Mostrando entradas con la etiqueta Freije Sáenz. Eduardo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Freije Sáenz. Eduardo. Mostrar todas las entradas

martes, 20 de diciembre de 2016

VIEJO RESERO

Sin estribar; al galope;
bien requintao el sombrero;
prototipo de un resero
que ya con él se perdía,
Rómulo Álvarez volvía
de un viaje de un mes entero.

Contaba que lo agarró
un temporal desatado;
sin poder dormir; mojado,
duro de frío después…
¡Créanme que en todo el mes
ni las botas me he sacado!

Tendría casi noventa,
cuando por oírlo, un día,
le pregunté si sabía
de un camino, aquí en Vidal…
“¡Cómo no! el camino ‘rial’…
que en Arbolito nacía…”

“Si conoceré estos pagos…
Setenta años de resero,
sin más lumbre, compañero,
en mis noches de desvelo,
que las estrellas del cielo,
ni más reloj que el lucero.

Antes que corriera el tren
esto era casi un desierto;
usted viera que concierto;
el de las tropas bagualas
al balar entre los talas
en las ronda a campo abierto.

Marchando, si es que había luna;
rondando, si estaba oscuro;
día y noche, sin apuro,
¡Cuánta hacienda se acarreó
de acá, al Partido de Ajó
al Saladero de Luro…

Un año anduve en Monsalvo,
y al cerrarse el Saladero,
de Tuyú y Divisadero
a Plaza tuvimos que ir
sin bajarse, es un decir,
del caballo el año entero.

¡Aguas hondas! Todavía
me parece ver su brillo,
bañando el lomo al novillo,
que no hay res que no peligre
entre el Cañadón del Tigre
y los Montes del Tordillo.

Y cuántas veces nadando
en un pingo acostumbrado,
tanto el Quequén o el Salado
nos miraron con asombro,
vadear con la ropa al hombro,
a caballo al otro lado.

Varias veces llevé hacienda
de Juancho hasta San Luis,
cortando en dos el país
por el medio de la pampa…
¡Viendo pasto, cielo y guampa
yo era un resero feliz…!

Mi almohada fueron mis bastos;
mi cama siempre el recado;
mi techo, el cielo estrellado;
mi ambición, arrear y arrear;
mi orgullo, que al regresar
ni una res se había quedado…

La Yerba, Pozo del Fuego;
Los Naranjos, La Porfía;
Los Patrios, La Lobería;
La Loma Rica, Kakel;
Van desfilando en tropel
frente a la memoria mía.

El Durazno, El Vigilante;
Macedo, Tarrhué, Loncoy;
La Esquina de Arguas de hoy,
y otros, que ya ni me acuerdo,
vivirán en el recuerdo,
mientras que yo ya me voy…”

Yo pensé: no morirás!
aunque vuelen tus cenizas,
sobre esta tierra que pisas
y se esfume tu memoria,
seguirás vivo en la historia
del gaucho que simbolizas…


Versos de Eduardo Freije Sáenz

miércoles, 18 de mayo de 2011

MI TROPILLA

Son catorce y la madrina
los bayos de mi tropilla;
catorce y una “rosilla”,
yegua puntera y ladina.
Desde que el sol ilumina
hasta que quiere morir,
cualquiera, sin elegir,
suelo a veces ensillar,
seguro que al regresar
está mejor que al salir.

Vivarachos, bien domados,
guapos para galopar,
buenos para trabajar,
mansos y tan entablados,
que los tengo acostumbrados
a parar en donde quiera:
lo mismo en una tranquera
que costeando un alambrado,
y si me encuentro apurado
a rodearlos campo afuera.

Si es “El Claro” o “El Bandido”,
“El Peligro” o “El Charrúa”,
cualquiera de ellos es púa
para galopar tendido…
“El Engaño” es conocido
entre todos como bueno;
no es nada maula “El Veneno”
y hasta el mismo “Cimarrón”
aunque medio redomón
ya baraja bien el freno.

Galopar de cara al viento
da gusto si es en un flete
liberal como “El Pebete”,
“El Capricho” o “El Tormento”;
y orgullo de gaucho siento
al nombrar al más mansito,
escarceador y bonito
que en la tropilla se exhibe:
bayo naranjo, “El Caribe”,
solo te iguala “El Solito”…

Ninguno se va a aplastar;
son pingos como de fierro
si al sonido del cencerro
es preciso galopar;
y no vaya usté a pensar
al verlos de poca traza
que “El Cariño” o “El Cachaza”
se pueden poner pesados:
son guapos bien comprobados
porque les viene de raza…

Su color de oro al sol brilla
y se distinguen de lejos
cuando juntos y parejos
van siguiendo a la “rosilla”…
¡Cha que es linda mi tropilla
cuando marchan deshilados,
uno tras otro, entablados,
tras el cencerro sonoro!..
¡Son catorce cuentas de oro
mis bayos anaranjados!...

Versos de Eduardo Freije Sáenz