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martes, 28 de junio de 2022

EL PANGARÉ BUEY

El escenario sangriento

del campo de San Gregorio,

dejó un hecho notorio

por un encuentro violento.

En el fragor del momento

un jefe perdió el caballo

el destino dio su fallo

se le perdió a un coronel,

cuando enhorquetado en él

creía montar en un rayo.

 

Fue don Benito Machado

el que ha montado ese pingo,

al que le puso el distingo

brillante de su cuidado.

El animal reservado

que tenía de fina talla,

¿quién le iba a pisar la raya

sentado en su pangaré?

Si en él se jugó la fe

en más de una batalla.

 

Lo trajo de Lobería,

del Tamanguillú a ese flete,

lo mismo que un gallardete

flameando en su correría.

Cuando lo extravió ese día

tras envestidas certeras,

fue a parar a las colleras

de una posta, en Chascomús,

y fue cuartero de sus

postillones de galera.

 

Félix Ford, su propietario,

de aquellas mensajerías,

que corría en esos días

por sitios que era un calvario.

Hacía un itinerario

que habría que rendirle honores,

entre fríos y calores

dieron gran utilidad,

sirviendo a la sociedad

de Chascomús a Dolores.

 

Ahí le dieron a desplomo,

lo ensangrentaron los tiros,

le metieron sin respiro

hasta matarlo del lomo.

Al final quedaba como

entristecido en un dejo,

esfumado su reflejo

cuasi muerto de tan mal;

revolcado en un corral…

como un esqueleto viejo.


Versos de Héctor Del Valle 

sábado, 27 de junio de 2020

HOMENAJEANDO AL RESERO


Don Calendarios Agüero
pa’l “día de la tradición’’
pensó hacer una reunión
en homenaje al resero.
En su campo el pago entero
acudió ese día feliz,
y el viejo Don Mauro Ruiz
ha sido el abanderado,
del que durmió en el recado
tropeando por el país.

Invitados al asao
en una mesa de honor,
estaba Justino Amor
y Don Prudencio Mercao.
A un costao Don Juan Tirao
conversa con Cruz Luján
mientras que planeando están
la carrera de un potrillo,
el payador Amarillo
con “El Rata” Barragán”.

Cuando llegó “El Turco” Elías
una taba apareció
y tanteando la tiró
junto a Marcelino Díaz,
la pisó Lauro Farías
dando vuelta el tirador,
como al buen entendedor
no hay que darle explicaciones.
había muchos patacones
en contra del jugador.

Con un arco bien prolija
al costado del galpón
se arregló con precaución
pa’ que corran las sortijas.
Y pa’ que el gauchaje elija
pa’ arriarse de un nacional,
en la entrada principal
que es como una calle ancha,
pa’ cuadreras, una cancha
se hizo hasta el camino real.

Y cuando los resplandores
del sol se dentro apagar
se empezó el patio a colmar
pa’ escuchar a los cantores.
Rodeao de unos domadores
muy alegrones al ver,
que en el bello anochecer
iban a dejar su gala,
el viejo Roberto Ayrala,
y el payador Crubellier.

Y por fin los floreadores
se pudieron desahogar
después de tanto florear
milongas a los cantores
salieron los payadores
a hacer su presentación
y luego con emoción
homenajeando al resero
dejé mi canto surero
pa’l “día de la tradición”.

Versos de Héctor Del Valle

martes, 17 de marzo de 2020

EL CRIADOR DE LOS OVEROS


En el campo “Las Taperas”
relucían las mandas,
con un montón de padrillos
y más de cien yeguas blancas.
Tenía su establecimiento
allí Don Gregorio Gándara,
en donde el pelaje overo
como por arte de magia,
le daba brillo a esos campos
y algunas buenas ganancias.

Vendía overos de dos años
pero antes los castraba,
porque tenía la avaricia
que todos muenten su marca.
Llegó a tener Don Gregorio
una populosa fama,
que fue envidia entre el gauchaje
de cincuenta leguas largas.
Por la hermosa variedad
de overos que él hacía gala.

Donde había una yegua overa
o donde había una potranca,
se iba con dos o tres potros
a tratar de negociarla.
Siempre salía con la suya
hacía ofertas con audacia,
y si por ahí a un paisano
la oferta no le era grata
lo llenaba’e maldiciones
hasta morirse de rabia.

Tuvo ofertas por padrillos
de cifras incalculables,
de potentados patrones
que envidiaban su pelaje.
A más de “overos oscuros”
había entre sus animales,
preciosos “bayos overos”
con “overos alazanes”,
“zainos overos”, “rosados”
y “azulejos” ejemplares.

