domingo, 21 de julio de 2013

AL DEJAR LA MADALENA

Al dejar la Madalena
la mañana en que me fui,
cruzando el Rincón de Noario
pensé qué será de mí…

El lugar donde se nace
nunca se puede olvidar,
y sin poder regresar
el corazón se deshace…
Así pase lo que pase
todo nos lleva a la pena,
porque no hay peor condena
que despedirse y partir,
yo no he hecho más que sufrir
al dejar la Madelana.

Ay luces de madrugada
cuando el que ensilla se ausenta
parece que caen en cuenta
de tan tristes y apagadas.
Bajo unas nubes cortadas
monté en silencio y partí;
con la vista recorrí
las cosas que tanto amaba,
y el recuerde me anegaba
la mañana en que me fui…

Aquel que cambia de suelo
precisa ser hombre fuerte,
pues suele escasear la suerte
bajo otro sol y otro cielo.
Si sufre no halla consuelo
y si muere va a un osario,
yo marqué mi calendario
con la más ruda tristeza,
cuando volví la cabeza
cruzando el Rincón de Noario…

Se perdió en las brillazones
mi rancho con el sauzal,
la enramada y el brocal
de mis tiernas emociones.
Los rezos y las canciones
que de mi madre aprendí,
al corazón las vertí
para que hallasen cuidado;
y más allá del Salado
pensé que será de mí…

Versos de Francisco “Paco” Lanusse

viernes, 19 de julio de 2013

VENTAJERO

Me han dicho pero no sé
que es regular pa’l cuchillo;
de Dolores al Tordillo
no hay rivales para usté.
Vaya preparándosé
hoy lo he venido a probar
pero no piense en sacar
conmigo, alguna ventaja…
Apriétese bien la faja
si es que me quiere marcar.

Mi nombre es Cipriano Lara
del Pago de Guaminí;
soy el tata del gurí
que usté le marcó la cara.
Me gustan las cosas clara’
como a todo caballero.
Su fama de cuchillero
no me acobarda, Moyano,
si se conserva orejano
será porque es ventajero.

Yo tengo rayao el cuero
(siempre se rayan los machos)
y nunca marqué un muchacho
sacando el fierro primero.
Detesto a los ventajeros
y a los cobardes, Moyano.
Un momento, tenga mano,
no se apure por largar:
no por mucho madrugar
se amanece más temprano.

Y peló una fariñera
como una cola de iguana
y ya me tiró con ganas
un hachazo a la sesera.
Me lo saqué de la pera
en el preciso momento
en que sentí como viento
una feroz puñalada…
Áhi le cambié la pisada
y se cayó de angurriento.

Insistió con un hachazo
con las mismas pretensiones…
Bien me afirmé en los garrones
y lo aturdí de un planazo.
Me largó con todo el brazo
una débil puñalada
y le grité a la llegada:
“-¿Dónde va tan apurao?”
y al trote pasó agachao
como cuzco a la carneada.

Tres veces quedó pagando
y no lo quise achurar.
Diez veces tiró a llegar
y pasó como campeando…
Yo lo peleaba esperando
que el caso se presentara
para marcarle en la cara
con mi fierro, un barbijo,
en el nombre de ese hijo
que lleva apellido Lara.

Le puse el pecho ‘e carnada
pero me falló el anzuelo…
Me le tendí hasta el suelo
y aproveché la volada:
de revés y en la quijada
le marqué al ventajero
un barbijo hasta el sombrero.
A mi, me gusta arriesgar.
¡Es de cobarde marcar
sacando el fierro primero!


Versos de Julio Secundino Cabezas

AMISTAD

Por el 20/7 y como un afectuoso saludos a todos aquellos que habitualmente visitan estas páginas

Mi amigo: dicen que hoy es
tu día en el calendario,
pero para mí, a diario
es tu día, bien sabés;
no necesito que estés
a mi lado, consecuente,
ni necesitas, me siente
a tu lado a cualquier hora,
que la amistad es aurora
de amanecer permanente.
                                                           (25/05/94)
  

(Del libro “Diciendo en Décimas, 1997)

domingo, 14 de julio de 2013

LA AGÜITA DEL BAJO

Clarita y pura se brinda
como exquisito manjar
a la hacienda, que al pasar
la bebe sabrosa, linda;
no hay resero que no rinda
al encontrarla, homenaje;
haciendo un alto el gauchaje
desensilla placentero,
y en las pilchas del apero
descansa un rato del viaje.

