miércoles, 28 de septiembre de 2022

DENDE LEJOS VENGO

 Marcao con las tizas

de muchos tormentos

y entradito en años

sin sentirme viejo,

con el fardo amable

de unos lindos sueños,

.repechando angustias,

repechando tiempo-,

cargao de emociones

dende lejos vengo.

 

Me quedé sin madre,

siendo muy borrego,

probé de la tumba

salada del duelo

cuando por el mundo

caminaba güerfano.

Pasé por mil gauchos

jogones camperos

y aprendí leyendas

que en el alma yevo.

 

Trabajé en cien cosas

que apenas ricuerdo:

pioncito de estancia,

mensual y boyero…

Cuidando mangruyos

me topo el ensueño;

y ayuntaos pa’ siempre

ya al agua o al viento,

tropiamos quimeras,

vacas y terneros.

 

Picaniando bueyes

a son de cencerro,

entre carretones

brotaron mis versos.

¡Cuántas lunas yenas

pensando me vieron!

¡Cuántas madrugadas

me miró el lucero

en el mano a mano

de los sentimientos!

 

Doy güelta la cara

pa’l pasao y veo

tan solo las güeyas

de cosas que jueron:

amores lejanos,

dichas de un momento,

dolores sufridos

que al trote juyeron,

y manchas de agravios

que olvidé, de güeno.

 

Paisanito simple

que curtió el pampero,

aquí estoy alegre

mis trovas diciendo;

¡pa’ tuitos las digo

mariao de contento!

No tengo otra cosa

que dar, que mis versos;

pa’ ustedes los traigo…

¡Dende lejos vengo!

 

Versos de Teófilo “El Abuelo” Olmos

lunes, 26 de septiembre de 2022

PRENDA GAUCHA

Entre las pilchas que guardo

de mi oficio de resero,

tengo un recado campero

que supe lucir gallardo.

Hoy tiene un aspecto pardo

por su uso permanente,

y al mirarlo reverente

ante su añeja existencia,

se me ocurre su presencia

una reliquia viviente.

 

Prenda gaucha; mi recado,

me acaricia su recuerdo,

y late en mi lado izquierdo

un nostálgico pasado.

En arreos de ganado

sobre el lomo de un rosillo,

fue complemento sencillo

cuando al sereno acampaba,

y en las noches descansaba

con el ‘cric cric’ de algún grillo.

 

Hoy en un rincón lo veo

en obligado letargo,

y en el sorbo de un amargo

una lágrima guapeo.

Como pieza de museo

bastos, caronas, bajera,

estribos, cincha, encimera,

cojinillo, sobrepuesto,

y el poncho en un criollo arresto

cubre la escena campera.

 

Bastos que fueron almohada

al hacer alto en las huellas,

cobijado por estrellas

en la pampa dilatada.

Resuello en cada parada

y en el cojinillo blando,

me recostaba soñando

alcanzar mejores horas,

y el clarín de aves canoras

me daba voces de mando.

 

Sin adornos de metal

se mantiene perdurable.

Por su servicio apreciable

tiene valor proverbial.

Parte de cada jornal

para sostén de mi vida,

su función ya fue cumplida

y está como un atavío,

y lo tendré cerca de mí

hasta que Dios lo decida.

 

Versos de Juan Carlos Pirali


domingo, 25 de septiembre de 2022

DE ROMERÍA

 En mi tiempo mocetón

un sábado que aburría,

apié en una “romería”

buscando la diversión;

mientras un sol dormilón

acunaba entre dos cerros,

lejos de pialarme en yerros,

sigiloso entré, primero,

como zorro que alza un cuero

sin que lo escuchen los perros.

 

Picao de curiosidá,

descubría las mejores,

con el aroma de flores

que da el campo y la ciudá;

más, pa’ decir la verdá,

eya era sobresaliente.

Yo por no pechar la gente

y hacer la cosa senciya,

me le mandé por la oriya

como sulky sin patente.

