viernes, 28 de octubre de 2011

SALIÉNDOSE DE LA VAINA

-Áhi anda Ciriaco Garro
desesperau por correr,
con el moro de “El Placer”
de tanta fama en Navarro;
mano a mano, amigo Marro,
le correría con mi “Guaso”,
pero, de plata ando escaso,
de no… ya estaba apostando
y se lo gano domando,
sin pegar ni un rebencazo.

-Pero si ese viejo, amigo,
es más charlatán que un loro
y ya lo tiene al tal moro
más seco que pasa de higo;
no halla rival o enemigo,
se vuelve pura parada,
gritando en forma taimada
y arrejau que lo acuchillen:
¡le corro al que desensillen
y hasta ande marquen llegada!

-Es que las otras mañanas
un güen cotejo le han dao
y fácil se lo ha ganao
al escuro ‘e los Maidanas;
y el patrón de “Las Marianas”
que se lo jué a relojiar,
como lo vido pasar
en güen tiempo los quinientos,
le ha hecho cráir que ni los vientos
se lo han de poder ganar.

-Yo le haría el gusto al viejo
con el tordillo ‘e Barbosa,
ya que no habla de otra cosa
que del moro y del cotejo;
y dispués, con mi azulejo
si sigue haciendo pata ancha,
le daría la revancha
pa’ que deje ‘e cacariar
y lo hago contra-cantar
todo el tiro de la cancha.

Versos de Charrúa

NI AMOR NI JUEGO

Jui regular pa’l cuchillo,
pa’l lazo, como de encargo,
pa’ los naipes muy amargo
y aquerenciao al lomillo.
Pero nada más sencillo
que’l juego ‘e taba encontrao;
pucha… si me tiene dao
en la vida tanto cobre;
que de bandido ando pobre
con la plata que he ganao.

Con mi tiro se pararon
los más crudos ‘copadores’,
y famosos clavadores
a mis manos se jugaron;
como a Dios me respetaron
en las canchas más mentadas
y, después de esas oladas
de arrear el último peso;
quedé barajando el güeso
al final de cien jugadas.

En la estancia “El Caburé”,
después de una gran cerdiada,
se había armao una tabiada
y de pasada llegué.
Mano a mano me atraqué
al resplandor de la luna,
las pilchas y una fortuna
le tuve a un indio ganadas.
Le eché veintidós clavadas
sin volcárseme ninguna.

Un medio de día de enero
que’l sol me venía quemando
encontré desensillando
la peonada de un tropero,
allí nomás el apero
a mi moro le bajé
y a jugar los convidé
-mientra’el churrasco se asaba-;
esa ocasión con la taba
ni sé cuánto levanté.

En la estancia “La Espadilla”,
a un moreno brasilero,
le gané todo el dinero,
el herraje y la tropilla;
y también, a un tal Bonilla
en la pulpería ‘e “Centenos”,
tabero bastante güeno,
aguantador y platudo;
lo largué medio desnudo
y en pelo sobre un ajeno.

Después, cuando con mi hermano
acarriabamos baguales
pa’ unos remates mensuales
allá en el pago entrerriano
llegó un amor soberano
toda mi vida a embargar,
de una hija de aquel lugar
de la gran tierra Argentina;
era una mujer divina
que nunca podré olvidar.

Más mi hermano, con pasión
se prendó de mi entrerriana
y en mi mente una idea insana
me espueliaba con razón;
véia en el humo traición
si pitaba ‘e su tabaco
o si me empinaba un taco
de su chifle de franquero;
en su facón caronero
o en su poncho calamaco.

A buenas nos arreglamos
-aunque nos sobran agallas-
y a siete pasos dos rayas
con los facones marcamos;
la “baya” los dos tanteamos,
tiró primero mi hermano,
iba a defender ufano
toda su dicha, talvez…
Y me la dejó a los pies
como puesta con la mano.

