viernes, 28 de octubre de 2011

NI AMOR NI JUEGO

Jui regular pa’l cuchillo,
pa’l lazo, como de encargo,
pa’ los naipes muy amargo
y aquerenciao al lomillo.
Pero nada más sencillo
que’l juego ‘e taba encontrao;
pucha… si me tiene dao
en la vida tanto cobre;
que de bandido ando pobre
con la plata que he ganao.

Con mi tiro se pararon
los más crudos ‘copadores’,
y famosos clavadores
a mis manos se jugaron;
como a Dios me respetaron
en las canchas más mentadas
y, después de esas oladas
de arrear el último peso;
quedé barajando el güeso
al final de cien jugadas.

En la estancia “El Caburé”,
después de una gran cerdiada,
se había armao una tabiada
y de pasada llegué.
Mano a mano me atraqué
al resplandor de la luna,
las pilchas y una fortuna
le tuve a un indio ganadas.
Le eché veintidós clavadas
sin volcárseme ninguna.

Un medio de día de enero
que’l sol me venía quemando
encontré desensillando
la peonada de un tropero,
allí nomás el apero
a mi moro le bajé
y a jugar los convidé
-mientra’el churrasco se asaba-;
esa ocasión con la taba
ni sé cuánto levanté.

En la estancia “La Espadilla”,
a un moreno brasilero,
le gané todo el dinero,
el herraje y la tropilla;
y también, a un tal Bonilla
en la pulpería ‘e “Centenos”,
tabero bastante güeno,
aguantador y platudo;
lo largué medio desnudo
y en pelo sobre un ajeno.

Después, cuando con mi hermano
acarriabamos baguales
pa’ unos remates mensuales
allá en el pago entrerriano
llegó un amor soberano
toda mi vida a embargar,
de una hija de aquel lugar
de la gran tierra Argentina;
era una mujer divina
que nunca podré olvidar.

Más mi hermano, con pasión
se prendó de mi entrerriana
y en mi mente una idea insana
me espueliaba con razón;
véia en el humo traición
si pitaba ‘e su tabaco
o si me empinaba un taco
de su chifle de franquero;
en su facón caronero
o en su poncho calamaco.

A buenas nos arreglamos
-aunque nos sobran agallas-
y a siete pasos dos rayas
con los facones marcamos;
la “baya” los dos tanteamos,
tiró primero mi hermano,
iba a defender ufano
toda su dicha, talvez…
Y me la dejó a los pies
como puesta con la mano.

Yo también la barajé
con esperanza en el pecho,
adelanté el pie derecho,
agaché el brazo, y tiré…
La taba picó y se jué
como una cosa perdida;
si cuando la vi caída
me vino como un sudor…
Jué la parada mayor
que yo he perdido en mi vida.

Después, golví pa’ mi tierra
con alma y fe quebrantadas
y me hayao en cien jugadas
de boliche, trilla o yerra.
Pero en tal forma me aferra
el recuerdo, aquella amada,
que si caigo a una jugada
y por vicio el güeso piso:
cuando echo algo, siempre es liso
por más que pique a clavada.

Versos de Wenceslao Varela
                      (uruguayo)

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