 

Ande empezó el musiquero

en un valsiao largué’n punta,

y a tanta beyeza junta

le fui atracando mi cuero;

baquiano pa’l entrevero,

la timidez dejé a un lao,

notando que’l del costao

entre las arremetidas,

pegaba unas sacudidas,

igual que cuzco mojao.

 

Luego vino una ranchera,

“floriada” con relaciones,

y unos versos redomones

entropiyé campo ajuera;

por eso a mi compañera

le dije en tono paisano:

“No aletees más en vano,

golondrina de este suelo,

ni te alcés en nuevo vuelo

que aquí yegó tu verano”.

 

No bien oyó ese versiao

la moza mostró alegría,

pero astuta se venía

lo mesmo que pampa alzao;

y haciendo el pelo a un costao

contestó en forma burlona:

“Aunque me crea querendona,

le alvierto que en el amor,

no ha nacido el domador

que me ponga la carona”.

 

Después, de la “romería”,

-con una sonrisa franca-,

salí yevando en el anca

a la que hoy es mujer mía;

y recuerdo todavía,

que esa noche de fortuna,

coscojiándole a la luna

mi pingo tranquió el repecho

con la pera contra el pecho,

como cisne de laguna.

 

Versos de Eduardo “Piqui” González

jueves, 22 de septiembre de 2022

AMANECIÓ LLOVIENDO

Es que amaneció lloviendo

y hay tarea que cumplir,

vaquillonas por parir,

tiempo de andar recorriendo;

en poco iremos saliendo,

comió el moro su ración,

mi recao pa’ la ocasión

con cacharpas lo he armao,

el día será rigoreao

me apronto pa’ la junción.

 

Por no cargar encerao

unas bolsas me pondré,

dos bombachas calzaré

así no andaré mojao;

un torcido he cargao

ideal pa’ estos quehaceres,

en la maleta, enceres

y alguna medicación,

jeringa pa’ una inyección,

que no falten menesteres.

 

Bien requitao el sombrero

pa’ que corra lindo el agua,

si por el cuello desagua

bien apretao el pañuelo;

así encontré consuelo

capiándolo al temporal.

Al perro por un casual

lo viá dejar encerrao,

es trabajo delicado…

sabrá perdonarme igual.

 

Ya por el potrero entrando,

inquieta una vaquillona

la sacamos de una loma

al dir reparo buscando,

despacio se fue arrimando,

sin apuro, con certeza

aproveché su sorpresa

y de payanca y cimbrando

mi torcido le jue entrando,

de su armada quedó presa.

 

El ternero no está hinchao,

eso es llegar a tiempo,

y aproveché al momento

la flema haberle limpiao,

con dos tientos le he atao

las manitos asomando

y despacito tirando

la cabecita salió

y áhi la madre lo sacó

como dios manda… pujando.

 

La placenta salió afuera

ya las manos me limpié,

de las patas lo tomé

pa’ que la flema escupiera,

aunque fue su vez primera

la vaquillona tranquila

a su cría la vigila

pa’ irla reconociendo,

despacio la irá lamiendo

y ella así, se despabila.

 

Llevando al moro de tiro

despacito me alejé

y al lazo lo arrastré

así lo sucio retiro;

una vez seco, lo estiro

y lo ensebo con jabón

quedando así correntón

para cuando lo precise,

son mis modos y así quise

contarlos, en la ocasión.

 

Es mi vida de mensual,

paso el día recorriendo

y de a caballo cumpliendo

con libertá de bagual;

mi suerte no tiene igual,

solo ante Dios yo me inclino,

él bendice mi destino,

yo a la vida rindo honor:

grita mi sangre el clamor

de haber nacido argentino!

 

Versos de Beto Iriart

(sobre un relato de Abel González)

lunes, 19 de septiembre de 2022

MI RUANO ESCARCEADOR

 Siento un profundo dolor

al recordar aparcero

mi machazo parejero

que fue mi más puro amor.

Jamás hubo otro mejor

y en la cancha que pisaba

con recelo se miraba

a mi ruano escarceador.