Yo también la barajé
con esperanza en el pecho,
adelanté el pie derecho,
agaché el brazo, y tiré…
La taba picó y se jué
como una cosa perdida;
si cuando la vi caída
me vino como un sudor…
Jué la parada mayor
que yo he perdido en mi vida.

Después, golví pa’ mi tierra
con alma y fe quebrantadas
y me hayao en cien jugadas
de boliche, trilla o yerra.
Pero en tal forma me aferra
el recuerdo, aquella amada,
que si caigo a una jugada
y por vicio el güeso piso:
cuando echo algo, siempre es liso
por más que pique a clavada.

Versos de Wenceslao Varela
                      (uruguayo)

jueves, 27 de octubre de 2011

SIEMPRE SE APRENDE

Hasta el lobuno he’nsillao
y se me larga a llover,
¡con lo que tengo que hacer
que tiempo más desgraciao!
Pero si Dios lo ha ordenao
le tendré que cabrestiar,
¡que me voy a retobar
si el cielo no tiene agujeros
donde meterle los dedos
pa’ que deje de gotear!

Aura si, con esta leña
y algunas charamusquitas,
mi viejo fogón palpita
y en calentarme se empeña;
de mi voluntá se adueña
las ganas de no hacer nada
y me ayuda la encordada
con que mi mano trompieza,
pa’ asujetar la tristeza
que viene de atropellada.

Ya que la tengo abrazada
tan mansa y tibia la siento
que casi me hayo contento
que el tiempo haga esta jugada;
en su música embretada
queda mi melancolía
y toda la vida mía
desfila de a remezones,
como si arriara en sus sones
las tristezas y alegrías.

El rencor o la amistá,
lo bueno como lo malo,
la mezquindá o el regalo,
el amor… la soledá…,
odio, perdón y piedá
se mezclan en el izquierdo,
y al rastriar, el tiempo lerdo
toda la vida empareja,
como pa’ tapar las quejas
que nacen de los recuerdos.

¿Me estaré poniendo viejo
que al sentimiento le aflojo?
Él me maneja a su antojo
y yo, dominar, lo dejo.
Estos recuerdos añejos
que el mal tiempo me ha traído,
casi los he bendecido
aunque en antes renegué,
por eso aura pienso que:
¡gracias a Dios, que ha llovido!

Versos de Omar Italiano

miércoles, 26 de octubre de 2011

MALAMBIANDO!

He sido malambiador
ayá en mis tiempos de mozo,
y enancao en el retozo
de un rasguido escarciador,
con mudanzas de mi flor
me lucía zapatiando.
Y si alguno desafiando
quería contrapuntiar
¡era capaz de pasar
una noche mudanciando!

Entonces, era puestero
en la estancia de un inglés;
yo cabayos, tenía tres,
uno de’yos parejero.
Y aunque pa’ jugar dinero
siempre he sido moderao,
güenos pesos he ganao,
y dispués de la cuadrera
alguna moza pueblera
su almiración me ha entregao.

Ha sido el mejor cabayo
que yo he tenido en mi vida;
me salvó de la partida
mi güen parejero bayo
un 25 de Mayo
creo… del año ‘70
cuando me cobré una cuenta
con el cabo del talero…
por él, del estaquiadero
pude librar la osamenta.

Un día vine a ganar
corriéndole a un forastero,
y más tarde el guitarrero
un malambo entró a rasguiar,
y ya me empecé a floriar,
el paisanaje aplaudió,
y el mozo aquel que perdió
me desafió a un contrapunto;
como yo acetara, al punto
frente mío se plantó.

“-¡Contra de su parejero
mi cinto, rastra y cuchiyo!”

Contesté en en tono senciyo:
¡El flete no, compañero!
“-¿No será que’l aparcero
tiene miedo de perder…?”

Yo sentí la sangre arder,
emprincipié a escobiyar
y entramos a mudanciar
cuasi hasta el amanecer.

