En la casa de un amigo
que yo bien lo tengo en cuenta,
recibí un día una herramienta
que andará siempre conmigo,
y aunque viejaza, bien digo
a agradecerle procedo
si hasta de alegría me excedo
porque’s campera y bonita,
y es esa chaira finita
que me dio Martín Oviedo.
La prenda que yo recibo
en la “Estancia La Juamela”
antigua historia revela,
en su estampa lo percibo,
a más de un cuchiyo altivo
pa’ emparejarlo en el ruedo,
poniéndole’l pecho al miedo
-si hasta he desmayao mulitas-
con esa chaira finita
que me dio Martín Oviedo.
Del principio de la historia
se usó en el medio rural,
instrumento excepcional
y una herramienta notoria
de una época inmigratoria
de Eskiltuna o Toledo,
y hoy yo también intercedo
a usar, si conmigo habita,
y es esa chaira finita
que me dio Martín Oviedo.
Chaira lisa, sin estrías,
donde’l filo no se traba,
tampoco genera haba
y empareja con maestría.
Como le agarré baquía
de alabanciarme transgredo
cuando hace falta, remedo
si un filo se debilita
con esa chaira finita
que me dio Martín Oviedo.
Carniando chanchos, se atraca,
y a la hora de lavar
la máquina de picar,
la usé, pa’ limpiar las placas;
como en todo se destaca
al degoyar con
denuedo
a revolver sangre
cedo
si cuagula y
precipita,
con esa chaira finita
que me dio Martín
Oviedo.
Para el campo, si
cocino,
sea cual sea la
labor,
si falta
destapador,
con eya hundo el
corcho a un vino
y aunque eyo es
algo dañino
p’l que entiende
de viñedo,
a tomármelo me
quedo,
si hasta he
aujeriao tortas fritas
con esa chaira finita
que me dio Martín
Oviedo.
Si desoyando un
cordero
después de garriar
me acuño,
con su cabo y con
el puño
se que viá bajarle’l
cuero.
Sin dármelas de
soguero
aunque algún botón
enredo,
a falta de lezna
puedo,
cambiar yapas, si
se cita,
con esa chaira finita
que me dio Martín
Oviedo.
Como tengo una
panzona
cuchiya de tres
remaches,
cachas color
azabache,
que conmigo es
querendona,
acompaña a mi
persona,
eso lo tengo por
credo,
la vaina donde la
hospedo
es ancha y
posibilita
que’ntre la chaira
finita
que me dio Martín
Oviedo.
Y al estar bien imantada
al fierro, y a mí,
se pega,
juntos, nada nos
doblega
por eso está
resguardada,
cabo en madera
torneada
prolongación de
mis dedos,
como recuerdo que
heredo
cuidarla bien
amerita
¡a esa gran chaira
finita
que me dio Martín
Oviedo!