miércoles, 27 de mayo de 2020

MILONGA DE DOS AMIGOS QUE DEMOSTRARON SER GAUCHOS


Nolo Sbarra; Lito Olano;
el campo os rinde homenaje
y quiere que de este viaje
queda un recuerdo galano.
Nadie dirá de que en vano,
habéis mostrado la entraña
porque yo he de darme maña
para hablar de una excursión
que, de todo corazón
la considero una hazaña.

¡Grite el chajá vigilante!
¡Lance su alerta los teros!
¡Que vienen dos caballeros
la tropilla por delante…!

¡Salúdelos el juncal
inclinándose a su paso!
y en un susurrante abrazo
estréchelos el pajal.

¡Que los platee la luna
y el rocío los bautice,
y que al cruzarla se erice
el cristal de la laguna!

¡Alce vuelo el mirasol
dándoles la bienvenida!
y la perdiz, escondida,
les cante al salir el sol.

Que la menta, su fragancia,
les mande en cálida oleada
y el tropel de una manada
suene a aplauso en la distancia.

¡Muéstrenle los calzoncillos
los ñanduces gambeteando!
y háganle rueda, rumiando,
las vacas y los novillos!

¡Ábranse los nubarrones
que tapan el firmamento
y anuncie su arribo el viento
zumbando en los cañadones!...

Bien montados; primavera;
llanura verde y tendida.
¿Puede darse en esta vida
conjunción más lisonjera?

El ¡pacatá! del galope
los espíritus renueva
y el pensamiento se eleva
al más exaltado tope.

Con los caballos en fila
cruzaron por “El Venado”…
abajo: el Río Salado,
al frente: el Partido’e Pila.

Y su alegría no es poca
cuando allá en el horizonte,
divisan clarito el monte
de “San Antonio” de Rocca.

Otra vez sobre la huella
va la madrina gateada…
de nuevo la caballada
trota afanosa tras de ella.

Hay un tobiano, un picazo,
dos gateados y un overo
y un malacara estrellero
ligero como balazo.

Bien gordos están los pingos
más, no se puede pedir…
y en lo que toca a elegir
difícil hacer distingos!      

De pronto se despatarra
volcándose por entero,
aquel gateadito overo
que monta Noel Sbarra.

Por suerte, nada ocurrió
y aunque “no salió parado”
el hombre muy bien librado,
de aquel trance resultó.

Ya llegan al Camarones
no sin bastante trabajo,
porque marchan viento abajo
y hay jejenes a montones.

En casa de Bolantrade
consiguen darse un descanso
y comerse un rico ganso
que a tomar vino persuade.

Ese sol está que tuesta
pero siguen la porfía…
y al rancho de Echeverría
arriban a media siesta.

Gauchos a carta cabal
los Echeverría son.
Ambos puro corazón
y trato amable y cordial.

De allí al Puente del Ochenta
sobre el mismo Canal 9,
el galope les fue leve
según Olano me cuenta.

Ese pago es “El Sartén”
hoy estancia de Fernández
próximo a lagunas grandes
del mismo nombre también.

Muy mentada pulpería
aquella de “El Sartén” era
y posta de la galera
que de Dolores salía.

Quieren hacerlos quedar
allí, pues con gran razón,
piensan que a “La Protección”
con luz no van a llegar.

Pero ellos, ¡cabeza dura!
al rato nomás montaron
y al galope continuaron
su viaje por la llanura.

Y otra vez los cañadones
puro junco y barro blanco
los fuerzan a andar al tranco
recogiendo los talones.

En el rancho de Ceballos
cerca de una mostacilla,
detienen a la tropilla
para mudar de caballos.

Nolo agarra un tobianito
para parar muy mañero
y un lindo azulejo overo
ensilla enseguida Lito.

Crecido, según se ve
un arroyo se desliza
pero sin ninguna prisa
lo cruzan a volapié.

Llegaron a “Sermón Chico”
con el sol muy bajo ya
mientras la tropilla va
abriéndose en abanico.

