De un nostálgico pasao
acoyarao al presente
como reliquia viviente
conservo un poncho rayao.
En la urdimbre y el tramao
ronda aborigen esencia,
y su íntima presencia
con fidelidad de amigo,
ha sido cálido abrigo
pa’ cobijar mi existencia.
Al final de un largo arreo
al pago chivilcoyano,
se lo compré a un artesano
descendiente ‘e Coliqueo;
el tiempo en su traqueteo
en el cuerpo le abrió heridas,
prolijamente zurcidas
por las manos de mi prienda,
viejo poncho y gaucha ofrenda
de rayas descoloridas.
Al contemplarlo recuerdo
la niñez de mis gurises,
hoy que mis cabeyos grises
me marcan el tiempo lerdo:
lo yevo en el hombro izquierdo
pa’ lucir sus condiciones,
y un relieve de festones
que imita flores de cardo,
resalta en su fondo pardo
listas bayas y marrones.
En el arrorró temprano
fue caricia arruyadora,
y fue musa inspiradora
en mis sueños de paisano;
fue como escudo en mi mano
en una acción no buscada,
fue bandera improvisada
pa’ largar una cuadrera,
y hoy es reliquia campera
de una época pasada.
Mi poncho fue tibio manto
cuando en el recao tendido,
campeaba un sueño perdido
mojao por nocturno yanto;
su boca se abrió en un canto
de paz, de amor, de armonía,
y hoy su grata compañía
de mi vida en el repecho,
tiene ganao por derecho
el honor de una poesía.
Versos de Juan Carlos Pirali
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