Reconfortando al ganao
y a continuar dando aliento,
el paisanaje contento,
se siente más aliviao;
el viento como enojao
va peinando el pastizal,
los tordos que del cardal
van levantando su vuelo
se sientan sobre el señuelo
que se ha echao en el pajal.

Cada paisano jinete
trabajador y sencillo,
con el lomo del cuchillo
saca el sudor a su flete;
otro que no viaja al “cuete”
una carona le asienta,
porque si la marcha es lenta
y el animal ha sudao
evita por descontao
que del lomo se resienta.

Luego el paisano Alarcón
que es más ligero que el rayo,
acomoda su caballo
y arma, cantando, el fogón;
va corriendo el cimarrón
que otro criollo ha preparao
y cuando “El Viejo” Rondiao
está terminando un cuento
dice el capataz contento:
¡Muchachos, está el asao…!

Después de haber descansao,
y con la hacienda fresquita,
siguen con la tardecita
en dirección al poblao,
el capataz ha ordenao
llegar de un solo tirón;
y al cumplir con la misión
de terminar su trabajo,
es por la agüita del bajo
que les dio su protección!

Versos de Ángel Centeno

UN BOLICHE DE ANTES

1
Cerca del paso nivel
de aquella vieja estación,
que tuvo la pretensión
de ser pueblo en su papel
está el caserón aquel
y, con blancuzco reflejo,
crece el pasto desparejo
en cornisas y ventanas,
como si fueran las canas
de aquel edificio viejo.
2
Vos fuiste un boliche de antes,
y hoy en tus horas de calma,
por áhi no pasa ni un alma,
reseros y caminantes.
Tus polvorientos estantes,
duermen un sueño profundo,
mientras yo, meditabundo,
pienso que fueron testigos
de mil reuniones de amigos
que ya no andan por el mundo.
3
Aún mi mente conserva
tu despacho al menudeo,                   
las barricas de fideos
y los cilindros de yerba,
y aún al evocarte observa
mi memoria en sus visiones,
tus maltratados cajones
con su cuchara violenta,
con harina, con pulenta
o el azúcar en terrones.
4
Vos llegaste a ser un centro
donde había, a más de las cartas,
dos trenzas que eran dos cuartas
que tiraban para adentro;
produciéndose el encuentro
de carruajes y de pingos,
de paisanos y de gringos
que venían por el camino,
como hacienda pa’l molino
sobre todo los domingos.
5
Pero hoy ya no entra el mocito
de alpargatas y de blusa  
ni llega en la chata rusa
don Jacobo al trotecito.
No está la “falta” en un grito
del truco de cuatro en cruz,
ni está de noche la luz
a kerosén y apocada,
ni está el órdago “sin nada”
en los finales del mus.
6
Ya no entra el caballerizo
con su sombrero de trapo,
y ya nadie juega al sapo,
que era de bronce macizo.           
Ya no se habla de granizo
de la isoca o de la seca;
y el domador pierna chueca
con su inconfundible facha,
ya no dentra con la guacha
colgando de la muñeca.
7
La mortadela y el queso
en la fiambrera grandota
ya no está ni la chacota
de aquel muchachón travieso.
No se llena el cartón grueso
con fariña en la balanza,
ya el comedido no alcanza
la bolsa con cascarilla,
ni en el tiempo de la trilla
dentra el pión lleno de granza.
8
Ya no está más el barril
ni el jarro bajo el espiche,
ni está el olor a boliche,
ni el “despáchame un Brasil”;
ni el “tome algo”, ni el mandil
entre ollas y cacerolas.
Ya no están palas y piolas,
sogas y aperos colgando,
ni “el gallego” comentando
las romerías españolas.
9
Ya no entra el poncho de ajuera
arrastrándole los flecos
ni se ven botas y zuecos
con la suela de madera.
La entrada de esa tapera
ya la espuela no la raya,
y cuando el día desmaya,
ya no entra el estibador
pa’ reemplazar el sudor
que dejó sobre la playa.
10
Ya no entra el vasco tambero
luciendo su faja negra,
ni aquel paisanaje alegra
el paso de un guitarrero.
A las bochas y a potrero
ya nadie suele, al jugar,
