sábado, 17 de diciembre de 2011

SEMBLANZA SUREÑA

Hoy quiero cantarle al alma
de la llanura sureña
como una tierna reseña
de un atardecer en calma.
Su honda frescura ensalma
los males del pensamiento
refrescando sentimientos
de que tiempos que ahora son sueño
cuando tenía por dueño
al puma, el potro y el viento.

No voy a nombrar la gente
que sus campañas gastaron
ni las cruces que dejaron
al irse calladamente.
Nombro la paz imponente
que domina sus ocasos,
las vibraciones del lazo,
su cielo enorme y abierto
y su insondable desierto
erizado de lanzasos.

Nombro sus claras mañanas
emancipadas del mar
proyectando un aletear
de albas gaviotas lejanas,
la algarabía temprana
que empluma el aire de trinos,
sus arroyos cristalinos,
el rumor de sus cañadas,
y sus salinas cercadas
por el valor ranquelino.

Le canto al Río Salado
muriendo entre cangrejales
y a sus bravos pajonales
de crestón empenachado;
a los ombúes clavados
en las lomadas dormidas,
a las aguadas perdidas
en un silencioso orgullo
y a los solemnes mangrullos
de las montañas Mahuidas.

Nombro su noche estrellada
bitácora de baqueanos
y a los caldenes pampeanos
frontera de las boleadas,
a las crujientes heladas
plateando los fachinales,
a los tibios arenales
y al riesgo del forastero
por los piales traicioneros
que le tiran los guadales.

Versos de Osvaldo Andino Álvarez

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