lunes, 30 de enero de 2012

ESCUELA GAUCHA

Ya estaba el potro ensiyao
en la playa, campo ajuera,
pa’ que Nicasio subiera,
un hijo de Pancho Aldao.
El viejo lo había agarrao
con atención al bagual:
una mano en el bozal
l’otra en la oreja, y de modo,
que tapaba con el codo
el ojo del animal.

El mozo, el basto tantió,
pisó el estribo y liviano,
como puesto con la mano
sobre el recao se quedó.
El pingo medio se arquió
como arroyando el peyejo,
y ansina entonces el viejo
viendo a su gaucho prolijo,
éstas palabras le dijo
dándole fé en un consejo:

“Güeno m’hijo, haga coraje
y apriete bien las rodiyas,
que es capaz de hacerse astiyas
beyaquiando este salvaje.
Priéndaselé y aunque raje
la tierra en cada bufido,
mire siempre, precavido
la cabeza del zotreta,
cosa que en cada gambeta
no lo haye desprevenido!

Incline el cuerpo pa’ atrás,
estribe corto y seguro,
cosa que’n caso de apuro
me le eche el “dos” áhi domás.
Háchelo bien si es capaz
no le mezquine rodaja,
pues siempre tiene ventaja
salir marcando a rigor;
de no, ande muestre temor
dejuro áhi mesmo lo baja…”

Dijo el mozo: “Largueló!”
Pegó el viejo la cuerpiada
y como ánima endiablada
la polvadera dejó.
Tuito el campo beyaquió
pero el mozo, sin recelo,
como nacido en el pelo
lo iba gritando de intento,
y el viejo decía contento:
“¡Estos son los de mi suelo!”

Versos de Pedro Boloqui

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