con el rebenque tirar,
ni está el que sacó ventajas
con el chico entre las pajas
si era maula pa’ bochar.
11
Ya nadie pide una grapa,
ni con vino se chorrea
tu piso de pinotea
ni tu mostrador de chapa,
y ya no pide la yapa
el chico que venía en pelo
en su matungo chicuelo
por un mandao de la madre;
y con saludos pa’l padre
se llevaba un caramelo.       
12
Ya ninguno pide un jarro
de café ni lleva grasa
envuelta en papel de estraza
ni aquel pimentón en tarro.
Ya no para más el carro
ni el manejante desata,
ni dentra a gastar su plata
saludando en su ademán,
y dejando de guardián
al perro junto a la chata.
13
Ya no llegan las mujeres
en sulki que, de antemano,
ordeñaban más temprano
y apuraban los quehaceres.
Y adquirían sus alfileres
o alguna otra prenda fina
de intimidá femenina,
y si había algún curioso
que miraba malicioso
pasaban pa’ la cocina.
14
Y como en aquella vía
ya no pasa el tren de carga,
ya el linyera no se larga
como en un tiempo solía,
y pa’l negocio venía
transportando su maleta;
y aunque trayendo secreta
su condición idealista,
llegaba el croto anarquista
a pedir yerba y galleta.
15
Se podía llevar allí
pa’ aquellas carniadas viejas,
desde tripas en madeja
hasta pimienta y ají.
“Hoy no fío, mañana sí”,
decía un cartel sin sentido
que era siempre desmentido
por la libreta deshecha,
en la que pa’ la derecha
las comas se habían corrido.
16
Si había remate en la zona,
al rato de terminarse,
no tardaba en asomarse
la bombacha de cambrona
con dureza de carona
y con manchas de corral;
o trasponía el umbral,
bajándose del “fortacho”
el estanciero ricacho
que volvía del “especial”.
17
En esa calle de enfrente
hubo cuadreras famosas,
y en esas tardes hermosas
se juntaba mucha gente.
Y después era frecuente
que se jugase a la taba,
o al monte, si se cuadraba,
como a los dados o al fico,
donde hasta el propio milico
algunas veces copaba.
18
Cuando se jugaba fuerte
se ponía el clima violento,
y  no extrañen si les cuento
que una vez hubo una muerte:
calló un mozo que a la suerte
la ayuda con sus mañas.
El efecto de unas cañas
se hizo furia en los cuchillos;
y el que vació los bolsillos
pagó caro sus hazañas.
19
Aunque esa puerta hoy no se abra,
dejo a las almas que acudan,
y oigo a dos que se saludan
con una mala palabra.
Y como todo se labra
adentro de la cabeza
cuando uno a vivir empieza,
recuerdo la boca oscura
del sótano y su frescura
con cajones de cerveza.
20
Tu desgastada paré,
tu palenque y tu vereda,
es de lo poco que queda
de aquel pueblo que no fue.
Desde lejos se te vé
boliche viejo, callao,
porque en silencio has quedao
desde que se te cerrara
como a un pantión que guardara
el cadáver de un pasao.

Versos de Luis Domingo Berho

lunes, 8 de julio de 2013

LOS DOS FLETES

Yo nunca he entablao tropilla,
soy pobretón, compañero,
como otros lucen bordaos,
yo ando amostrando rimiendos.
No conozco bota juerte,
tampoco alpargata o zuecos,
medio me alivean los pieses
asigún discargue el tiempo,
total, ni yo ni el camino,
los vamos a echar de menos.
Pero mire, pa’l trabajo,
soy sacao de lo parejo,
por eso en mi garrerío
no verá que falte un tiento,
y si va a campiar los cobres
que han pasao por mi chanchero,
los hallará en los cogotes
de los dos fletes que tengo:
en el overo rosao
y en el overo azulejo.
¡Mis caballos! ¡Quién diría,
que los elegí de intento
pa’ amostrar en sus pelajes
mis instintos de andariego.
Ni bien despunta la aurora
ya los ranchos sonñolientos
me ven agarrar camino
tarariando en un overo.
Es el overo rosao
es la aurora de mi empeño,
sol recién nacido en sangre
sobre el albor de los cielos,
si no lo muento al clariar,
se me hace que no amanezco.