Les falta aún una legua
para entrar a la “Esperanza”
y a fin de andar sin tardanza
toman de tiro la yegua.

Cerró la noche y los dos
rumbeadores sin abuela
¡se encuentran frente a la escuela
como por gracias de Dios!

A lo lejos ladra un perro…
se ve el farol de una casa
y siempre al trote acompasa
el tañido del cencerro.

“¡Cuando llegaremos! -clama
Noel un poco cansado-…
nos tenemos bien ganado
baño, cena y buena cama!

Mas no le contesta Lito
que ya dio con la tranquera
cantando una chacarera,
un triunfo o un estilito.

A camino real bien ancho
cayeron por fin los dos
saludando en alta voz
a Borges que está en su rancho.

Y tras un galope breve
y con no escasa emoción,
llegan a “La Protección”
a punto de dar las nueve.

Mucho amigos, he sentido
no haber estado yo allí,
pero un compromiso aquí
me tenía retenido…
¡Qué alegrón hubiera sido
recibirlos en la estancia!
y obrando bajo la instancia
de un afecto bien sincero,
charlar los tres el día entero
sin la menor discrepancia.

Ya puestos en ese tren,
y a puro asado y guitarra,
don Olano y don Sbarra
lo hubieran pasado bien.
En fin, amigos, ya ven…
ésa era mi intención.
Espero que otra ocasión
vuelva a guiarlos al camino
al Partido del Vecino
Estancia “La Protección”.
                           (12/12/1959)

Versos de Justo P. Sáenz (h)

lunes, 18 de mayo de 2020

BAYO


Merece un verso su pingo
por ser de pelaje “bayo”,
linda estampa, buen caballo
por eso se lo distingo,
que como el dueño no es gringo
lo tiene muy bien cuidao…
con cariño ha respetao
el lujo de cola y clina
que es tradición argentina
de un tiempo casi olvidao.

“Bayo” pelo “anaranjao”
con alguna variación      
que a veces da la impresión
de un “bayo” pelo “encerao”;
el aseo delicado
de rasqueta y de cepillo
le da un alterao brillo
que hace con el sol reflejos
y al mirarlo desde lejos
parece “bayo amarillo”.

Dejando a un lao el color
que acabo de describir
ya no puedo prescindir
de mencionar su valor…
El pingo es merecedor
como lo he dicho primero;
manso como un parejero
entendido y obediente
y ande el se caso se presente
es pronto, guapo y ligero!

Es casi cosa segura
que su original estampa
es algún aborto pampa
por sobre de la natura;
es mezcla de sangre pura
de estirpe criollo y normando
y si alguno anda dudando
de lo que hago referencia
tendrá la propia evidencia
cuando lo vea galopando.

Versos de Juan Quiroga

ASI SOY


Con medio de siglo llevando

guitarra y versos a cuesta
soy como un sol que se acuesta
pero que sigue alumbrando.
Lo que he sembrado cantando
lo recogí en emociones
y el fruto de mis canciones
son espigas de amistad
e hice un altar de humildad
en todos los corazones.

De que soy fruto maduro
mi presencia lo atestigua,
soy mojón de patria antigua
en un siglo de futuro.
Soy de estirpe de indio puro
por varias generaciones
y mis gauchas convicciones
en esta advertencia queda
que sostendré mientras pueda
afirmarme en los garrones.

Por eso al tranco de viejo
no apuro mi caminata
fuego lento no arrebata
y asa el costillar parejo.
Despacio se llega lejos…
yo cumplí con mi destino
y ya viejo yo me inclino
igual que sauce llorón,
soy los mesmo que un mojón
que está indicando el camino.

En cualquier atropellada
ni reculo ni me agacho ,
soy palenque de quebracho
que aguanta cualquier sentada.
Tengo el alma bien templada
y al que quiera esta carrera
copármela desde afuera
va este consejo entre otro:
lazo’e seis y bota’e potro
no son pa’ que use cualquiera.

