sábado, 12 de agosto de 2017

EL SURQUI

A más de uno a la partera
en un trote sin aliento
contra la yuvia o el viento
lo yevaste a que naciera.
¡Cuánta gente chacarera
con vos se había trasladao!
en tus viajes al poblao
pa’ buscar los comestibles,
o en los momentos temibles
cuando alguno había enfermao.

A veces en cayejones
ande naides daba un paso
desafiando el barquinazo
por los pozos o güeyones,
zanjas y barro, a montones,
¡la pucha si habrás pasao…!
al cruzar algún bañao
y acaso hasta’lgún arroyo,
y no siempre había un crioyo
que te guardara lavao.

A los bailes nos yevabas
más de la cuenta cargao
y ayí vos, junto a “tu atao”
bajo el rocío esperabas…
Otras veces te aguantabas
en una noche de helada
-cuando alguna trasnochada-
el frío taladrador,
y de tu dueño, el calor
era solo pa’ su amada…

Pocas veces a pintarte
te mandaba el chacarero
porque’n un círculo austero
se tenía que manejar.
Incluso hasta pa’rreglar
te conformaba un remiendo
y ansí seguías recorriendo
de nuestra patria, sus güeyas,
dejando marcao en eyas
lo que’stuve describiendo.


Versos de Agustín Alberto López

jueves, 10 de agosto de 2017

MAIDANA

Jué en una de mi flor. Hasta en los cerros
nacían margaritas coloradas
y quedamos dispersos unos pocos,
con malas armas y ninguna bala.

Entreviero feroz: ¡Vinchas y bolas!
melenas y clineras enredadas,
relámpagos de sables y facones;
divisas rojas y divisas blancas.

Allá sobre la frente del sol bajo,
semejaba una vincha roja franja.
Dejuro había salpicao la orilla
del horizonte azul la sangre gaucha.

Nos traiban derrotaos y de tan cerca,
los gritos nos golpiaban en la espalda,
y nosotros echaos sobre el pescuezo
charquiando los reyunos a rodajas.

Llovía un chaparrón de boliadoras
que acalambraba los matungos maulas;
como trío de yaras cabezonas
se enredaban juriosas a las patas.

Maidana me seguía a un tiro’e lazo
gastándole el resueyo a un criollo pampa,
cuando lo vide cáir, tosiendo sangre
ensartao en las aspas de una lanza.

El caballo cruzó. De puro instinto
lo agarré del cabresto a la pasada,
pa’ llevarle, a lo menos si volvía
la noticia a la viuda y las cacharpas.

Mejor me hubiese güelto sobre el pucho
a vender junto a él, la vida cara
a quebrar el facón contra los sables
pero a morir en ley como Dios manda.

Y lo dejé nomás… Pobre mi amigo…
Amigo de la paz y las patriadas;
amigo de las malas y las güeñas,
y amigo de las güeñas y las malas.

Y espueliando por juera a un duro’e boca
-como adentro el dolor pinchaba mi alma-
me escabullí por fin del chucerío,
como dice el refrán, echao en l’anca.

Se hizo la paz y regresé al ranchito
del que quedo tirao en las quebradas
defendiendo el color de una divisa
vergüenza ponzoñosa de mi raza.

Me acuerdo que me dijo muchas veces
en charlas del fogón o de la carpa:,
“-Si sos amigo y regresas con vida,
cuidame el gurisito si me matan”.

Por eso lo lloré junto con ella.
Igual que un perro le cuidé las casas
y gasté con los suyos los vintenes
que en domas o tropiadas agenciaba.

Y al gurisito, con cariño’e padre,
si se dormía, lo acosté en mi falda
y si lloraba de mimoso que era
le empriesté pa’ juguete mi guitarra.

Pero vino después la “primavera”;
se ajuntaron de a yuntas las bandadas,
y echaron flores, dende los rosales
hasta esos yuyos que a la hacienda matan.