La mañana trae la tarde
por esos rumbos abiertos,
y como soy delicado
pa’ emparejar los ejemplos,
por los caminos del campo
cualquiera verá que llevo
tras del overo rosao,
cabrestiando el azulejo.
Y cuando he ganao mi día
trajinando pa’l ajeno,
al venir la sobretarde
como azulando los cerros,
otros ranchos y otros pagos
me verán pasar de lejos
lindamente, escarranchao,
tarariando en un overo.
Carculará que el montao
es el overo azulejo,
sobretarde de mis años
con nubarrones de invierno.
Si no me siento sobre él,
se me hace que no anochezco.

Yo nunca he entablao tropilla,
pero el pobre compañero,
debe tener algún lujo
pa’ rimediar cuando menos.
Yo me siento en mis caballos
como si ensillara el tiempo
y voy camino adelante
sin discutir con el cielo,
de mañana en un rosao
de tarde en un azulejo…

Versos de Osiris Rodríguez Castillo
                           (uruguayo)


(Versión tomada de un registro discográfico)

miércoles, 3 de julio de 2013

COCIANDO EL ESTRIBO

1
Con palabra bien sonora
pa’ que me escuche el que quiera
voy a sacar para afuera
un embuchao que me atora.
Será mi voz retadora
pa’ quien lo nuestro rebaje,
pues hoy es puro homenaje,
y en la desleal propaganda
hasta el valor se le agranda
a lo de ajeno pelaje.
2
No han de hallar filosofía
en mi verso sin valor,
sinó mi campero amor
gritando su rebeldía.
Grabará la pluma mía
entre frases muy airosas
mis palabras cariñosas
para esta tierra sagrada:
la del Santo de la Espada
y de Juan Manuel de Rosas.
3
Tierra de hacienda y sembrao
que debe ser pa’ nosotros
desde el hombre hasta los potros
superior a lo importao.
Tierra gaucha a quien le han dao
las flores su fino aroma,
y aunque les parezca broma
causa pena y desconsuelo
saber que alguno en su suelo
se afana por otro idioma.
4
No estoy contra la cultura
ni estoy contra el adelanto,
solo a lo nuestro en mi canto
lo defiendo con altura.
Jamás hay que darle usura
a quien lo extraño sostenga,
y convenga o no convenga
no nos debemos torcer:
si quiere hacerse entender
que aprenda a hablar el que venga.
5
Hay que copar la parada
antes que el mal nos salpique,
como a lo suyo, el cacique,
lo defendió con la indiada.
A la canción importada
no hay que abrirle la tranquera,
ni mezquinarles “sotera”
a los atontaos muchachos
que al ruido de cuatro tachos
llaman música ligera.
6
Nuestra música tan linda
al que sufre una amargura
parece que una dulzura
en cada nota le brinda.
Que acá cada cual le rinda
la palabra que enaltece;
le dé el valor que merece
porque al dejarnos estar
la veremos marchitar
mientras la extraña florece.
7
Soy de colmillo cruzao
y no cambiaré de idea,
por más que alguno me crea
viviendo muy atrazao.
Teniendo el toro enlazao
me gusta más si se enoja,
y sepa el que se despoja
de su patriotismo adrede,
que hasta el más rebelde cede
si ni un tirón se le afloja.
8
Plántese firme el que mande
-ya sea pueblero o paisano-,
y con leyes en la mano
haga esa patriada grande.
Sea severo y no se ablande
siguiendo recto el camino,
que un proceder cristalino
como el agua del arroyo
tendrá el respaldo y apoyo
de todo buen argentino.

