jueves, 5 de junio de 2025

MI PONCHO DE GUARDA ATADA

 MI PONCHO DE GUARDA ATADA

 1

Y en un moro que escarciaba

con ganas de atropellar,

sin salirse del lugar

parecía  que avanzaba.

A correr me convidaba

mostrando todo su empeño

un pampa altivo, su dueño,

de sonrisa desconfiada

con poncho de guarda atada

lo más parecido a un sueño.

2

Con una mano en el tuse

mi tostao acaricié

y sin dejarlo hacer pié

yo también le salí al cruce:

“-Lo tengo pa’ los ñanduce

porqu’es bastante avispao,

y aunque no está cepillao

siempre levanta algún grano.

Tenga cuidado paisano...

no vaya a salir boliao”.

 3

En trescientos fue cerrada

a poco de conversar.

Era montar y montar

sin usuras, ni cortada.

Toda mi plata jugada

y como soy medio audaz,

por un antojo nomás

agrandando el desafío

conociendo al flete mío

le pedí una cosa más.

 4

Se volvió el indio sonriente

para escuchar mi pedido

y con un gesto atrevido

otra vez mostró los dientes.

Le dije serenamente,

si otra cosa me apostaba

yo con mi rastra  pagaba

en el caso de  perder,

más si llegaba a vencer

con su poncho me cobraba.

 5

Asintió medio asombrao

apenas con la cabeza,

después gritó con fiereza

y salió pa’l otro lao

Yo serio con mi tostao

me acerqué hasta el partidero,

me apreté fuerte el sombrero

tras la señal de la cruz,

y me encomendé  a Jesús

pa’ semejante entrevero.

 6

Hizo  dos o tres  partidas

hasta la punta del monte,

yo apenas le hice un apronte

y me encajoné  enseguida.

Hay  momentos en la vida

que la duda nos socaba.

“¡¡Voy al moro!!”, se escuchaba

pagando doble la apuesta

y al ver difícil la cuesta

yo sentí que me gustaba.

 7

Baquiano pa’ la bandera

salió el moro como rayo

pero atento mi caballo

no nos despegó siquiera,

buscó el indio la manera

de salir aventajao,

cuando se vió emparejao

le dio dos guascazos secos...

Más le flamiaban los flecos

más corría mi tostao.

 8

Era sangrudo el morito,

corredor de buena laya,

me la pelió hasta la raya

pero le gané  clarito.

Del pampa se escuchó  un grito

como un rezongo lejano

pero, como aquel paisano

que a ninguna prenda se ata

con una me dio la plata

y el poncho con la otra mano.

Es la pilcha que más quiero.

Siempre la llevo a mi lao

en homenaje al tostao

que fue tan buen parejero.

Como soy medio trovero

sé amansar la madrugada

y en la última topada

ni aunque venga echando el resto,

¡ni a la muerte yo le apuesto

mi poncho de guarda atada!

 

Versos de “Coqui” Sondón

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