lunes, 13 de febrero de 2017

A MI OVERO PAMPA

Con una tremenda helada
de un galopito cortón
me ayegué hasta “El Boquerón”
pa’ juntar la cabayada;
Don Jigena a la pasada
me hizo seña con la mano,
me dijo: “-Abajate, hermano”,
y como es gente vecina,
nos dentramo’a la cocina
para yerbiar mano a mano.

Yo en el corral oservé
un zaino pampa, un gatiao,
un tubiano colorao
y un mestizo pangaré;
el Viejo, me dijo: “-Che,
le echastes el ojo al pampa,
no andes haciendo retranca,
ponele el recao, probalo,
y si te gusta… yevalo!”,
y me dio su mano franca.

Al pampa se lo cambié
por una crioya lobuna
que me costó una fortuna,
iba con la cría al pie;
cuando al pingo lo ensiyé
ni bien estuve montao,
lo volqué pa’ los dos lao
y pa’ no andar con fracaso,
áhi nomás desprendí el lazo
y revolié entusiasmao.

Al cabayo lo yevé
a la’sidera aquel día,
hoy toda la pampa es mía
y en sus patas tengo fe.
¿Qué vale un gaucho de a pie?
Es un linye sin destino,
es un jilguero sin trino,
es un freno sin coscoja..
Un gaucho a pie se me antoja
que’s un paria en el camino.

Mi recao, es una siya,
el pampa, un niño mimao;
lo junté con un gatiao
que quedó de la tropiya.
La cosa no es tan senciya
pa’ los crioyos argentinos,
hay que andar por los caminos
para no pisar la soja…
Entre un cantar de coscoja
será el fin de mi destino.

Versos de Mario Triviño Montiel

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