Versos de Pedro Risso

martes, 2 de julio de 2013

RELATO DE UN MAYORAL

1
¡Las leguas que m’he tragau
con la galera de Vargas!
Como que van treinta largas
de Barracas al Salau…
y diez más desde “El Venau”
que n’ues paso de los peores,
a la Posta ‘e “Miraflores”
en la “Laguna ‘e Las Yeguas”;
total: cuarentiséis leguas
hasta el pueblo de Dolores.
2
Quedan después los uncales
de la “Cañada ‘el Vecino”,
¡mi Dios, que flor de camino
pa’ rematar animales!
Unos bañados fatales
que pasábamos por fin
a costa de gran trajín
y de embarrarnos muy mucho
pa’ dentrar en Ayacucho
al sonar de mi clarín.
3
Porque he sido mayoral
en “La Estrella del Desierto”,
en todito el Sur, por cierto,
empresa muy principal.
Luis Vargas, un oriental,
fue su dueño y mi patrón,
muy colorao de opinión
y hombre recto y sin engaños,
que no bien cumplí doce años
me tomó de postillón.
4
¡Si habrá volcao mi galera!
¡Si habré sufrido encajadas!
¡Y si habré pegao rodadas
en la cuarta delantera!
Esa es la cosa más fiera
que a uno le puede ocurrir,
aunque peor, en mi sentir,
porque se cae como en trampa,
es toparse con el pampa
cuando ha salido a invadir.
5
Nunca me olvido el día aquel
que, lleno de gente el coche,
llegamos a boca’e noche
a lo de Pablo Esquivel.
Veré si de modo fiel,
pues me parece oportuno,
mis recuerdos les reúno:
veníamos del Tandil
y era pa’ fines de abril
del año setenta y uno.
6
Yo me quería quedar…
No me gustaba la cosa
porque allá en la Barrancosa
algo me dio que pensar.
¡Era una de pasar
gamas, yeguas y avestruces
como pa’ hacerle hacer cruces
y llamarle la atención
al gringo más chapetón
o al criollo de menos luces!
7
Andaban indios, seguro,
y eso le dije al pasaje,
pero todos seguir viaje
me pidieron con apuro,
pa’ peor, del campo’e Goyburo
tráiba un mocito quebrau;
un inglés endemoniau
se quejaba’e la demora,
y a más, venía una señora
qu’iba salir de cuidao.
8
Por estas razones fue,
y otras varias que me dieron,
que al cabo me convencieron
y en mala hora aflojé.
Con todo, yo me alegré
porque luna llena había,
y esto bien me suponía
con caminos superiores,
poder estar en Dolores
con el aclarar del día.
9
Y ya caballos mudamos
sin perder un solo instante;
me acomodé en el pescante
y ya también arrancamos.
La doble zanja cruzamos
de la “posta” que les hablo,
y saludando a Don Pablo
que supo ser máistro d’ella,
tomamos por esa huella
como alma que lleva el diablo.
10
¿Quién diría que la suerte
del cristiano está suspensa
y, cuando menos se piensa,
en desgracia se convierte?
Como digo, íbamos fuerte,
meta brinco y sacudones,
yo, atento a los postillones,
el pasaje entredormido,
y galopeando tendido
nuestros ocho mancarrones.
11
Linda la noche, sin viento,
el campo, blanco de luna,
y las leguas, una a una,
yéndose qu’era un contento.
De pronto, y justo al momento
d’ir costeando un fachinal
que, junto al camino real,
se alzaba como una valla,
por tadas partes estalla
un vocerío infernal.
12
Y tras él, muchos jinetes
-más de doscientos, presumo-
que se nos vienen al humo
a media rienda’e sus fletes.
Salieron como chijetes
del pajal que les decía
y con atroz gritería
a las cuartas atropellan,
y por poco no se estrellan
contra la mensajería.
13
¡Los indios! ¡Santos benditos!
¡Señor, no nos abandones!
¡Partían los corazones
las mujeres con sus gritos!
Y llegaron los malditos
rodeándonos con presteza,
y a favor de la sorpresa
al postillón Elizondo
¡me lo hicieron cáir redondo
de un bolazo en la cabeza!
14
Y no hubo más que hablar.
Quedó parau el carruaje;
había, pues, que hacer coraje
y resolverse a pelear.
El primero en empezar
fue el inglés con  su fusil;
apagó como candil
a uno que montaba un bayo
y a otro bajó del cabayo
con un chumbo en el cuadril.
15
Los infieles al ver esto
dentraron a retirarse
pa’ después organizarse
