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sábado, 8 de febrero de 2020

MATERAS DE AYER


Materas, gauchos bastiones
de las estancias de antaño,
la pionada, cual rebaño,
se juntaba en sus fogones.
Diario lugar de reuniones
ande el mate, soberano,
al pasar de mano en mano
-costumbre tradicional-
era un antiguo ritual
en el quehacer campechano.

Las paredes, muy senciyas,
de chorizo o material,
algunas con ventanal
otras, con simples miriyas.
Apoyaos en sus oriyas
bancos de forma variada
y entre matiada y matiada
sagradas de cada día ,
al suelo, verde tañía
la yerba desparramada.

Había que ver el piso
destinto en cada matera:
de ladriyo, de madera,
de tierra o cemento liso.
En mi pago uno se hizo
con esmero y con mesura,
pues conformaban su hechura
tabas del lao de la suerte.
¡Deficulto que otro acierte
con mesejante lindura!

Vide un fogón circular
hecho de barro y ladriyo
y una yanta de rastriyo
amurada en el lugar.
No faltaba un costiyar
asao con pacencia santa
y el humo, como una manta,
cubría pavas tiznadas,
tuitas con ganchos colgadas
en el borde de la yanta.

En la difusa humareda
que flotaba en el ambiente
se mentaba, diariamente,
alguna hazña campera.
Otro tema, también era,
cuasi siempre preferido:
un cuento de aparecido,
de luz mala o lobizón;
ha falta que un joven pión
por eyo no haiga dormido.

Las materas han quedao
en el tiempo sepultadas.
Hoy no tienen las pionadas
ese recinto sagrao.
De a poco se han apagao
las brasas en el fogón
mas, el gaucho cimarrón
sigue caliente en las manos
de puebleros y paisanos
que son patria y tradición.

Versos de Arnoldo Daniele

viernes, 22 de junio de 2018

SULKI


1
Sulki: carruaje extranjero
pero crioyazo por ser
necesario en el quehacer
de todo ambiente campero.
Sulki que juiste pionero
de las güeyas, hoy viejonas,
diseñao pa’ tres personas
-sigún jueran sus tamaños-
y aunque se pasen los años
seguís vivo en muchas zonas.
2
Con dos ruedas fabricao
y las varas pa’delante
colgaban de tu pescante
un estribo a cada lao.
El asiento colocao
sobre el eje, y sus soportes
que’ran en esos transportes
dos elásticos machazos,
que a prueba de barquinazos
oficiaban de resortes.
3
Dicen que tílburi ha sido
tu apelativo natal
pero la gente rural
por sulki te ha conocido.
Jue’stenso tu recorrido
y en alguna pulpería,
la noche se te hizo día
pues tu patrón, envinao,
pa’ las casa te ha yevao
cuando el sol aparecía.
4
Al estar en movimiento,
metido en la latiguera
el látigo, cual bandera,
flamiaba al compás del viento.
Al cajón bajo el asiento
¡cuántas cosas le metían!
A veces se repartían
cuando eran por demás,
en la bandeja que atrás
algunos sulkis tenían.
5
Siempre a tus varas se ataba
de los pingos el mejor,
que si no era trotador
cualquier piyo se burlaba.
Con largas riendas se usaba
un freno con antiojera
pa’ que’l animal no viera
ni a su costao ni detrás,
y era a eleción además
el pretal o la pechera.
6
El par de tiros usao
de suela o cadena, al fin,
se unían al balancín
pa’l arrastre del rodao.
En la siyeta amarrao
con hebiyas -o una sola-
se encontraba el baticola
que’n medio de las retrancas
pasaba sobre las ancas
pa’ sujetarse en la cola.
7
Juiste’n algunas estancias
alejadas del poblao,
el vehículo obligao
pa’ recorrer las distancias.
En distintas circunstancias
quedó en la senda tu estela
cuando a mama y a la agüela
las yevabas de visitas
o cuando en las mañanitas
divas cargao a la escuela.
8
Hoy está casi perdida
tu presencia en la campaña
porque’l progreso, con saña,
apresura tu partida.
Por ser historia sentida
de un tiempo que yo he vivido,
con gran rispeto he querido
evocarte’n el ricuerdo
pues tu pingo, al trote lerdo
te yeva rumbo al olvido.