Y un vaho de vida resurgió violento
que en ley pareja la natura implanta,
y ardió el instinto como un juego interno,
que a procrearse las especies manda.

Y ella tenía veintidós abriles…
Eran sus senos como dos torcazas,
tenían sus ojos un mirar profundo,
había en su boca contenidas ansias!

Y, yo me paro, si a degüeyo tocan,
y a veces, antes de copar la banca…
pero si dentran a jugar polleras,
si solo no me paro… no me paran!

Y como me conozco y soy güen gaucho
-antes dejuro, de meter la pata-
junté las pilchas, ensillé mi moro,
y con tristeza le anuncié la marcha.

Pensaba dirme como el hombre limpio,
bien atrás el sombrero, la frente alta!
que potros pa’ montar y chinas lindas,
ni nunca me faltaron ni me faltan.

Le dije: “-Me viá dir por un tiempito,
me han echao en el pago la perrada,
pero cuente lo mesmo con mi ayuda
que, teniendo yo plata, tendrá plata”.

Ñubló sus ojos el cristal del llanto,
bajó la frente de dolor cansada;
como una hermana se abrazó a mi cuello,
y yo la recibí como a una hermana!

Casualidá fatal que ató a mi vida
el ñudo potriador de la desgracia!,
sentí ruido de espuelas, miré afuera;
cuando en la puerta se paró Maidana!...

Nos miró sacudiendo la cabeza.
Tenía en los ojos un mirar de rabia
y se quedó parao como un palenque
sin decirnos siquiera una palabra.

Después, besó al botija que en un banco
como una piedra dormidito estaba
pa’ envolverlo temblando entre los pliegues
rojos y azules de su poncho patria.

Y con él en los brazos montó’e nuevo
y se puso chiquito a la distancia…
Mejor e hubiese güelto aquella tarde
a vender junto a él la vida cara…!!


Versos de Wenceslao Varela

viernes, 4 de agosto de 2017

EL RELATO DE ANASTACIA

Salí temprano a boliar,
aprovechando la fresca
y en cuanto el s’hizo yesca
me decidí a regresar;
nos debíamos cuidar
por algún malón aislao,
y aunque avestruces cortao
vi como yendo de paso,
malicié, que por el mazo,
los habrían corretiao.

Pero al subir una loma
que la yanura resalta       
vi que  mi tropiya falta
y la primer duda asoma.
El “moro pampa” es paloma,
es mi corazón que avanza
procurando en lontananza
hundir la imaginación,
porque sepulta el malón
¡hasta la cerda su lanza!

¡Jamás sentí sobre’l cuero
una sensación tan fiera!
en furibunda carrera
rayo el “moro” en el alero,
por saber me desespero
si a Anastacia la han robao
y entro al rancho ilusionao
con una esperanza cierta:
antes de encontrarla muerta
que se la hubieran yevao.

Al entrar nomás, comprendo
que la pobre sigue viva…
aunque hacia el infierno iba
aqueya infeliz, muriendo.
Por instinto voy corriendo
a buscar tras de un horcón,
donde escuendo un “remigtón”
que se lo gané a un milico
¡apenas por el hocico!
siendo el “moro” redomón.

¡Son pocos!... eso me alienta,
cuantimás, siete -presumo-,
y se podrán hacer humo
si los alza una tormenta.
Mi “moro” ya tenía menta
de guapo en la travesía
y aunque trajinao venía
sé que en él puedo confiar,
lo he podido comprobar
caminando noche y día.

Y ya partí, sin más tregua
que la que el caso precisa;
ellos no van muy de prisa,
me habrán sacao… cinco leguas
vacas, tropiyas y yeguas
les hacen lerdo el andar,
de noche van a’vanzar
¡esa es mi oportunidá!,
Dios… si su ayuda me da
jamás le podré pagar!

El fin de mi travesía
sin ladero ni compadre,
es peliarlos donde cuadre
con la juerza que tenía.
Por mi prienda dejaría
hasta el último laurel…
supe en el momento aquel
que su esperanza es mi suerte
y que mi muerte es su muerte
en las manos del infiel.