Una mudanza sin par
con un esfuerzo machazo
con la pata ‘el lao del lazo
se la conseguí sacar,
pero del lao de montar
el caldo se jue’spesando,
me pialé, y trastaviyando
no la pude devolver…
ansí el flete jui a perder
¡y lo perdí malambiando!
                                    (12/12/1991)
Versos de Alberto Zárate
        "El Lujanero"

domingo, 16 de octubre de 2011

EL RANCHO

Tengo un rancho de totora…
ataperao por el tiempo,
tirao a un lao de la güeya
que lleva a Carmen de Areco.
Son de adobes las paredes,
de adobes son los cimientos,
y de tala, los horcones
y la cumbrera del techo;
y como no tuve paja
pa’ terminarle el alero,
y me faltó -entre otras cosas-
las ganas de hacerlo y tiempo…
cacé un puñao de ilusiones,
me agencié de algunos sueños,
los misturé con suspiros
y se los puse de alero.
Y pa’ que no me lo arranquen
el viento de los recuerdos,
lo afirme con cuatro cifras,
con estilos y con cielos.
Ansí levanté mi rancho,
ansí lo puse derecho:
a un costao de la güeya
que lleva a Carmen de Areco.
En él, no me falta nada
aunque no me sobra un cuero:
tengo güen horno, fogón,
y catre pa’ dos tengo hechos…
porque nunca me ha faltao
a quien arrimar los güesos;
¡privilegio de los sonsos
que somos corto de genio!
Varias cabezas de vaca
tengo pa’ hacerme de asiento,
y en las paredes: cencerros,
bolas, lazos y cabrestos,
encimeras y peguales
forman tuito el ornamento.
Y allá en un rincón… dormida
hasta que yo la despierto,
tengo una gaucha guitarra
que’s ¡pavada de instrumento!
Ni bien le pego un rasguido
parece que tiene adentro
cien zorzales encerraos
que se despiertan riyendo
y que juyen por las notas
cara al sol y pecho al viento.
De cuando en cuando,
uno de ellos, se para en el clavijero,
pa’ leer la cinta bordada
que una morocha le ha puesto
y dice: “Dolores Junes,
pa’ quien me ha robao el sueño”.

Todo eso tengo en el rancho…
y algo más que no me acuerdo.
En él son bien recibidos
amigos y forasteros;
los primeros por ser tales,
los segundos, por aquello
de que “en el rancho de un criollo
a naides le falta un cuero
en que tirarse una noche,
ni un pedazo de asao tierno,
ni un gollete a que prienderse
si no mezquina el garguero”.

Si pasa por él, mi amigo,
apeesé sin recelos,
va a entrar al rancho de un criollo
más servicial que’l yesquero;
es un rancho pobretón
pero adentro hay un entero.
Lo hallará al lao de la güeya
que lleva a Carmen de Areco.

Versos de Carlos María Cervetti

(La versión corresponde a la grabación efectuada por Alberto Merlo)

ROMANCE PARA MI MATE

Aparcero de la pava
amadrinao a mis callos,
afirmao a un trasfoguero
o en las patas de algún banco.
Como un sueño de visita
en la boca de un hallazgo,
en las manos de una moza
sos ausencia, charco y lazo.
Lazo pa’ pialar las charlas,
charco pa’ ahogar el cansancio.
Y ausencia para quedarse
como dormido en sus labios.
Y áhi andás como un siñuelo
si entropillo algún churrasco,
cruzando por el camino
la presencia de algún gaucho
te alzás en invitación:
“eche pie a tierra, paisano”.
Galopiao por los luceros
llevás el chasque de un trago,
si te apura un dormilón
o te revuelca un bellaco.
Curandero en cada yuyo
y rumbo en cada cigarro,
si habrás llevao pisotones
cuando te rastrió una mano
a flor de tierra en las llantas.
Si te habrás golpeao el casco
palanqueando en las bombillas
el recuerdo de otros labios,
ablandando un alunao
o riéndote de algún guapo
que simuló acomodarte
solo pa’ mirar pa’ abajo.