Llevaba un “cebruno overo”
al boliche pa’ floriarse,
y hasta a veces con tropilla
caía en alguna tarde.
Y pa' una fiesta rosista 
que hicieron en Buenos Aires
ha presentao Don Gregorio
pa’ que todo el mundo hable
una tropilla de yuntas
de overos que era un paisaje.

-“Al ‘moro bronceado overo’
no hay leguas que me lo aplasten”
solía decir entre copas
“ni plata que me lo pague;
y a los tordillos overos,
a cualesquiera que saque
pa’ salir en una tropa
áhi verán pingos que valen…”
y al calentársele el pico
ya no había quien lo aguante.

Tenía la costumbre vieja
de lucir con sus overos,
unos lomillos antiguos
que usaba en cualquier momento.
Rastra de los federales
con seis patacones viejos,
un tirador escamao
de monedas que era un sueño,
y un par de estribos gauchones
de los braseros de fierro.

Pero yendo a su persona
desde el poncho hasta el pañuelo,
eran un montón de hilachas
lo mismo que su sombrero.
Un pantalón con un saco
que por lo sucio hacían juego,
unas botas embarradas
y una camisa en deshecho,
era como Don Gregorio
vestía siempre su cuerpo.

Pero cuando el viejo criollo
al fin dejó su esqueleto,
la familia echó a remate
todo el establecimiento.
Las yeguadas, los padrillos,
todo se pasó a otros dueños
que siguieron con las crías.
Y hoy, a través de los tiempos,
anda el alma’e Don Gregorio
en cada caballo overo.

Versos de Héctor Del Valle

viernes, 5 de abril de 2019

LA PICAZA DE BARBOSA


Fue pa’ un día de Santa Rosa
que una tormenta machaza
hizo parir la picaza
del finao Viejo Barbosa
y como estaba la cosa
por el reparto enredada
por una casa alquilada
y algunos pesos guardados
la tropilla de gateados
quedó casi abandonada.

Era yo entonces puestero
de un campo que se lindaba
y a la picaza observaba
hacía más de un año entero.
Mi espíritu de cuatrero
andaba como el carancho
observando bien a lo ancho
y amparado en las revueltas
con el cinchón de dos vueltas
me traje el potrillo al rancho.

A la noche de las casas
tras el ladrido de un perro
pude escuchar el cencerro
de la madrina picaza.
Andaba tan relocaza
corriendo la noche aquella
que por poco se degüella
en el fondo del potrero
contra un vieja esquinero
un gatiao que iba con ella.

Temprano estaba mateando
junto al fuego en la cocina,
cuando veo la madrina
con el potrillo mamando
nueve gateados pastando
imponían su presencia
y solté ante la evidencia
al potrillo calculando
que iban a salir trotando
todos para su querencia.

Está en los recuerdos míos
aún aquel potrillo hermoso
como un sobrino vicioso
que está amparao por los tíos
con mil pesares sombríos
al Viejo Barbosa evoco
si por verlo estaba ‘loco’
al picazito cruzao
tras que no fue pa’l finao
no ha sido pa’ mi tampoco.

Versos de Héctor del Valle

viernes, 29 de marzo de 2019

EN LAS ESQUILAS


Fue apenas pasó septiembre
que me fui pa’l lao de Pila,
a trabajar en la esquila
que empezaban en noviembre.
Así pa’ fin de diciembre
cambio de pilchas, y agatas,
renueve las alpargatas
a fin de año estaré
gastando lo que gané
en esas jornadas gratas.

Haciendo ‘cebo’ entre piones
remoloniando en la estancia,
sin trabajo y sin ganancia
me arreglaba en los fogones,
se decía que había cuestiones
y se pasaba otro día,
sin mirar la pulpería
por no quererme empeñar,
y era un espiar y espiar
si la lana florecía.

En cuanto vido tranquila
la cuestión el mayodomo,
ordenó con mucho aplomo
pa’ que se largue la esquila
por las maneas en fila
nos quedamos dando el resto,
ya la ‘comparsa’ con esto
era una atención total,
y metíamos a corral
las majadas de los puestos.

Sobre un lienzo de arpillera
trabaja el hombre y le gusta,
aunque la faja se ajusta
pa’ hacer sonar la tijera.
Uno que ha quedado afuera
sabe que se desbarata,
y aunque entró perdiendo plata
enganchó de agarrador,
otro de embellonador
pero igual hacen su lata.
………………………….
Después que la hube limpiao
bien la panza a un cascarriento,
crucé pa’ darle un ‘asiento’
a la tijera que he usao.
Y ya bien despreocupao
lotié unas embellonadas,
pa’ dejarlas aliviadas
aunque empecé muy tardón
por darle el gusto al patrón
fui haciendo las más cargadas.