Calculé que la manera
pa’ vencerlo al forajido
es sorprenderlo escondido
del lao de la delantera.
Ni sospecharon siquiera
de tan demente epopeya
y casi l’última estreya
vio entre la espesura parda,
¡un lión!, que al salvaje aguarda
agazapao en la hueya.

El relincho de un potriyo
los anuncia a la distancia
y siento el pecho un ansia
que se ciñe en el gatiyo.
Tantié el calce del cuchiyo,
miré al “moro” de reojo
oculto por el abrojo
¡bien estirao!, largo a largo;
ansina podía dejarlo
sin manea ni tramojo.

Noté en aqueya ocasión
que Dios a mi lao estaba
porque’l coraje esplotaba
más y más mi corazón.
La esperanza: ¡el remingtón!,
en la lucha desigual.
Y en el silencio total
solo se escuchan las patas
como arpegiando las matas
en una marcha final.

Apareció el primer bruto
que asoma en el firmamento
viene en punta, y al momento
el indiaje en absoluto.
Cuando el primer pampa enluto
se armó un tremendo regüelo,
yo que estaba contra el suelo
vi como todo se espacia,
y al que yevaba a Anastacia
cuando cerró los pigüelos.

Grité que lo amalcornara
y eya en la cruz, como pudo,
al espueliarlo el clinudo
ayudó a que se boliara.
Ayí perdió la tacuara
y yo, que me hayaba alerta,
al ver que mi gaucha acierta
a escapar en ese trance,
lo mandé pa’ que descanse
ande ninguno despierta.

Se vinieron sobre el pucho
otros tres, al verme solo,
y cayó como chingolo
al que le apagué un cartucho.
Me encaró un fiero matucho
con gritos de estremecer,
pero mi prienda al caer
se levantó con la lanza
pa’ que le entierre en la panza
el odio de esa mujer.

Un bolazo me saqué
que me rozó en el costao
pero al pampa encarnizao
el pingo le manotié,
el fierro desenvainé
en cuanto estuvo en el suelo,
quería terminar el duelo
por si venían los demás
y en dos entradas nomás
se fue gritando pa’l cielo.

Luego, el silencio total
…solo el pulso que galopa,
o alguna balar en la tropa
o el relincho de un bagual.
Cuando un yanto emocional
suelta mi pobre Anastacia
me consume su desgracia
en un abrazo infinito,
mientras le hablo despacito
de su invalorable audacia.

Y después que una oración
el sentir nos entablara
yo le pedí que mirara
la solitaria estensión,
le dije: En esta ocasión
el Señor nos ha’mparao
rejuntemos el ganao,
agarremos la madrina
y vayámonos, mi china;
que’sto quede en el pasao.


Versos de Julio H. Mariano

miércoles, 2 de agosto de 2017

EL PONCHO

Al borde de la abertura
y en las hilachas del fleco
un tono de pasto seco
riza su indócil tiesura;
color de espiga madura
o de lapacho mojado,
olor de campo soleado
y de mañana de lluvia,
estira una gracia rubia
de ruano recién tusado.

Su diversidad ondea
con seguro cumplimiento
entre las alas del viento
o el quite de la pelea;
en el hombro balancea
el descanso de un felino,
tiene rastros de camino
y de trabajo tenaz,
como todo el que es capaz
de acompañar un destino.
  
Simpleza rectangular
sobre la grupa, varía
adorno por gallardía
si se lo sabe llevar;
donaire del galopar
y galanura del paso,
es un seguro retazo
de refugio suficiente
para hacer cama caliente
en medio del campo raso.

No hay prenda que más se quiera
ni que se cuide mejor,
no se toca sin amor
ni se le presta a cualquiera,
como cobija o bandera
sabe ser tierno y ser fuerte,
y compañero de suerte
en el correr de la vida,
debe ser sombra tendida
sobre la paz de la muerte.

Versos de Miguel D. Etchebarne