De tanto ejuagarte el pecho
y engrasarte en los descansos
quedaste marrón oscuro
pa’ hacer juego con los bastos.
Tenés una cicatriz
recuerdo de aquel “picazo”
que anduvo de feria en feria
como vos de mano en mano.
Vos pa’l fondo ‘e la maleta
y yo apurao por montarlo,
me acuerdo se voleó entero
y vos quedastes abajo.
Con unas grampas de cobre
te fui remendando un tajo,
pero sangraba tu herida
hasta reclamarme un trapo.
Fue entonces que en una yerra
se quebró un pampa en el lazo.
Los asao pa’ los fogones,
los cuartos pa’ choricearlos
y los güevos, ni que hablar,
sobre las brasas se asaron
y calculen, con el forro
quedó el porongo del gaucho,
que las mozas acarician
como a un pasajero manso.

Mientras la tierra dé yerbas,
yuyos el monte y el campo,
yo soy el pobre más rico
sobre el rumbo de mi amargo.

Versos de Juan Carlos Bares
    "El Indio" -uruguayo-

CAPATAZ DE ARREO

Era ‘capataz de arreo’
ese Don Mariano Soria,
tan vivo está en mi memoria
que se me hace que aún lo veo:
muy cuidadoso en su aseo,
responsable, observador,
y como un timbre de honor
o rúbrica de su mando,
del hombro le iba colgando
el cabo del arreador.

Usaba chambergo ‘e lana
la copa bombeada entera
pa’ evitar de tal manera
formar una palangana;
la corralera liviana
y el tirador muy sencillo,
marca “Arbolito” el cuchillo
que le regaló un patrón,
junto con un redomón
de los Montes del Tordillo.

Lo conocí cincuentón,
con muchas huellas trilladas,
algo triste la mirada
¡pero entero el corazón!
Por la civilización
y aunque duro de pescuezo,
como un impuesto al progreso
y a sus nuevos elementos,
la “California” en los tientos
le formaba un contrapeso.

Nunca supe de donde era.
Pa’ donde se fue…? ¿quién sabe…?
Toda la tierra le cabe
sin alambraos ni tranqueras;
no ha dejao una tapera
al irse con su tropilla,
solo quedó en la gramilla
la sombra de su elegancia
y en el aire, la arrogancia
del vuelo de su golilla.

Versos de Osvaldo Andino Álvarez

viernes, 14 de octubre de 2011

CUANDO ME VAYA

Cuando al camino del cielo
lo empiece a tranquear despacio,
cuando ya deje el espacio
que hoy ocupo en este suelo,
quiero llevar de consuelo
a mi última morada
dos cosas que son sagradas
para cualquier gaucho altivo:
¡el rebenque y los estribos
que usaba en las jineteadas!

De mortaja, el poncho fino
que me pongan al marcharme,
pa’ cuando esté frío taparme
en ese largo camino;
quisiera como argentino
cuando se apague mi vida,
me diera la despedida
con un verso, un payador,
y de algún yuyo, una flor
me acompañe mi partida.

Me sentiré muy contento
si al llegar a esos lugares
me lo encuentro al Indio Bares,
Ayrala, al Pampa Barrientos,
soltando versos al viento
como en la tierra lo hicieron
en los pagos que anduvieron
con muchas amanecidas,
en su paso por la vida
junto a tantos que se fueron.

Y si hago ‘un alto en la güella’
por áhi lo hallo a Miguel Franco
pa’ después seguir al tranco
alumbrao por las estrellas,
y entre tantas cosas bellas
en el pago celestial,
zamarriando algún bagual
por áhi lo encuentro a Bilbao,
en un bruto bien sentao
de riendas y sin bozal.

Si alguna noche de farra
me lo encuentro a Alberto Danza
no pierdo las esperanza’
que han de llorar las guitarras,
siempre le sobraron garra
si canta como un jilguero,
y si está Domingo Berho
cerquita me via’rrimar,
seguro se va a largar
con algún verso campero.

