jueves, 5 de mayo de 2011

LA CITA

Arisquiando a los perros, prevenido,
llega el mozo, vaquiano, viento en contra,
y, hasta al freno, del pingo que desmonta,
le manea la coscoja, por el ruido…

Se aproxima hasta el quincho de la huerta
vigilando hacia el rancho que dormita,
y allí espera hasta la hora de la cita,
siempre atento al rumor de algún alerta.

Son las once -más bien medio corridas-
y la noche estival se desperesa,
en la luna grandota que bosteza
galopeando en el cielo, mal dormida…

Sonríe el gaucho feliz, y sin urgencia,
arma un “negro” de puntas hilachadas,
y ocultando el tizón echa pitadas
por matar, con el humo, la impaciencia.

Derrepente, una puerta silenciosa,
va agrandando una hendija con recelo,
y allí asoma, emponchada con su pelo,
una criolla vestida color rosa.

Tira el pucho el paisano, y de goloso,
se refriega el hocico, cual si fuera
a prenderse a un churrasco de ternera
que se está derritiendo de jugoso!

Y estirando a lo cisne los pescuezos
al toparse nomás, en cuanto apenas
se saludan, bajito, con las “Güenas…”
ya se quedan prendidos en un beso.

(Y, hasta el pingo, primero sorprendido
viendo el bulto “rosao” con extrañeza,
inclinando de apoco la cabeza
por no ver… se ha quedao entre dormido).


Versos de Pedro Boloqui

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