sábado, 11 de mayo de 2013

EL LOBISÓN


(Relato Entrerriano)

Ya van pa sais meses que gané los montes
dende aquel mal día que me disgracié.
¡Jué pucha, que’es fiera la vida ‘e matrero!
Lo que se padece, yó solo lo sé.

Angustias á  bocha pa conseguir carne
aguaitando siempre la  oportunidá
de hallar un carpincho apartao del agua
o bombear con tiempo un guazubirá.

¡Si habré pasao soles, heladas y lluvias
con las pocas pilchas que de casa alcé!
No tengo tabaco. La yerba que truje
hace ya bastante que la terminé.
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 La cosa jué ansina. Yo andaba tropiando
allá por las puntas del  Mocoretá
con unos patrones que arrendaban  campo
a los Goicoechea de Puerto Yeruá.

Y volviendo un día con trescientas vacas
compradas al corte en lo de un inglés,
como a boca‘e noche llegamos a un puesto
a la entrada ‘el campo de un tal Juan Cortés.

Rodiamos la tropa. Mudamos caballo.
Encendimos juego pa cimarronear,
y yo con  los chifles trotié hasta las casa
a tráir agua y carne pa ver de cenar.

Juera el guardapatio, toda la familia
estaba riunida aguaitandomé.
¡Cha!¡Cuando mi acuerdo de esa pobre gente
por adentro el pecho siento no sé qué!

Era una señora con tres gurisitas
y el marido, un indio de bastante edá,
que en un catre ‘e tientos estaba tullido,
¡Vaya uno a saberlo porqué enfermedá!

Dentraron a hablarme, y flor de atenciones
tuvieron conmigo cuando me abajé.
Colegí enseguida que algo les pasaba,
pero, por supuesto, nada pregunté.

Un medio borrego taba acomodando
sobre el sirigote para dirme yá,
cuando la patrona, que andaba tras mío,
comenzó a decirme con gran ansiedá:

"Fijesé, paisano, lo que nos sucede;
“esto ya no es vida a mi modo ‘e ver,
“pasan aquí cosas tan demás tremendas
“que yo le garanto no sé lo que hacer.

“De un tiempo a esta  parte, toditos los viernes
“El lobinsón sabe llegarse hasta acá.
“¡Por Dios se lo pido, no nos deje solos;
“dejuro esta noche se aparecerá!”

¿Qué quieren que hiciera? No pude negarme.
En mi china vieja al punto pensé,
y no bien cumplido mi cuarto de ronda,
de nuevo en el puesto me les presenté.

En el medio ‘el patio, bajo un espinillo,
tendí mi recado para descansar,
recién me dormía, cuando un redepente
siento que los perros dentran á torear.

Ya también los lloros oí  dentro el rancho,
con unas palabras medio los calmé,
y con “las de potro” listas en la mano,
en un par de brincos pa ajuera gané.

Clarita la noche. Mientras yo bombiaba
pa  todos los lados con prolijidá,
veo que los perros reculando aullaban
ante algo que vían en la oscuridá.

¡Mi Dios! ¡Cosa fiera había sido aquello!
cuantito lo vide, ya me persiné.
Era un bicho grande, con laya ‘e  ternero
y un hocico largo como el yacaré.

Como lista ‘e poncho se vino a toparme
con un trote ansina como el aguará.
¡Si cuantimás pienso, si cuantimás creo
qu’hice la pata ancha de casualidá!

¡La Virgen te ampare!, ricuerdo que dije,
¡Serás o nó ánima! – y ya revolié,
luciéndome tanto con las tres marías,
que del primer tiro me lo asiguré.

¡Toca! ¡Toca! ¡Toca!, le grité a los perros,
por ver si podía hacerlos cargar,
y pelando el fierro ya me le fí al humo,
porque no era el caso pa facilitar

Como trenza de ocho rodamos po el suelo
yo a las puñaladas y él por hacer pié,
cuando cerca de mío clamó una voz débil:
¡No me mate, amigo! ¡Por Dios, déjeme!

Jué tal la sorpresa, que perdí el resuello;
trémulo y confuso, sujeté ahi no más.
¡Al ver que aquel bulto comenzó a escurrirse
y salió un cristiano por el  lao de atrás!

Queriendo pararse, dio unos sacudones,
y aunque de ayudarlo al punto traté,
se volcó de espaldas y con un suspiró
del mundo ‘e los vivos pa siempre se  jué.
.....................................................................
Ya van pa sais meses que gané los montes
dende aquel mal día que me disgracié.
¡Jué pucha, que’es fiera la vida ‘e matrero!
Lo que se padece, yo solo lo sé.

Versos de Justo P. Sáenz (h.)

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