domingo, 29 de diciembre de 2013

EL PALENQUE

Ese poste medio aislao
del rodeo’e la manada;
el que cera’e la ramada
se alza como abandonao;
el que está más enterrao
que los demás, en el suelo,
tal vez porque da recelo
su solitaria altivez
o ¡quién lo sabe!, tal vez
porque está apuntando al cielo.

El que aguanta, si aguantar
se llama en la lengua mía
sufrir una tiranía
que lo oprime sin cesar.
El que ya no podrá dar
aunque le sobre coraje,
ni el más mísero ramaje,
ni un retoño, tan siquiera
pa’ demostrarles lo que’ra
antes de ser un salvaje.

El que inora, en su orfandá,
tan siquiera si es del pago,
o si es apenas rezago
de la Diosa Inmensidá.
El que nunca tuvo edá
porque nunca jué mocito,
pero en cambio lleva escrito
sobre el lomo esta sentencia:
¡no tendrás independencia,
pero serás un proscrito!

El que al sol, al agua, al viento,
al fuego, al hielo ¿qué importa?
las maldiciones soporta
del hombre y del firmamento.
El que, paria, en su contento
convertirse en la guarida
de’sos seres que la Vida
lanza al mundo, generosa,
como yapa’e su cuantiosa
produción tan discutida.

El que, firme y altanero,
¡pobre orgullo des’te juerte!,
hasta en guardián se convierte
de cualisquier bolichero…
Áhi lo ven, sin ser matrero,
tanto al fin se lo hostigó,
que a la postre concluyo
por ser lo que no debía:
solo un poste’e pulpería
quien pa’ palenque nació.

¡Palenque, sí, lo más fiel
que’n el campo hemos tenido,
porque siendo un oprimido
nunca supo lo que’s yel;
palenque, sí, porque’n él
no triunfó marca ni pelo,
ya que igualó en su desvelo
al rico y al disgraciao,
porque pa’eso está enterrao
más que naides en el suelo!
                                          (Ca. 1942)

Versos de Martín Ignacio Reynoso

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