También ‘enganché’  contrajo
un viejo que desvasaba,
el mismo que descornaba
y el que curaba algún tajo.
Cada cual con su trabajo
al hacendao le dio brillo,
y aunque parezca sencillo
hay un clasificador
y el mejor esquilador
va esquilando los padrillos.

Entre el que alza los vellones
y el que pa’l consumo aparta
como el que un cordero ensarta
o el que estiba en los galpones.
Después de esas cuestiones
que la primavera brinda,
pa’ que le dure y le rinda
y la vida sea mejor,
cargué bien el tirador
y vuelva con pilchas lindas.

Versos de Héctor Del Valle

sábado, 20 de mayo de 2017

CAPATAZ DE TROPA

Era un amigo en la tropa
Don Alcario el capataz
que por lo noble y capaz
le dio prestigio a la ropa
hace tanto que galopa
en el recuerdo conmigo
y si hoy el rumbo le sigo
por ser diestro en esas huellas
más me alumbran las estrellas
del ejemplo de mi amigo.

Me decía: “Por más que lleve
libreta de acarreador
hay que ser conocedor
de la hacienda que se mueve
si es grande el calor, si llueve
siempre debe adelantarse
ninguno debe cortarse
a todo hay que estar atento
de qué lado se halla el viento
en todo debe fijarse”.

“Si se para en una calle
observe todo muy bien,
que los alambres estén
estirados al detalle
el capataz que aquí falle
quiero que esto lo aprenda
y pa’ que bien me comprenda
mueva con mucho cuidao,
si revienta un alambrao
se mestura o pierde hacienda”.

“Es un asunto sencillo
haga la hacienda pastar
antes de echarse a cruzar
un campo con romerillo
procure que ni un novillo
le pellizque a la pasada
es fácil la repechada
pa’l que es un poco campero
se puede pasar ligero
una tropa descansada”.

“Y si una noche el vacaje
por algo se le asustó
no lo pare amigo, No…!
nunca de golpe lo ataje
grítelé, haga coraje
en esa brava jornada,
es una cuestión sagrada
en el pingo está la suerte
si rueda encuentra la muerte…
¡Cuídesé de la rodada…!”

“Miles y miles de reses
mucho vacaje llevé,
y los pesos que cobré
ni en cuenta lo tengo a veces
de la cabeza a los pieses
fueron mis trabajos leales,
soportando temporales
cuidé fortuna enteras,
con setenta primaveras
por unas pocos reales”.


Versos de Héctor Del Valle

domingo, 24 de enero de 2016

PONCHOS VIEJOS

Al rutinario trajín
le pude dar un descanso
descabezándole manso
mi apreciado sueño al fin.
Todo el andar cantarín
juntado en tiempos complejos,
se entibió entre los reflejos
que incubó el momento mío
cuando me tapé de frío
con algunos ponchos viejos.

Prendas que allí las dejé
para que siempre idolatre
el tibio nido del catre
donde orondo reposé.
Donde feliz la pasé
al volver por las auroras
en las trasnochadas horas
de los jornales ufanos
aprendí a querer las manos
de las viejas tejedoras.

A un poncho de gran valor
una historia le acredito
y el nombre de “Pachequito”
por su dueño el payador.
Otro de gran esplendor
de antropomorfos misterios
tiene caprichos criterios
del mundo de Tiahuanaco
y el gastado calamaco
de los incaicos misterios.

Hay un chileno que está,
luciendo tiempos remotos
a ese de mis ponchos rotos
le llamo “el Calfucurá”.
Es el que me dio y me da
calor al sereno impío
y hacen como un desafío
sus hilos apelmazados
cuando bajan afilados
los puñales del rocío.

A un poncho inglés de vestir
hecho de fina vicuña
la envidia le refunfuña
cuando lo saco a lucir.
Es la prenda de salir
que ostento en el hombro izquierdo
y guardo como recuerdo
de la milicia famosa
la manta color terrosa
que me traje de recuerdo.

Si pinto de tradición
un “catrielero” cribado,
que tal vez fue agujereado
por los duelos a facón,
por áhi lo chumbió un fogón
o lo chuceó alguna espina,
o cercas de cinacina
lo fue rasgando en pasadas,
o las penosas trenzadas
de las luchas argentinas.

