domingo, 22 de mayo de 2011

TATA NICA

Tata Nica era entrerriano
y había andao en las cuchiyas.
Cincuenta vacas de vientre
le había regalao Urquiza.

Un chumbo como hecho a dedo
le sumió una carretiya,
y las lanzas en el cuerpo
le araron melgas torcidas.

Viejito más embustero
nunca he topao en mi vida;
sacaban briyo sus ojos,
los yevaba a las esquinas,
cuando riyendo contaba
mientras pa’ mentir tosía:
“po aquí me dentró la mora
chiflada por garabina”.

(Y si alguno pa’ cargargarlo
le preguntaba a Don Nica
¿por donde puertió la bala
que no se le ve salida?
el viejo componía el pecho
refalando con malicia:
“yo iba pu…ntiándolos m’hijo
y mientras me divertía
la’e plomo vio el horno abierto,
tiró un colmiyo a la cincha,
y buscó luz apurada
mientras yo gané la oriya”).

Y uno de su mesma edá
que mucho lo conocía,
sabía decir qu’eran cuentos
esos de lanza y guerriyas;
qu’el chumbo era un grano malo
que supo salirle un día;
las cicatrices de chuzas
eran… de alambre de espinas
ande cayó bien pintón
cuando de un baile venía.
Era más boca que hechuras,
era más miedo que Nica.
Nunca sintió el pororó
de las doñas garabinas,
ni lo sintió a don Trabuco
toser en las escupidas.
Vacas de vientre las daba
Don Justo José de Urquiza
pero eran vacas pa’ toros
no p’andar con las gayinas.
“¡Que mienta adelante mío:
ni pa’ cebador servía!”

Juera cierto o juera falso
me gustaba el Tata Nica.
Da lo mesmo hacer un sueño
que vivirlo en esta vida.

“¡Guá mi sobrino… -empezaba-
parece que’l sandial pinta.
Hembra que tope en la güeya
debe ser siempre seguida.
(Siga la avispa en su rumbo
p’hayar la miel escondida).

“Su rebenque debe ser:
en el cabo picardía,
y en l’azotera una pluma
pa’ tratar con las gurisas.

“Si puede guardar un peso
no está demás en la vida,
que’s triste yegar a viejo
sin un hijo que sea espejo
y sin un rial pa’ comida…”

Tata Nica tenía un poncho
como carpa, yeno ‘e listas.
No le faltaba ni un diente,
y a los ochenta en la liña,
ricién el jacarandá
tuvo en la copa ceniza.

Cambió cabayo por sulky
de los noventa p’arriba,
y “El Tero”, su tranquiador,
lo acarreaba al lanciador
chiflando pa’ su guarida.

Una mañana de invierno
el sulkicito gemía,
el overito tranquiaba
y el Tata Nica dormía.

Riyendo sestió pa’ siempre
con su ponchito de listas,
y apuntando con el dedo
la chumbiada carretiya,
l’iba contando a la muerte:
“jué un chiflido ‘e garabina”.

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