y venirse echando el resto.
Ya nosotros, por supuesto,
perdimos toda esperanza
porque en su afán de matanza
pasaban a la carrera
y hasta dentro’e la galera
nos llegaban con la lanza.
16
Para peor, armas de fuego
solo había unas pocas buenas,
y municiones, apenas,
como se verá más luego.
Hasta el día de hoy reniego
de un balazo que le erré
con mi vieja “lafuché”
a un pampa, que abajo’el brazo,
vino y me encajó un lanzaso
en cuanto me descuidé.
17
Con más pulso, un pasajero
que viajaba en la “berlina”,
voltió con su carabina
a un chino de poncho overo.
Yo, desangrándome entero,
porque me chucearon mucho,
del pescante, sobre el pucho,
me escurrí como luz mala,
dispuesto a meterles bala
hasta el último cartucho.
18
¡Pero qué! No bien me asomo
deande me había atrincherau,
viene un indio condenau
y me lancea en el lomo.
Me dejé cáir como plomo
e igualito que lombriz,
me fui arrastrando, en un tris
que alguno me descubriera,
y atrás de una cortadera
conseguí hacerme perdiz.
19
Y siguiendo mi relato,
diré qu’entre la maciega,
a una cuadra’e la refriega
me acurruqué como un gato.
Los tiros, al poco rato,
ya no se escucharon más,
pero siguiendo no más
vibrando los alaridos
y oyéndose unos quejidos
que no olvidaré jamás.
20
¡Cosa triste y afligente
era estar sin hacer nada
de mientras tanto la indiada
se cebaba con mi gente!
No podía enteramente
moverme siquiera un poco,
y aunque yo nunca me apoco
esta vez fallé fierazo,
pues el dolor del lanzazo
me tenía medio loco.
21
También me hacía parecer
remordiendo mi conciencia,
esa terrible imprudencia,
que acababa’e cometer.
Yo nunca debí atender
los pedidos del pasaje
prestándome a seguir viaje
ansí, sin más precaución,
bajo anuncios de invasión
y en semejante paraje.
22
Cuando se dentró la luna,
pasada la medianoche,
del lau en que estaba el coche
no se óiba ya bulla alguna.
La indiada, pa’ mi fortuna,
un redepente se fue,
su galopear escuché
perdiéndose a la distancia,
hasta que me vino un ansia
y áhi nomás me desmayé.
23
No tengo idea completa
del tiempo que estuve ansí,
hasta que al fin volví en mí
en un catre de loneta.
Me hallaba en una carreta
de la tropa de Irazú
que del Puerto del Tuyú
iba con mercadería
pa’ no sé qué pulpería
en la costa’e Langueyú.
24
Según yo me lo imagino
y lo creo de verdá,
Dios en su inmensa bondá
puso al vasco en mi camino.
pero pa’otros el destino
se mostró por demás fiero,
como que del entrevero
según lo supe enseguida
¡no logró salir con vida
ni tan solo un compañero!
25
Hallaron a los finaus
-dijeron los de la tropa-
sin una pilcha de ropa
y toditos degollaus;
sus equipajes robaus
y quemada la galera…
¡No se salvó tan siquiera
del asalto, un expediente,
qu’el alcalde’e San Vicente
me pidió que le trujera.
26
Si no acierta por ventura
a encontrarme el capataz,
me hubiera muerto áhi no más
tirado como basura.
Soy de buena carnadura,
y con yuyos y a su modo
un viejo -“Miche”, de apodo-
curandero cordobés,
me atendió tan bien, que al mes
estaba sano del todo.
27
Al Azul me fui derecho
en cuantito pude andar
para ver de interesar
al ejército en el hecho.
Pero no se tomó a pecho
mi denuncia y con razón:
principiaba una función
qu’iba a terminar de prisa
con la derrota de Urquiza
en el arroyo Pavón.
28
Ansí con guerra civil
y el páis, hech’un vivo infierno,
a la final d’ese invierno
me volví para el Tandil.
Al cacique Cañumil
se culpaba por allá
de ser el memo quizá
que mandó el malón aquel…
También se habló de Catriel
y el viejo Calfucurá…
29
Pero quienquiera que fuese,
el asunto quedó en nada
sin castigarse a la indiada
por más que lo mereciese…
los mesmos pampas, parece,
fueron los que’n Lobería
cautivaron a María,
la mujer de Pedro Iriarte…
Pero ésa es historia aparte
que les contaré otro día.

Versos de Justo P. Sáenz (h)