Y si pa’ los versos nuestros
allá en el cielo hay escuela
pa’ mi Wenceslao Varela
seguro está de maestro;
yo viá a ver si les demuestro
lo poquito que aprendí,
en tanto que recorrí
en desfiles, jineteadas,
en peñas y guitarreadas
en el tiempo que viví.

Si hay jineteada y destreza
áhi la cuento como robo
si anima el Gringo de Lobos
y ‘el viejo’ Julio Cabezas,
también tengo la certeza
que en la rueda de cantores
estarán los payadores
de Uruguay y de Argentina:
Casquero, Lagos, Molina,
floriando a los montadores.

Que la hagan con las tropillas
de Labayén y Melón,
“El Penacho” de Zenón,
pelau de oreja a ranillas;
que hagan temblar las gramillas
lujos del gaucho nativo
y a aquellos que queden vivos
les pido de corazón:
¡ponganmén en el cajón
el rebenque y los estribos!

Versos de Hugo Pino

CAYE CORTADA

Nunca ha sido tan nombrada
como es “el camino real”
siendo que es tan servicial
la vieja “caye cortada”;
el ser poco transitada
tal vez le reste importancia,
pero cobra relevancia
y no hay halago que sobre
porque pa’ un paisano pobre
tiene el valor de una estancia.

El progreso en su embestida
pasó sin verla a su lao
y en ella quedó el pasao
porque no encontró salida,
muchas historias de vida
encierra en su corto trecho
y aunque distancias no ha hecho
todo el que supo tranquiarla,
seguro que al caminarla
le ha sacao algún provecho.

No conoció palanchones
ni cuidao de caminero,
es tan solo otro potrero
sin señales, ni mojones,
sin terraplén, ni güeyones,
cantariyas ni cunetas,
solo espejos de agua quieta
que a veces se hacen pantanos
y al secarse en los veranos
sirven de tumba a un “maceta”.

En no muy lejano ayer
cuando por meses se arriaba,
el resero la buscaba
pa’ rondar y pa’ comer.
En ella solían hacer
las chatas, noche a sus viajes,
y hubo en algunos parajes
algunas hasta famosas
que fueron entre otras cosas
“cancha”, pa’ medir corajes.

Con su chacrita arrasada
por heladas invernales,
por las secas estivales
o en crecientes, inundada,
ayí estaba la cortada
pa’ echar cualquier animal,
y algún domingo especial
también fue lugar propicio
pa’ la fiesta a beneficio
de la escuelita rural.

Aunque muchos la creen muerta,
solitaria y escondida,
ella siempre tuvo vida,
nunca se encontró desierta;
es como la mano abierta
tendida en toda ocasión…
Siempre cumple su misión
y aunque no sea muy nombrada,
en toda “caye cortada”
hay historia y tradición.

Versos de Ricardo "Tito" Urnissa

DON SALUSTIANO QUINTEROS

Andaba con veinte pingos
todos rosillos overos,
clinudos a decir basta
pero todos criollos netos.
Lucía un poncho calamaco
corto a lo pampa, sin flecos,
flaco, alto, melenudo,
mal trazao, con poco apego,
a perder tiempo en posturas
y en “etiquetas” de pueblo.

De desteñido era verde
su chiripá largo, negro,
de punto, su camiseta,
y calzoncillo sin flecos.
Calzaban sus pies desnudos
grandes espuelas de fierro,
que arrastraba en los boliches
Don Salustiano Quinteros,
y a caballo parecía
un centauro de mi suelo.

Su risa de horno encendido
le hacía un lindo juego
a un pañuelo que fue rojo
suelto al descuido en el cuello.
Un sombrero ‘panza ‘e burro’
anochecedor de sueños,
y una faja ancha largona
sostiene con gran respeto,
su cuchilla marca “Chancho”
Don Salustiano Quinteros.