 

Un chapeado de mi flor

mi bravo flete lucía

y donde él aparecía

despertaba un gran rumor.

Con él no había temor

de perder, si se jugaba,

ni quien le pusiera traba

a mi ruano escarceador.

 

Mil triunfos en el amor

tuve con mi lindo pingo

y no pasaba un domingo

sin enseñar su esplendor.

Nada más halagador

había para mi estrella

que atarle un cinta bella

a mi ruano escarceador.

 

Tampoco era de lo peor

para ordenar una hacienda

y en la más dura contienda

demostraba su valor.

Hasta gané con honor

un tirador de oro y plata

debiendo cosa tan grata

a mi ruano escarceador.

 

Más la envidia de un traidor

hizo girones mi alma

robándome dicha y calma,

todo mi orgullo y primor;

sin que le causara horror,

gozando del mal ajeno

dio muerte con un veneno

a mi ruano escarceador.

 

                Autor Desconocido

 (de un cuaderno en que se copiaban versos, del año 1923)

martes, 13 de septiembre de 2022

UNA TOPADA

 Por no peliar a un cuatrero

en el almacén de Blanco

gané el callejón al tranco

cortón de mi pampa overo;

aguerrido el pendenciero

se me cruzó en un picazo

medio ariscón para el lazo

medí justo la distancia

y viendo la circunstancia

lo desmonté de un pechazo.

 

Como el rojo de una cresta

abajada a picotazos

se cái el sol a pedazos

sobre el filo de la siesta,

en el bajón de una cuesta

se erguían frente al sendero

de ombuses, que el pampero

simentó en aquel paraje

pa’ que fuese su follaje

alivio para el viajero.

 

Ya recobrao del porrazo

me dasafió el pendenciero

desmonté, manié mi overo,

mientras él manió el picazo,

me arremangué alto el brazo

y el pelo fuerte me até,

cuantito el facón tantié,

me avanzó, amagó un puntazo

y lo volcó en un planazo,

que en el aire lo paré.

 

Yo también le amagué abajo

y le tiré a la cabeza

pero el hombre con presteza

se lo quitó sin trabajo,

volvió a tirar otro tajo

que se lo paré de nuevo

y empecinao el malevo

se volvió a tirar a fondo

que si el umbligo no escondo

me deja blanquiando el cebo.

 

No soy hombre de pelea

ni de arriar con la alpargata

y adonde afirmo la pata

ni el pampero me voltea;

cuando el facón viborea

en pos de la puñalada,

¡por Cristo!, parece helada

la sangre en cada visaje

y el miedo se hace coraje

pa’ defender la parada.

 

Yo traté de serenarme

porque el pecho me bullía

y el diablo aquel se tendía

con ganas de difuntiarme;

tiré otra vez y a sacarme

volvió el paisano a su modo,

le dejé un claro y con todo

me adentró con un puntazo,

que me abrió un surco en el brazo

casi a la altura del codo.

 

Áhi medio me atribulé

y la sangre entró a manar

y el hombre volvió a cargar

más seguro y con más fe,

de pronto le cambié el pie

y lo dejé mal parao,

me le tendí pa’ un costao

y de asombro hizo una mueca,

cuando lo haché en la muñeca

con un revés de volcao.

 

Ya me puse más tranquilo

al ver que pude cortarlo

y áhi nomás entré a apurarlo

de punta, de hacha y de filo,

el hombre perdió el estilo

y al recular trastabilla,

le hice un viaje a la tetilla

pero a darle fin me opuse

y hasta el cabo se la puse

más abajo de la esliya.

 

El malo lanzó un quejido

y tirando el fierro a un lao

quedó tieso y arrugao

lo mesmo que cuajo hervido,

enseguida un comedido

corrió a curarle el aujero,

desmanié, monté mi overo,

volví al almacén al tranco

y al llegar a lo de Blanco

me eché otra caña al garguero.

 

Versos de Víctor Nicolás Di Santo