sábado, 2 de septiembre de 2023

RISUEYO PAISANO

 Bajo el poncho de la luna,

con un estilo silbando,

en el moro voy yegando

a mi rancho, por fortuna.

Al costao, una laguna,

que con su espejo refleja

las totoras en madeja

que acunan a los pichone',

de nutrias y de crestone'.

¡La gayareta se queja!

 

En busca de su destino,

del pico 'e la chimenea

un humo blanco se apea,

cómo mamao peregrino.

El rostro suave y cetrino

de mi joven aparcera,

que se haya en la dulce'spera,

ilumina mi regreso,

y al yegar yo ya la beso

cómo jué la vez primera.

 

Ya dentrando a la cocina

conocí el olor certero,

de un güen estofao casero

que me ha preparao la china.

En siyas de tiras fina'

de cuero, que no he sobao

está mi gato, "el Soldao",

mostrando su indiferencia;

¿será el cobro por mi ausencia

de las horas que he faltao?

 

En el fondo, la despensa,

en sus ganchos, los chorizo'

cuelgan hasta que's preciso

cobrarse la recompensa.

En un tablón una prensa

con matambre asujetao,

lo tiene bien vigilao

por si se quiere'scapar,

y de un clavo sabe'star

la'rpiyera 'e los mandao'.

 

La cumbrera soportando

el peso de algún farol,

el que alumbra más que'l sol

cuando se haya trabajando.

Las alpargatas secando

al rescoldo 'e la Istilar,

y una rata que al pasar

en la leña se'ntrevera,

por si mi gato la viera:

¡fiero la diba a tratar!

 

Bajo el manto del alero,

con flecos largos y ruano'

del viejo rancho pampeano,

pasa la noche, el apero.

De un tiento gastao de cuero,

cuelga una guitarra vieja;

que cuándo suena se queja

al compás de algún estilo.

Y mi perro está tranquilo

¡con él, no hace falta reja!

 

Versos de Alejandro Abriola