Me falta un poncho que yo
en una fría mañana,
se lo presté a una paisana
y no me lo devolvió.
Si ese poncho se perdió
nunca será una querella,
porque al brindárselo a ella
prescindí de los agravios,
cuando me dio de sus labios
besos, amores y estrellas.

Los inviernos que pasé
leyendo poetas parejos
y allí entre mis ponchos viejos
cuantos versos borronié.
A su amparo analicé
el bohemio futuro mío,
y si al llegar el estío
son reliquias olvidadas
son cien lanzas erizadas
cuando ataca fuerte el frío.

Versos de Héctor del Valle

sábado, 22 de febrero de 2014

PONCHOS VIEJOS

Al rutinario trajín
le pude dar un descanso
descabezándole manso
mi apreciado sueño al fin.
Todo el andar cantarín
juntado en tiempos complejos,
se entibió entre los reflejos
que incubó el momento mío
cuando me tapé del frío
con algunos ponchos viejos.

Prendas que allí las dejé
para que siempre idolatre
el tibio nido del catre
donde orondo reposé.
Donde feliz la pasé
al volver por las auroras
en las trasnochadas horas
de los jornales ufanos
aprendí a querer las manos
de las viejas tejedoras.

A un poncho de gran valor
una historia le acredito
y el nombre de Pachequito
por su dueño el payador.
Otro de gran esplendor
de antropomorfos misterios
tiene caprichos criterios
del mundo de Tiahuanaco
y el gastado calamaco
de los incaicos imperios.

Hay un chileno que está
luciendo tiempos remotos
a ese de mis ponchos rotos
lo llamo “el Cafulcurá”.
Es el que me dio y me da
calor al sereno impío
y hacen como un desafío
sus hilos apelmazados
cuando bajan afilados
los puñales del rocío.

A un poncho inglés de vestir
hecho de fina vicuña
la envidia le refunfuña
cuando lo saco a lucir.
Es la prenda de salir
que ostento en el hombro izquierdo
y guardo como recuerdo
de la milicia famosa
la manta marrón terrosa
que me traje de recuerdo.

Se pintó de tradición
un catrielero cribado,
que tal vez fue agujereado
por los duelos a facón.
Por áhi lo chumbió un fogón
o lo chuceó alguna espina,
o cercas de cinacina
lo fue rasgando en pasadas,
o las penosas trenzadas
de las luchas argentinas.

Me falta un poncho que yo
en una fría mañana,
se lo presté a una paisana
y no me lo devolvió.
Si ese poncho se perdió
nunca será una querella,
porque al brindárselo a ella
prescindí de los agravios,
cuando me dio de sus labios
besos, amores y estrellas.

Los inviernos que pasé
leyendo poetas parejos
y allí entre mis ponchos viejos
cuantos versos borronié.
A su amparo analicé
el bohemio futuro mío,
y si al llegar al estío
son reliquias olvidadas
son cien lanzas erizadas
cuando ataca fuerte el frío.

Versos de Héctor del Valle

viernes, 25 de mayo de 2012

SABORES Y SINSABORES

A un bailongo flor y flor
diba yo con mi Petrona,
enancada en mi ‘lobuno’
que hacía jugar la coscoja.
Si sigo el camino real
dije, malgasto las horas,
y en la entrada principal
del ‘Puesto Diez’ de “La Zorra”,
le metí a campo traviesa
goloso por la ‘milonga’.

Don Aniceto festeja
los añitos de su doña,
invitando al paisanaje
de una legua a la redonda.
Y cuando me iba acercando
al patio de “Las Totoras”,
lo vide a Don Aniceto
empinando una ‘pamplona’
que la pasó y le siguió
sacudiéndole a una polka.

El viejo de la guitarra
ya tenía dos cuerdas rotas
y no le aflojaba un tranco
el viejo de la cordiona.
La patrona con pasteles,
las hijas con una tortas,
y dos cuñados mamados
con una jarra de losa
convidan a las visitas
con un ‘vino de la costa’.

Al terminar el bailongo
monté, la enanqué a Petrona
encarando el mesmo rumbo
por el puesto de “La Zorra”.
En una cueva el ‘lobuno’
como una cosa loca,
mete una mano y se quiebra
no lo pude alzar ni en broma
quedando mi china y yo
a pie, golpiao y a esas horas.

Salía a disfrutar la vida
y casi voy a la fosa,
porque naides sabe donde
la buena racha se corta.
Tan lindo lo había pasao
y se me cortó la ola
tiene estas cosas la vida
la vida tiene esta forma,
unas veces son espinas
y en otros casos son rosas.