Lucía entre tantas cosas
con su recado hilachento,
dos pares de avestruceras
a cintura Don Quinteros.
Se güarecía en los contornos
bien alejao de los pueblos,
pasando días tranquilos
en puntos muy estratégicos,
lejos de la policía
más por cuidao que por miedo.

Había que ver a este gaucho
con sus rosillos overos,
sacar sin gritos un toro
y sin lonjas de un ‘un rodeo’.
Echar al medio, y ‘de un saque’
llevarlos hasta el señuelo,
y los pingos ni sudaban
aunque estaban bien rellenos…
Claro que el hombre había sido
del tiempo de Martín Fierro.

Versos de Héctor Del Valle

POR UNAS TRENZAS

Campo por medio nacieron,
se criaron a las vistiadas;
de talero se midieron
y unas trenzas que crecieron
dieron noche a la topada.

Patrones de sus destinos,
señores de sus locuras,
algún días esas bravuras
se harían sangre en el camino.

Sobraba un tigre de entrada
y eran dos, los dos iguales:
en el salto, en la topada,
volcando una puñalada
o echando al juego sus riales.

Marcos, de cuerpo delgao,
tejida en mimbre la estampa,
manejaba el cabo ‘e guampa
hasta con el brazo atao.
Naranjero recortao
le daba doble confianza
y en sus vistas una lanza
rota en dos se habi’afilao.

El otro, Crecencio Busto
yevaba vincha en la frente,
y un “marca sol” reluciente
pa’ darse ande quiera un gusto.
Cara de encargue pa’ un susto
cerrando un ojo miraba,
y en carpeta, caña y taba
nunca pasó de lo justo.
………………………………
El rancho ‘e la Mama China
como una garsita blanca
en el borde ‘e la barranca
de frente al zanjón s’empina.
Áhi vive una golondrina
que tiene luto en alas,
la florecida de galas
entre amor de dos reproches,
la que separa día y noche
con un briyo de lus mala.

Eran patrones en celo
cada cual con una aurora;
dos manos pa’ una sonora,
dos alas con igual güelo;
dos caricias en su pelo,
picaflores de una flor,
un coraje y un rencor
turnándose sus halagos,
y eya… jugando en el pago
dos cartas en el amor...

Uno salía, otro entraba
la madrugada ‘el encuentro;
una despedida adentro
y ajuera uno que’speraba;
tiran por eya esa taba
dos tigres enamoraos,
a “marca sol” ponderao
y a filoso cabo ‘e guampa,
que un mozo de fina estampa
va desvistiendo apurao.

Tanto buscarse se hayaron;
jué lo que tenía que ser:
por un amor de mujer
a fierro se despenaron;
ensangretaos se arrastraron
y por destino ‘e la suerte,
apariaos dos crioyos juertes
yegaron, de boca abierta,
y haciendo puesta en la puerta
vieron la liña ‘e la muerte.

Jué en la barranca el entierro:
Marcos, el de fina estampa
se jué con su cabo ‘e guampa
dormido al último encierro;
y acompañao por su fierro:
un “marca sol” reluciente,
iba, de vincha en la frente
Crecencio Busto a la fosa,
mientras la trenza ‘e la moza
se partía en dos ponientes…

Van por tuno en el lucero
sombra y luz a la ranchada,
y se siente la topada
clarita bajo ‘el alero;
yoran chispas los aceros
porque la trenza ha crecido,
y dos tigres malheridos
se apagan en las boquiadas,
hasta que la madrugada
los tapa con el olvido…

Crecencio quedó en La Noche,
y Marcos quedó en El Día,
y eya, en La Tarde caía
rodiada por dos reproches;
y los sosegó a derroches
siempre de trenzas crecidas,
y ayá en las amanecidas
se van topando por eya,
una noche sin estreyas
contra la luz de la vida.

