domingo, 28 de enero de 2018

HISTORIA DE UN RELINCHO

Cerca del camino aquel
tan solitario y tan ancho
había levantao su rancho
Amadeo Villarruel.
Tenía un sauce y un jagüel
con un balde en el crucero;
un perro grande ovejero,
que áhi se quedó de agregao.
Y un tordillo y un gatiao
pa’ sus changas de resero.

Villarruel acostumbraba
voltiar el aspa temprano,
sobre todo en el verano
diariamente madrugaba.
Y una mañana que estaba
divisando el infinito,
lo vido al gatiao solito
cuando el día dio un reflejo.
Pero el tordillo ¡canejo!
faltaba del potrerito.

Recorrió pacientemente
por todas las cercanías,
y anduvo unos cuantos días
preguntándole a la gente.
Y aunque el ser tan diligente
no le dio ninguna pista,
un día que tendió la vista
de aquel camino en el brillo,
se juntó con el tordillo
de una manera imprevista.

Divisó una polvadera
por detrás de las lomadas…
Era una de esas yeguadas
que el frigorífico espera.
Al enfrentar la tranquera,
se escuchó con insistencia,
relinchar con estridencia
de entre el polvo movedizo…
como lo hace un yeguarizo
cuando vuelve a la querencia.

El gatiao enloquecido
contestaba ese relincho
y, poniéndole un carpincho,
Villarruel, ya decidido,
lo montó, y en un soplido
alcanzó aquella manada.
Entre esa mancarronada
iba el tordillo mezclao;
y juntándose al gatiao
se apartó de la yeguada.

Los dos hocicos juntaron
los caballos, y con eso
parecieron darse un beso,
y un relincho se pegaron.
Los dos hombres se miraron
poniendo en los ojos brillos
Villarruel tantió el cuchillo
y al tropillero enfrentó
y áhi nomás le preguntó:
“-¿De ande sacó ese tordillo?”

“-A treinta leguas de aquí
lo compré -dijo el viajero-
a quien me aceptó ligero
lo poco que le ofrecí”.
“-No dudo que ha sido así”
-dijo entonces Villarruel-
pero sacando un papel,
le dijo: “el dueño soy yo”
y una marca le mostró
dibujada en forma fiel.

“-Viendo que se han relinchao
-dijo el hombre- ya estoy viendo
que han estao juntos viviendo
el tordillo y el gatiao…
Sin ese certificao
pa’ mi hubiera sido igual.
Pa’ entregarle el animal
ningún papel necesito
porque ya se ve clarito
que usté dueño del bagual”.

Villarruel que era un paisano,
lleno de agradecimiento,
le respondió en el momento:
“-Quiero estrecharle la mano…
en mi alero campechano
tal vez de nada carezca;
deje que el rancho le ofrezca;
tome mate, churrasquee,
y así, después que sestee,
podrá seguir con la fresca”.

Se entienden a la distancia
con un relincho cortao,
pingos que juntos se han criao
en el puesto o en la estancia.
Lo sabe desde la infancia
el hombre de la llanura…
Del compañero en procura
el tordillo relinchó
y el relincho lo salvó
de ir a una muerte segura.

Versos de Luis Domingo Berho

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