viernes, 30 de agosto de 2013

LA POBREZA

Yo he vivido a la par de la pobreza
sin embargo le estoy agradecido
porque no es la ilusión ni la esperanza
pa’l que todo le sobra porque es rico.

Estando sucio’e  tierra solamente
con la conciencia limpia y con trabajo,
se puede ser muy rico simplemente
con un vaso de vino y un churrasco.

Yo no quiero un palacio con alfombras
-en su alero no cantan las calandrias-,
y en mi rancho quinchao de piso’e tierra
es más lindo escuchar una guitarra.

No le siente el sabor al vino en copa
quien no ha bebido el agua del arroyo
ni valora el fogón aquel que nunca
sintió el frío ganarse bajo el poncho.

Yo nunca renegué de mi pobreza
y siempre puse flores entre abrojos,
es muy lindo ganar cuando es difícil
y es muy triste perder… teniendo todo.
  
Versos de Guillermo R. Picone

jueves, 22 de agosto de 2013

SUSTO Y ORGULLO

“- Arreando una caballada
una vez por Santa Fe
un gran susto me pegué
que no lo olvido por nada.
En una calle cerrada
la tropa quedó segura
y eso hacía que con holgura
se pudiera descansar,
pues nadie debía rondar
en aquella noche oscura.

En un boliche que había
‘Las Cinco Esquinas’ llamado
por como estaba ubicado,
compré carne en ese día.
Con el hombre que me hacía
esa vuelta de ayudante
se hizo fuego en un instante,
la carne ahí nomás se asó
y cada uno pensó
descansar  lo más campante.

Para un lado mi aparcero
con su recado rumbeó,
y a lo oscuro, pronto yo
ya desparramé mi apero.
Pero ni bien compañero
sobre el mismo me tendí
haciendo fuerza sentí
que algo abajo se movía,
y como que pretendía
quererme sacar de allí.

Al compañero llamé
que ya roncando se oía,
y mis pilchas, ese día,
apurado levanté.
¡Allí mi sorpresa fue
cuando una víbora gruesa
ahí levantó la cabeza
y yo el rebenque amigazo
y de un par de garrotazos
la dejé al momento tiesa!

Había estado quietita
a lo oscuro allí enroscada
en una parte poceada
la tremenda viborita.
Cuando  eché cada pilchita
no hizo ningún corcoveo,
pero comenzó lo feo
cuando aquel bicho tranquilo
sintiendo encima mis kilos
empezó su forcejeo.

A esa lampalagua yo
no olvido hoy a los noventa”,
dice quien esto comenta
y que esa vez no durmió.
Con orgullo se lo vio
cuando decía ese anciano:
“- Mi rebenque, siempre a mano
con el cuchillo dejé,
¡pero nunca precisé
usarlos con un humano!
                              (29/01/2011)

Versos de Juan Carlos Artigas