sábado, 26 de noviembre de 2011

EL RECAO

1
Con el cinchón bien sobao,
haciendo de todo un lío,
bastos, chapiao, prenderío,
está en el suelo el recao.
Al mirarlo he recordao
aquel tiempo sin dolor,
cuando de mi vida en flor,
que era un purito domingo
cruzaba el campo en mi pingo
llevando en ancas mi amor.
2
Al desatar la envoltura
de las prendas he sentido
como si de un ser querido
abriera la sepultura.
Todo un mundo de ventura
se me ha presentao allí:
el ranchito ande nací,
el ombú que le da sombra,
el pastito como alfombra
en que mil noches dormí.
3
Las estrellas como flores
de luz, en lo alto del cielo;
el griterío de un vuelo
perdido de silbadores,
las bocanadas de olores
que vienen del campo abierto,
el vientito del desierto
al ir aclarando el día,
la mañana… la alegría
del silguerío despierto.
4
El rayo del sol primero
que va a besar a la loma,
el gemir de una paloma,
el gritoniar de un hornero;
la diana alegre de un tero
que hace guardia en el bañao;
de un toro viejo, encelao,
el bramido de sus quejas;
el balar de las ovejas,
los mugidos del ganao…
5
A mi escuro renegrido
he sentido relinchar,
lo mesmo que el corretiar
de los perros y el ladrido;
del gallo giro, el volido
he visto dende la higuera,
y después, la ronda austera,
que le hacía a las gallinas,
que presumían de finas
siendo al fin como cualquiera.
6
Las priendas de mi recao
voy a mostrar despacito,
que pa’ mi, mucho bendito
hay en ellas encerrao.
Al lindo freno platiao
le ha tocao ser el primero,
pues tratándose de apero,
por el freno hay que empezar
cuando se ha de arrocinar
a un hombre o a un parejero.
7
¡Aquí está!... Nuevito de hoja
parece. ¡Tal lo he cuidao!
Sus copas son un dechao
y un contento su coscoja.
Y cuando en la rienda floja
jugaba con él mi escuro,
ni un cristiano, de seguro,
quedaba sin almirar
de mi criollito el trotiar,
que envidiaba más de un puro.
8
Aquí están las cabezadas
con su testera y fiador;
la manea, el maniador
y las dos riendas platiadas;
el pretal, con sus caladas
estrellas, que con primor,
van de mayor a menor
del encuentro hasta el lomillo,
y que, en mi escuro, su brillo
era un puro resplandor.
9
¡Velay los dos sahumadores
de mis estribos, grabaos
por plateros afamaos
igual que los pasadores!
allá en mis tiempos mejores,
cuando cruzaba el pueblito
zapatiando un trotecito
atravesao en mi flete,
los llevaba de juguete
pisándolos despacito.
10
Estas espuelas coquetas,
de ruidosas alabadas,
colgaban destalonadas
de la alzaprima sujetas.
Al óirlas rodar inquietas
con su cócora sonido,
el gauchaje, conmovido,
decía, la voz alzando:
-¡Áhi va va un gaucho galopiando,
honrao, valiente y temido!
11
Ese rebenque, trenzao
con un tientito tan fino,
lo heredé de pagrino
que lo había trabajao.
De virolas adornao,
con su argolla y su lonjita,
parece una monadita
lo mesmo que un abanico,
pero si tuviera pico…
¡Qué historias!... ¡Virgen bendita!
12
Aquí está el lazo, largote,
pa’ trabajar ande quiera,
prendido de la asidera,
que’s de cuero de cogote;
cuatro armadas en un bote,
sobre la res que se elija,
puede tirarse a la fija,
y enlazarla del tirón…
pero ¡guay del revolcón
si el julepe lo encanija!
13
Aqué están también las bolas
u pa’ avestruz, u pa’ potro,
y que, como dijo el otro,
“de güenas… bolean solas”.
De torzal fino las piolas,
y las piegras del Tandil,
apuesto aquí que entre mil
no hay otras como las mías,
pues las mesmas Tres Marías
son como al sol un candil.
14
¡La cincha!... Sería al ñudo
querer cosa más pulida,
con la encimera curtida
y abajo de cuero crudo
de un chúcaro, alzao, clinudo,
y a rajar con l’uña l’anca
que detrás de una potranca
se andaba haciendo el bonito,
sacó está lonja un gauchito,
tan parejita y tan blanca.
15
Aura los bastos levanto
pa’ que los contemplen bien,
aquí está el centro y sostén
de’ste recao a quien canto,
no sé de mi vida cuánto
a ellos me une, lo mesmito
que los dos por un tientito
van juntos como gemelos…
que’so, tan solo en los cielos,
o en la pampa, ¡estará escrito!
16
Voy a desdoblar, señores,
lo más blando del recao:
las matras, por decontao,
y las jergas de colores,
la carona, que en mil flores
bordó un paisano ladino;
el cojinillo, más fino
que de una mujer el pelo,
y el sobrepuesto ¡ese cielo
que a otras décimas destino!
17
Déjenmé que arrodillao
junto a esta prienda sagrada,
de arriba a’bajo bordada
por ser el más adorao,
saqué del pecho angustiao
palabras de un sentimiento,
que ni el mesmísimo viento
debía escuchar aquí,
porque ninguno, ¡ay de mi ¡
sentirá lo que yo siento.
18
Junquillos, claveles, rosas,
derramó tu linda mano
sobre este paño paisano,
en horas pa’ mi dichosas;
cual enseñas vitoriosas,
flamiando de norte a sú,
mi orgullosa juventú
las llevó por esos pagos,
¡buscando tal vez halagaos
que estaban en tu virtú!
19
Sobre este paño bordao,
fui soldao y fui matrero,
fui jugador, pendenciero,
malevo y desordenao;
corriendo desatinao
en busca de otros amores,
manché mil veces las flores
que me osequió tu cariño…
y auro lloro como un niño
el dolor de tus dolores…
20
Tendido sobre este lecho,
tu sombra abrazo soñando,
y te cuento suspirando
las tristuras de mi pecho.
Junto a mi cuerpo te estrecho,
y como a un panal de mieles,
tus labios puros y fieles
beso en ansias amorosas,
la que perfuman tus rosas,
tus juncos y tus claveles!
21
Aura, déjenmé, señores,
que otra vez líe el recao…
yo… ¡ya me créiba curao
de mis antiguos dolores!
Pero hay rescoldos traidores
que cualquier vientito atiza,
y hoy, en la olvidada triza
de mi viejo pensamiento,
he encontrao ese lamento
¡escarbando en su ceniza!
  
Versos de Nicolás Granada (1840/1915)
  
Silguerío: jilgueros
Cócora: molesto/a
Encanija: lo arruga

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