sábado, 11 de febrero de 2012

ROMANCE PARA UN VIEJO CARRERO

Viejito de las tres yuntas:
del “Clarín” y del “Corneta”,
del “Pericón” y el “Mazurka”
del “Remendao” y el “Bandera”.

Compañero de las noches
torvas de bravas tormentas,
amarillentas de luna,
agujereadas de estrellas.

Perseguidor de cien rumbos
perdidos sobre la tierra,
señor de las madrugadas
amigo de la carreta.

La que sobó con sus ejes
calientes de tantas vueltas
el lamento de un chirrido
entre sus “masas” resecas.

La que en los días de estío
-después de jornadas recias-
te hizo sombra con el toldo
para refresca tu siesta.

La que te sirvió de rancho
para salvar tu osamenta,
cuando la cimarronada
te rodeó en alguna sierra.

Sin prisa, siempre sin prisa,
con tu marcha somnolienta,
se acabaron los caminos
primero que tu paciencia.

Viejo de la barba blanca
y de la blanca melena
como la lana que tienen
tus cojinillos de oveja.

Cantor de las medias cañas
y de las cañas enteras.
Te nacieron vidalitas
cuando te plantaron penas.

Con tu nudosa tacuara
hiciste lanza y bandera
cuando te llamó la patria
con el grito de la guerra.

Y enhebraste muchas veces
-en las madrugadas negras-
el medallón de la guía
para tenerlo más cerca.

Trajiste de las estancias
vellones, cueros y cerda,
pluma de avestruz y cebo
o guampas, huesos y leña.

Y a las estancias llevaste
-en tu viaje de ida y vuelta-
yerba, galleta, fariña,
sal, vino, caña o ginebra.

De dormir a la intemperie
se hizo blanca tu cabeza
y en los tajos de tu frente
se sumaron tus ochenta…

Abuelo de los fogones
calientes de historias viejas,
curado a tabaco negro,
a mate amargo y ginebra.

Te hizo ver cien luces malas
tu superstición campera,
y de ignorancia contaste
mentiras que créiste ciertas.

Quien te iba a decir que no
te anunció ruina la “autera”
cuando te cantó posada
sobre el “limón” o la rueda.

Por eso fuiste tan bueno:
peleaste solo en la guerra
y en la paz con los jaguares
o alguno de malas mentas.

Sin rezar un padre nuestro
no acostaste tu cabeza,
para que Dios perdonara
pecados que no hacen mella.

¿Para que “viejito” gaucho?
Si los como tú no pecan…
Si tu eres siempre inocente
con tu caudal de experiencia.

¡Si yo te veo tan niño
como cuando tu “nacencia”!...
O como cuando tu madre
te hacía dormir con la teta.

“Viejito” de las tres yuntas
“guitarrero” de las huellas…
Cantor de las madrugadas
herrumbrosas de tristeza…

Te hallaron unos troperos
dormido como una piedra.
De colchón los cojinillos
y el basto de cabecera…

Ya no te oirán los caminos
gritarle en las noches negras
ni al “Pericón” ni al “Mazurka”
ni al “Remendao” ni al “Bandera”.

Esos caminos que atan
-con un centenar de leguas-
la frontera con el pueblo
y el pueblo con la frontera.

Esos caminos que oyeron
-al traquetear de las ruedas-
el cencerro del “Clarín”
y el cencerro del “Corneta”.

Ni te saldrán luces malas
a interceptarte la senda,
ni te anunciará más ruina
la bataraza agorera…

Sola quedó tu guitarra
donde tus dedos macetas
enredaron vidalitas
con el cimbrar de las cuerdas.

Sola quedó en el recuerdo
tu taciturna tristeza;
sola quedó tu guitarra,
las yuntas y la carreta.

De tanto cambiar de rumbos
olvidaste la querencia.
Quizás por eso no tienes
ni quien te prenda una vela.

Ni quien para tu alma, rece
un padre nuestro siquiera…
y tantos que tu rezaste
para las almas en pena…

Yo olvidé todos mis rezos
a lo largo de mis huellas…
pero aprenderé de nuevo
una oración aunque sea.

Y me hincaré de rodillas
como tu también lo hicieras,
para que Dios te perdone…
para que tranquilo duermas.

Versos de Wencelao Varela

Nota: este verso no es campero, pero me tentó incluirlo

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