Versos de Héctor Del Valle

ECHURÍA

No quisiera que vengas a mi mente
no tendría que verte en mi existencia,
olvidarte por siempre es mi deseo
aunque sufre mi ansia ya deshecha.

Moriré sin que vuelvas a mis labios
ni estarás en el medio de mi senda,
al hallarte me has hecho tanto daño
que mi vida quedó perdida y vieja.

He quemado contigo tantas horas,
tantas horas que hasta mi pobre estrella,
hoy me vela dolida junto al catre
y maldice a tus garras por mi pena.

He pagado con creces tus placeres,
por las noches las manos se me hielan,
me pegaste un ponchazo y sufro mucho
cada vez que mi mente te recuerda.

Te lucí en un tiempo con orgullo,
hoy padezco la pena de tu ausencia,
no he podido borrarte de mi mente,
de recuerdo guardé la tabaquera.

Como cruda traición de mal amigo
que con falsa sonrisa se dispersa,
por tu culpa, tabaco, estoy sufriendo,
tu veneno dejó mi sangre enferma.

Versos de Héctor Del Valle

viernes, 14 de octubre de 2011

DON SALUSTIANO QUINTEROS

Andaba con veinte pingos
todos rosillos overos,
clinudos a decir basta
pero todos criollos netos.
Lucía un poncho calamaco
corto a lo pampa, sin flecos,
flaco, alto, melenudo,
mal trazao, con poco apego,
a perder tiempo en posturas
y en “etiquetas” de pueblo.

De desteñido era verde
su chiripá largo, negro,
de punto, su camiseta,
y calzoncillo sin flecos.
Calzaban sus pies desnudos
grandes espuelas de fierro,
que arrastraba en los boliches
Don Salustiano Quinteros,
y a caballo parecía
un centauro de mi suelo.

Su risa de horno encendido
le hacía un lindo juego
a un pañuelo que fue rojo
suelto al descuido en el cuello.
Un sombrero ‘panza ‘e burro’
anochecedor de sueños,
y una faja ancha largona
sostiene con gran respeto,
su cuchilla marca “Chancho”
Don Salustiano Quinteros.

Lucía entre tantas cosas
con su recado hilachento,
dos pares de avestruceras
a cintura Don Quinteros.
Se güarecía en los contornos
bien alejao de los pueblos,
pasando días tranquilos
en puntos muy estratégicos,
lejos de la policía
más por cuidao que por miedo.

Había que ver a este gaucho
con sus rosillos overos,
sacar sin gritos un toro
y sin lonjas de un ‘un rodeo’.
Echar al medio, y ‘de un saque’
llevarlos hasta el señuelo,
y los pingos ni sudaban
aunque estaban bien rellenos…
Claro que el hombre había sido
del tiempo de Martín Fierro.

Versos de Héctor Del Valle

lunes, 9 de mayo de 2011

EL VIEJO NICANOR

Todo el pilchaje completo
puso en venta Nicanor,
ya que: “De mal en pior
-dijo- anda mi esqueleto;
estoy pa’ quedarme quieto
viejo y maceta, paisano,
junto al lobuno eché mano
a la rastra, al tirador,
a una daga flor y flor
y a un viejo poncho araucano.

Pa’ armar el viejo recao
los pesos que me costó,
y el tiempo que me llevó
por pensar en el pasao.
Aquí lo tenía embolsao
durmiendo sus tradiciones,
lo lucí en mil ocasiones
entre la gente del sú,
pero a veces la salú
se salva con patacones.

El hijo de un tal Morales
no sé como se enteró,
en plata me lo tapó
y empecé a contar los reales.
Culpa, dije, de mis males,
fierón cuando ansí se anda,
pasa el tiempo y más se agranda
y si usté hace reflexión,
amigo, en esta cuestión
el que tiene plata, manda.

Me pagó todo el paisano,
al lobuno lo dejó,
lo demás se lo llevó
diciendo: <-Estamos a mano,
yo tengo un moro y un ruano
de muy buenas condiciones,
pero en estas situaciones
no debe quedarse a pie
un paisano como usté
que cultivó tradiciones>.

Aun en mi pecho lo acuno
al que todo me compró,
quizás lagrimear me vio
cuando le entregué el lobuno.
Es el gran amor que a uno
a veces la ley le aplica,
si me viera, en la botica
dejé hasta el último real
por componerme del mal
que hasta hoy me mortifica”.

Versos de Héctor Del Valle