surera;
en esa imagen campera
se lo ve conversador
y tiene especial valor
lo que luce en la cintura
que’s herencia en su figura
la rastra y el tirador.

Debe tener las tensiones
del compromiso asumido
y está bien convencido
creyendo en sus condiciones,
con mucha fe en los garrones
él se juega por el llano,
en su andar se hace baquiano
pa’ lo que pueda ir logrando
y en la familia pensando
volver a la casa sano.

Lo nombra el animador
y un palenque es su destino,
enderieza ese camino
queriendo ser el mejor,
saluda’un apadrinador
que le queda a la pasada,
la suerte ya casi echada
porque se acorta ese viaje…
y entra a tallar el coraje
de un hombre en la jineteada.

Versos de Carlos Daniel Líneas


                                          

miércoles, 7 de febrero de 2018

L'ALBORADA

La sombra como asustada
se escondió entre el pajonal,
esquivándosele  al pial
que le tiró l’alborada;
en un charco reflejada
se miró la última estrella
y al verla plateada y bella
a l’agua de la laguna
parecía que la luna
se estaba bañando en ella.

El lucero’e la mañana
se perdió rumbo al poniente,
y el sol asomó su frente,
roja, ardiente, soberana;
sus vivos tintes de grana
cargó en unos nubarrones:
en los camperos fogones
quedó solo el bracerío
e hinchando su lomo el río
se hundió en unos cañadones.

Volvió el bullicio y asombra
al quebrar con gran derroche
el silencio de la noche
que huyó junto con la sombra;
sobre la mullida alfombra
que se tiende en la llanura,
ha engarzado con figura
el rocío, sus brillantes,
cual lagrimones de amantes
arrancaos por l’amargura.

Es la hora fresca y serena
en que la pena se olvida,
y amamos más a la vida
pues la sentimos más buena.
Y todo nos encadena
a las cosas de este suelo,
alcanzando un gran consuelo
pa’ la mayor aflición:
¡cómo si su bendición
nos la diera el Dios del cielo!

Versos de Bartolomé Rodolfo Aprile

sábado, 3 de febrero de 2018

MI SOMBRERO

Te dio forma un artesano
aplicando la sapiencia
con su pasmosa paciencia
y caricias de su mano.
Con tu copa de paisano
y tu muy negro color
supiste darme  el calor
que precisó mi cabeza,
y del ala, la tibieza
cuando un sol abrazador.

Cuántas veces me he mirao!
ayí en ese mismo espejo
y aunque cada vez más viejo
con vos me hayaba cambiao.
Es poco lo que te he usao
cuando anduve de pueblero
pero andando de campero
yo nunca te abandoné,
solo a veces te saqué
pa’un saludo placentero.

Siempre juiste bien tratao
y tras de cada jornada
en tu caja redondiada
panza’rriba a comodao…
que ya muy bien cepiyao
mi “patrona” te guardaba
y algunas veces t‘echaba
una bola’e naftalina
como protección, ansina
si algún bicho te acechaba.

Cuando sentao a comer
medio cerca te colgaba
ya que al pronto te’strañaba
y te volvía a poner.
Me ha gustao poderme ver
cuando el sol me ha retratao
y en mi sombra recortao
era en mostrarse primero,
¡la figura’e mi sombrero
pa’l lao derecho ladiao!

Versos de Agustín A. López

UNA GAUCHADA


Me atajaron los cuatro en la vereda
apenas me bajaba de la chata
donde tenía las sogas y los vicios
pues me volvía esa noche pa’ la estancia;
recién nomás había cargao los pingos
que ya volvían pa’l campo en una jaula
a cargo de Don Cosme, el mayordomo
que había hecho de jurao en la domada.

Eran tres mozos altos y barbudos
con esas ropas gringas y gastadas:
vaqueros sin color en las rodillas,
camisas con bolsillos en las mangas;
la gurisa era linda, fresca y rubia
con más trenzas que un juego ‘e cabezada,
un mameluco entero muy ceñido
le ajustaba los pechos y las ancas.

“-Pa’ donde queda el corso?”, me dijo uno
y largaron los tres la carcajada
mientras que la muchacha, en medio’e la vereda,
un remedo a malambo zapateaba.
Contesté socarrón: “-No se ande queda,
ustedes deben ser de una comparsa
cuando los vi venir sentí tristeza
por cuatro mascaritas extraviadas”.

Sentí enseguida que les dio vergüenza…
se les borró la risa de la cara,
y la vergüenza es mala consejera
cuando se tiene enfrente una muchacha.
“-¿Así que vos sos vivo? -me dijo uno
pasándome la mano por la cara-
conmigo no te hagas el Juan Moreira
que no vas a caber en la ambulancia!”.

Se me turbió la vista, el pensamiento
me transmitió el mandato de la raza,
se me corrió la mano a la cintura
en donde el verijero descansaba,
pero una luz más fuerte que la ofensa
me mañó el brazo, me amansó la rabia,
y el recuerdo de m’hijo, también mozo,
me cambió por perdón la puñalada.

“-No m’hijo, soy un hombre’e trabajo
-le contesté mirándolo a la cara-
Vivo en el campo y por lo tanto
uso bombachas, botas, corralera y rastra.
No ando estraviao del tiempo como piensan,
así vestimos hoy en la campaña
los hombres de esta tierra que nacimos
pa’l trabajo rural de las estancias.

Aunque estas son las pilchas del domingo
-pues normalmente, andamos de alpargatas
de sol a sol tratando de sacarle al suelo
las riquezas que otros gastan-,
a cualquier lao que voy vestido ansina
me identifican por las prendas gauchas
como hijo del país de las haciendas
y el granero del mundo que es la pampa…”.

Me miró el mozo más atentamente,
bajó los brazos, agachó la cara,
mientras los otros dos y la gurisa
ya casi con vergüenza me rodeaban.
Tras un silencio que se oyó en la calle
les dí las “¡buenas noches!” y la espalda.
Se miraron los cuatro y sin hablarse
agarraron el rumbo que llevaban.

No supo nunca el mozo, que este criollo
que luce en el bigote alguna cana
y dos ojos cansao de mirar lejos
en el rostro quemao por las heladas,
al perdonar su ofensa con nobleza,
al no escuchar las voces de la rabia,
al detener la mano en la cintura
…le había hecho sin querer… una gauchada!

Versos de Carlos López Terra (1936 / 2017)