lunes, 28 de noviembre de 2016

EL GATIAO DE MEDINA

           (relato)
1
Era un tal Lucio Medina
criollazo como el mejor,
además buen domador
de la estancia “La Colina”,
de una raza muy genuina
campero bien apreciao,
supo tener un gatiao
que fue toda su alegría,
y en yerras y pulperías
un pingo muy codiciao.
2
Con el produto’e las domas
el hombre compró un campito,
y allí levantó el ranchito
apareao entre dos lomas.
Bozales, riendas, caronas
adornaban la cocina,
y otras cosas que Medina
tenía pa’ su quehacer,
gran pucha! si es pa’ no creer…
una esperanza en la ruina.
3
Ya cerrada la oración
dispués que un chala pitaba
pa’l catre se refalaba
aunque no era dormilón;
la pava sobre el fogón
había quedao silenciosa,
y alguna estrella brillosa
juguetiaba tras del cerro,
oyó tañir el cencerro
en forma muy sospechosa.
4
De un salto cayó parao
y se vistió de un tirón,
dispués manotió el facón
que estaba sobre el recao,
de tarde lo había dejao
mientras cortaba unos cueros,
y ya con el caronero
bien cauteloso y alerta
¡iba entreabriendo la puerta
pa’ divisar el sendero!
5
Al salir quedó agachao
costiando una cinacina,
viendo un bulto que camina
en dirección al gatiao.
Ya mesmo quedó enterao
de lo que iba a pasar,
jamás podría dudar,
estaba bien alvertido
que a su pingo más querido
se lo querían robar.
6
Cuando aquel bulto cruzó
por detrás de la tropilla,
Medina, cuasi en cuclilla
hasta su pingo llegó;
las madrina conocío
a su dueño en el istante,
cuando el grito vigilante
le dio de pronto algún tero
y al darse vuelta el cuatrero
Medina estaba adelante.
7
Cuando se gana el tirón
en un trance tan audaz
al más mentao y capaz
le hace bulla el corazón.
Y al cuatrero en la ocasión
al sentirse descubierto,
desmontao, a campo abierto
no es muy fácil disparar,
solo le resta peliar
o si no, darse por muerto.
8
El hombre andaba de a pié
con el caballo’e la rienda,
que en el claro de una senda
reflejaba un pangaré.
“De alto… ¿quién es usté…?”
Un grito quedó flotando,
se jue pa’tras reculando
con intención de montar…
Y a otro palo fue a parar
una lechuza chistando.
9
Medina jue como luz,
no menos lo jue el cuatrero,
cuando uno y otro acero
tráia un destino de cruz.
La tropilla en el tras luz
con inquietú se alejó,
solo el gatiao se quedó
como mirando la escena
bajo esa noche serena
donde su dueño pelió.
10
El cuatrero ya finao
quedó en el suelo tendido
y Medina, mal herido
quiso buscar el gatiao…
caminó como enredao
con el facón de testigo
y al verlo cerca a su amigo
palmiándolo de ante mano
le dijo: “No importa hermano,
vos te quedaste conmigo”.
11
A Medina lo enterraron
-vino a saberse dispués-
dejando aclarao el juez
del modo que lo mataron.
Hay un árbol que plantaron
en el lugar que cayó,
un resero lo encontró
al despuntar ese día
y antes de morir decía
lo que esa noche pasó.
12
Poco después el gatiao
fue festín de los caranchos,
murió en la tranquera’el rancho
donde supo estar atao.
Un día que estaba echao
se quedó como dormido,
la boca abierta, sumido
como relinchando al dueño
y en el galope de un sueño
se jue con rumbo al olvido.

Versos de Rafael Bueno

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