Versos de Julio Migno

jueves, 13 de octubre de 2011

PLATICANDO

Tengo unos animalitos
que yo mesmo los lidéo
y que a juerza de porféo
hoy están entabladitos.
Los tengo acomodaditos
como pa’ dir ande quiera…
porqu’es fiera la carrera
pa’l que debe reseriar,
tenerse que priesentar
como un arrastrao cualquiera.

V’esa yegüita tubiana
marca de una “ese” p’ajuera?
Se la comprié a Zenón Vera
cuando le vendí la lana.
Me ofiertó tres; una ruana
y dos tubianas iguales;
cada una diez nacionales
y la cosa era a elición,
nos ráibamos con Zenón
pu’el negocio ‘e los baguales.

Retozábamos los viejos
en conversación sencilla,
devisando la tropilla
no se juera a dir muy lejos.
La d’él era de azulejos
parejones muy iguales,
relinchaban los baguales
al sonar de los cencerros
y yo apretando los fierros
chiflaba mis animales.

Yo ya estoy acobardao
de tanto andar en la güeya
y qué hacer si esa es la estrella
que Dios nos ha reservao.
¡Y hay que ser juerte cuñao
pa’ cuando llame el destino,
qu’es honra pa’un argentino
que le hizo frente al coraje,
¡¡¡Dir de resero en el viaje
ande’s más largo el camino!!!

Versos de Omar J. Menvielle

CAMPERITA

No ha visto tras la lomada
como se muere solito
el fogón de algún solsito
que ha calentao la enramada…?
Y ha visto usté como lanza
tristona luz de agonía…?
Pues bien; como muere el día
así murió mi Esperanza!

No ha visto las golondrinas
que huyendo se van del nido
si ven el campo adormido
sin flores y sin espinas,
buscando siempre regiones
de más saumerio y más bellas…?
Pues bien; como se van ellas
se jueron mis Ilusiones!

Y no le ha dao por mirar
temprano, de madrugada,
cuando la mar enojada
vá en las toscas á quebrar
con ronco furor indino
olas de aguas inquieta y loca…?
Pues como el agua y la roca
me estrellé con el Destino.

Y cuando extiende el ñublao
su negro poncho de sombra
poniéndolo como alfombra
allá, en el cielo encrespao,
la lechuza con pereza
cantando los aires cruza…
Y así, como la lechuza
me canta a mi la Tristeza…

domingo, 9 de octubre de 2011

LA CARRERA (o "Gajito de Cedrón")

-estilo gateado-

¿Te acordás que fue un domingo
que te vi por vez primera
después de aquella carrera
que yo gané con mi pingo?
Se bailaba en lo del gringo,
el puestero del bañao,
yo te miraba embobao
como tigre al gallinero,
cuando gritó el bastonero:
“-¡Pa’ tuitos, gato polqueao!”

Yo te dije con temores:
“Diga, moza, ¿me acompaña?”
Vos retrucaste con maña:
“¡Cómo no, de mil amores!”
Vos revoleaste las flores
de tu pollera escarlata,
yo empecé a menear la pata
y uno de tantos mirones
dijo: “¡Voy diez patacones
al de las tabas de plata!”

Terminó el gato polqueao,
se sentaron las parejas
y en un rincón varias viejas
hablaban de lo pasao.
Y yo que estaba a tu lao,
haciéndome el inocente,
te di un beso redepente
que una vieja oyó el chasquido
y dijo: “¡Gaucho atrevido!
¡Ya ni respeta que hay gente!”

¡Lindo tiempo aquel, canejo,
cuando entuavía me amabas
y a los bailongos llegabas
en ancas de mi azulejo!
Hoy solo queda el reflejo
de tanto lindo domingo;
te casaron con un gringo
que tenía mucha plata…
¡Pero esa carrera, Ñata,
ya la había ganao mi pingo!

¡Ojo! Según el investigador Roberto Selles, Alfredo Navarrine no es el autor como figura en algunas grabaciones.