Versos de Arnoldo Daniele

martes, 23 de enero de 2018

PUCHERO DE ESTANCIA

1
Cocina de estancia vieja
con la forma de galpón,
ande junciona el jogón
cuasi pegao a una reja.
El alto techo se queja
si el viento lo zamarrea,
la leña ardiendo chispea,
el humo hacia arriba juye
y pa’l cielo se escabuye
por la negra chimenea.
2
La de fierro, de tres patas,
con agua hasta la mitá,
cubre un jueguito que va
acariciándola agatas.
Esperan unas batatas
y papas sobre una mesa,
choclos, ceboyas, sal gruesa,
unos puerros, zapayitos,
de perejil, dos ramitos
y de ajos, una cabeza.
3
Una vez selecionadas
las carnes que se usarán,
en ganchos de alambre están
caracuces y quijadas.
A estas piezas prieparadas
pa’ un puchero bien machazo,
se le agregará un pedazo
del principio del cogote
y otro corte bien grandote
del centro del espinazo.
4
Yegan las diez, son momentos
de echar carnes y verduras,
en tanto, manos seguras
agregan los condimentos.
Ojos vivaces y atentos
vichan que no falte nada,
de mientras, en la mesada,
esperan en un costao
los chorizos que han sobrao
de la última carniada.
5
Cuando todo está en hervor
y en la oya gorgotea,
el ambiente se rodea
con un agradable olor.
Conciente de su labor
vigila la cocinera,
esgrima una espumadera
pa’ espumar y revolver,
con denuedo y con placer
a esa comida campera.
6
La cocinera, su fama
se juega en cada comida,
con la ayuda consabida
que le brinda la mucama.
Eyas nunca tienen drama
ya que, atentas y serenas
demuestran ser más que güenas
en el arte culinario,
brindando el sustento diario
de los almuerzos y cenas.
7
Medio día y el sonar
de un disco de sembradora
anuncia que ya es la hora
de que pasen a almorzar.
Forma fila pa’dentrar
la pionada al comedor,
que’s un amplio corredor
ande, en la mesa servida,
está lista la comida
humiando que da calor.
8
Está la gente almorzando,
toman la sopa primero
y le dentran al puchero
que’stá en la juente esperando.
Un muchachito, oservando
que la mucama se asoma
le dice en tono de broma:
“-¡Chá, que sopa desabrida!”
y eya contesta enseguida:
“-¡Cáyese la boca y coma!”.
9
Fin de almuerzo, se encamina
la pionada a sus deberes
mientras tanto, las mujeres
se ocupan de la cocina.
Limpian todo, y no culmina
la tarea en la ocasión,
hay que dar prieparación
con los restos que han quedao,
sabroso y condimentao
pa’ la noche, un salpicón.


Versos de Arnoldo Daniele

martes, 28 de febrero de 2012

TROPIYA 'E CRIOYOS

He conocido a un paisano
con dotes de güena gente
al qu’he tratao, diariamente,
en matiadas mano a mano.
Campero el hombre, baquiano,
siempre andaba bien montao
en un “oscuro tapao”
ande’l sol, dende la altura,
chispiaba en la plata pura
de su lujoso emprendao.

Tropiyero de una estancia,
sus pingos sobresalían
y ande quiera se lucían
por su gayarda prestancia.
Con marcada relevancia
siempre estaban bien tusaos,
prolijos, desraniyaos,
con las colas al garrón
despuntadas a facón,
y los vasos recortaos.

La madrina, “zaina overa”,
de cola larga hasta el pasto,
se pegaba contra el basto
cuando diba a la sidera.
Siempre atenta y muy austera
era un lujo verla al trote,
colgaba de su cogote
-con el badajo del fierro-
un reluciente cencerro
marca “Ciervo”, bien grandote.

Nueve “picazos overos”
completaban la tropiya,
verdadera maraviya
pa’ lucirla en entreveros.
En los desfiles puebleros
cuando ante’l palco paraban
los nueve pingos formaban
en una fila perfeta
y junto a la yegua quieta
mansamente se apretaban.

Uno solo, redomón ,
lucía un largo penacho
en el tuse, y vivaracho
mostraba su condición;
con pacencia, su patrón
horas con él se pasaba,
a campo ya lo agarraba
con una sapiencia tal,
que mostrándole el bozal
al trote se le arrimaba.

