jueves, 17 de octubre de 2013

TRENZA DE OCHO

1
Ajustao en el corrión
que trái de tiro el ricuerdo,
cuantas veces yo me pierdo,
mamao, en tu evocación.
Vos sabés que’l corazón
es animal delicao,
y, hay que andarse con cuidao;
pues, si te dentr’a querer,
no hay juerza que la haga ver
que’l pobre anda mal rumbiao.
2
Dicen que’l amor es ciego
y estoy por creer que’s verdá;
yo ví más de una’mistá
quemar sus alas ahí, luego.
Cuando, mansito m’entrego,
hermana, a reflesionar,
no hago más que ricordar
la gloria de tu mirada,
que abrió como puñalada
lo que no pued’olvidar.
3
No me pidas que yo nombre
lo que palenquió el secreto;
vos sabés que yo interpreto
estas cosas com’hombre.
Y, espero que no te asombre
si te dá la suerte’l anca,
porque…  la pena se arranca,
pero, haciéndolo de cuajo;
pa’ que no de más trabajo
a tus juegos de potranca.
4
Desgraciao el potro que
al ver yeguas no relincha;
mandinga, nunca se pincha
en las púas de la fe.
Yo caigo porque se vé
tanto animal pa’ enfrenar,
que’s peligroso montar
“el potranco” del amor,
y decir: “Soy domador”,
pa’ luego verse charquiar.
5
Me gusta cuando arisquea
la potranca del cariño,
porque la palmeo y, la ciño
con el cinchón de la idea.
Si una china, coquetea
a la primera intención,
l’encuentro mucha razón,
porque… si frunce la jeta
es como asao de paleta
pa’l diente de la pasión.
6
Se dice que’s la mujer
como tranca de corral;
por lo atravesad’al pial
que le tir’algún querer.
Yo creo que’s su deber
al mostrarse así ariscona;
mas, no siempre a la corona
de la pasión le de’l anca,
porque’sa tropiya blanca…
luego se hace cimarrona.
7
Y, la pasión cimarrona,
es como l’hacienda alzada,
dura, pa’ ser embretada,
si es que’l rigor l’abandona.
La ilusión, siempre sobona
va buscando en la mancera
el surco que hace la espera
de una risueña promesa;
mientras el amor empieza
a bombiar la primavera…
8
Y vos sabés que pa’ mi
siempre juistes una hermana,
y no la linda paisana
como miel de camoatí.
Dudando te sorprendí,
y, en el temblor de tus labios
adiviné los resabios
de la intriga de un traidor;
y, yo juí pa’ mi dolor
juguete de tus agravios.
9
Agravios que’ran zonceras
comparaos con el disprecio;
pero, el calor del aprecio
tráiba esas dudas matreras.
Al romper las estriberas
donde hizo pie l’amistá,
olvidaste’l chiripá
y la blusa de merino,
porque vandió tu camino
un mozo de la ciudá.
10
Y entonces, cual martingala,
la charamusca de’nojos
buscó en la noche’e tus ojos
hundir mi suerte baguala.
Del placer cortaste’l ala
pa’ maniar una ilusión,
arriándome, sin razón,
ni analizar el compendio,
y… de aqueya luz de incendio
solo quedó cerrazón.

Versos de Arturo Giner
                 “Mburucuyá”

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