MI PONCHO DE GUARDA ATADA
Y en un moro que
escarciaba
con ganas de
atropellar,
sin salirse del
lugar
parecía que avanzaba.
A correr me
convidaba
mostrando todo su
empeño
un pampa altivo, su
dueño,
de sonrisa
desconfiada
con poncho de guarda
atada
lo más parecido a un
sueño.
2
Con una mano en el
tuse
mi tostao acaricié
y sin dejarlo hacer
pié
yo también le salí
al cruce:
“-Lo tengo pa’ los
ñanduce
porqu’es bastante
avispao,
y aunque no está
cepillao
siempre levanta
algún grano.
Tenga cuidado
paisano...
no vaya a salir
boliao”.
En trescientos fue cerrada
a poco de conversar.
Era montar y montar
sin usuras, ni
cortada.
Toda mi plata jugada
y como soy medio
audaz,
por un antojo nomás
agrandando el
desafío
conociendo al flete
mío
le pedí una cosa
más.
Se volvió el indio
sonriente
para escuchar mi
pedido
y con un gesto
atrevido
otra vez mostró los
dientes.
Le dije serenamente,
si otra cosa me
apostaba
yo con mi
rastra pagaba
en el caso de perder,
más si llegaba a
vencer
con su poncho me
cobraba.
Asintió medio
asombrao
apenas con la
cabeza,
después gritó con
fiereza
y salió pa’l otro
lao
Yo serio con mi
tostao
me acerqué hasta el
partidero,
me apreté fuerte el
sombrero
tras la señal de la
cruz,
y me encomendé a Jesús
pa’ semejante
entrevero.
Hizo dos o tres
partidas
hasta la punta del
monte,
yo apenas le hice un
apronte
y me encajoné enseguida.
Hay momentos en la vida
que la duda nos
socaba.
“¡¡Voy al moro!!”,
se escuchaba
pagando doble la
apuesta
y al ver difícil la
cuesta
yo sentí que me
gustaba.
Baquiano pa’ la bandera
salió el moro como rayo
pero atento mi
caballo
no nos despegó
siquiera,
buscó el indio la
manera
de salir aventajao,
cuando se vió
emparejao
le dio dos guascazos
secos...
Más le flamiaban los
flecos
más corría mi
tostao.
Era sangrudo el
morito,
corredor de buena
laya,
me la pelió hasta la
raya
pero le gané clarito.
Del pampa se
escuchó un grito
como un rezongo
lejano
pero, como aquel
paisano
que a ninguna prenda
se ata
con una me dio la
plata
y el poncho con la
otra mano.
Es la pilcha que más
quiero.
Siempre la llevo a
mi lao
en homenaje al
tostao
que fue tan buen
parejero.
Como soy medio
trovero
sé amansar la
madrugada
y en la última
topada
ni aunque venga
echando el resto,
¡ni a la muerte yo
le apuesto
mi poncho de guarda
atada!
Versos de “Coqui”
Sondón
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