Ya el tropiyero ha partido
des’ta tierra, y “los picazos”
talvez siguieron sus pasos
hacia el pago del olvido.
Va un ricuerdo merecido
pa’ este gaucho al por mayor
que hoy andará, a lo mejor,
con su tropiya de estreyas,
por las celestiales güeyas
del los campos del señor.

Versos de Arnoldo Daniele

miércoles, 14 de diciembre de 2011

COSTALADA

Aunque empezó a garugar,
los cueros le eché al lobuno,
sabiendo bien que denguno
me lo podría igualar.
El patrón mandó apartar
a campo, cien vaquiyonas,
negras ellas, cimarronas,
de poco roce con gente,
capaces de hacerle frente
a animales o personas.

Salimos a tranco lento
cuando empezaba a clariar,
a fin de cumplimentar
del patrón, su mandamiento.
Jue elegido pa’l evento
personal capacitao,
el que, atento a lo ordenao,
arriaría a la estación
aquel vacaje en custión
pa’ trasladarlo al mercao.

El capataz repartía
-montao en un azulejo-
ordenes y algún consejo
a tuita la compañía.
La mensualada, ese día,
conciente de su labor,
ensiyó de lo mejor
que tenía en su tropiya.
¡Ahijuna! ¡Qué maraviya!
¡Qué pingazos, por favor!

Pa’l mediodía, en rodeo,
la tropa quedó formada
en un rincón, prieparada
pa’ comenzar el arreo.
A pesar del tiempo feo
el aparte estaba hecho,
y al ver que enfiló derecho
pa’l potrero, una macaca,
yo dije: “-Es mía esa vaca…”
y salí sacando pecho.

Al lobuno le cerré
las chuecas, y en la marucha
topé a la arisca y ¡jue pucha!
contra un poste la estampé.
Pero el barrito, endispué,
me hizo una mala jugada,
mi pata quedó apretada
entre el suelo y el recao
cuando mi pingo, de lao
se me jue de costalada.

Hoy han pasao al olvido
las fáinas con animales,
ya no se ven los mensuales
en su diario recorrido.
Añoro el tiempo vivido
de trabajo y diversión
y guardó de aqueya ación
una marca que perdura:
me quedó una pata dura
fruto de aquel apretón.

Versos de Arnoldo Daniele

domingo, 24 de abril de 2011

IMAGEN DEL PASAO

Un picazo rabicano
calzao de las cuatro patas,
cuya presencia delata
ser un flete soberano.
Montao en él, un paisano
viene silbando y se ve
lucir con gran altivez
en rastra, bastos y pretal,
hecha en oro una inicial
con las letras F.B.

Una madrina tobiana
zarca del lao de montar,
viene del gaucho a la par
cabrestiando muy ufana.
El gran cencerro desgrana
sus sones por el sendero
y el silbo del tropillero
junto a ellos es canción,
que alborota la extensión
con el gritar de los teros.

Pisándole los garrones
a su mama, un potrillito,
ensaya algún galopito
pa´ mostrar sus condiciones;
ya ha de ganar sus galones
cuando llegue a ser mayor,
y si conserva el color
lucirá como ninguno,
porque es tobiano lobuno,
difícil que haya mejor.

Más atrás, como jugando,
viene al tranco la tropilla,
mordizquiando la gramilla
que la hueya está bordeando.
Viene dispacio avanzando
un malacara, un gateao,
un peticito tostao,
un alazán como de oro
y un potro tobiano moro
junto a un tordillo bragao.

Al final, algo atrasao,
vivaracho como gama,
viene un pingo que la fama
se ganó de reservao.
Es un brioso colorao,
cabos negros, linda alzada,
que refleja en su mirada
un ansia de andar caminos,
lo llaman “El Argentino”,
poco nombre, cuasi nada.

Félix Bánez, el paisano
que es dueño de esta zoncera,
allá va y es cual bandera
del agitar de su mano.
Se va perdiendo en el llano
esta imagen del pasao,
y brindándole un legao
a este gaucho y su tropilla,
el sol, se parte en astillas
en la plata del chapiao.

Versos de Arnoldo Daniele