Y aquí dejo la experiencia
de casi setenta inviernos
y espero el descanso eterno
sin más juez que mi conciencia.
Solo dejaré de herencia
la honradez de lo vivido
y al fin de mi recorrido
como el árbol, moriré
sin fuerza, pero de pie,
en guardia: no estoy vencido.

Versos de Juan José García

viernes, 1 de mayo de 2020

EL LOBIZÓN



(Relato Entrerriano)

Ya van pa sais meses que gané los montes
dende aquel mal día que me disgracié.
¡Jué pucha, que’es fiera la vida ‘e matrero!
Lo que se padece, yó solo lo sé.

Angustias á  bocha pa conseguir carne
aguaitando siempre la  oportunidá
de hallar un carpincho apartao del agua
o bombear con tiempo un guazubirá.

¡Si habré pasao soles, heladas y lluvias
con las pocas pilchas que de casa alcé!
No tengo tabaco. La yerba que truje
hace ya bastante que la terminé.
..................................................................

La cosa jué ansina. Yo andaba tropiando
allá por las puntas del  Mocoretá
con unos patrones que arrendaban  campo
a los Goicoechea de Puerto Yeruá.

Y volviendo un día con trescientas vacas
compradas al corte en lo de un inglés,
como a boca‘e noche llegamos a un puesto
a la entrada ‘el campo de un tal Juan Cortés.

Rodiamos la tropa. Mudamos caballo.
Encendimos juego pa cimarronear,
y yo con  los chifles trotié hasta las casa
a tráir agua y carne pa ver de cenar.

Juera el guardapatio, toda la familia
estaba riunida aguaitandomé.
¡Cha!¡Cuando mi acuerdo de esa pobre gente
por adentro el pecho siento no sé qué!

Era una señora con tres gurisitas
y el marido, un indio de bastante edá,
que en un catre ‘e tientos estaba tullido,
¡Vaya uno a saberlo porqué enfermedá!

Dentraron a hablarme, y flor de atenciones
tuvieron conmigo cuando me abajé.
Colegí enseguida que algo les pasaba,
pero, por supuesto, nada pregunté.

Un medio borrego taba acomodando
sobre el sirigote para dirme yá,
cuando la patrona, que andaba tras mío,
comenzó a decirme con gran ansiedá:

 “Fijesé, paisano, lo que nos sucede;
“esto ya no es vida a mi modo ‘e ver,
“pasan aquí cosas tan demás tremendas
“que yo le garanto no sé lo que hacer.

“De un tiempo a esta  parte, toditos los viernes
“El lobinsón sabe llegarse hasta acá.
“¡Por Dios se lo pido, no nos deje solos;
“dejuro esta noche se aparecerá!”

¿Qué quieren que hiciera? No pude negarme.
En mi china vieja al punto pensé,
y no bien cumplido mi cuarto de ronda,
de nuevo en el puesto me les presenté.

En el medio ‘el patio, bajo un espinillo,
tendí mi recado para descansar,
recién me dormía, cuando un redepente
siento que los perros dentran á torear.

Ya también los lloros oí  dentro el rancho,
con unas palabras medio los calmé,
y con “las de potro” listas en la mano,
en un par de brincos pa ajuera gané.

Clarita la noche. Mientras yo bombiaba
pa  todos los lados con prolijidá,
veo que los perros reculando aullaban
ante algo que vían en la oscuridá.

¡Mi Dios! ¡Cosa fiera había sido aquello!
cuantito lo vide, ya me persiné.
Era un bicho grande, con laya ‘e  ternero
y un hocico largo como el yacaré.

Como lista ‘e poncho se vino a toparme
con un trote ansina como el aguará.
¡Si cuantimás pienso, si cuantimás creo
qu’hice la pata ancha de casualidá!

¡La Virgen te ampare!, ricuerdo que dije,
¡Serás o nó ánima! – y ya revolié,
luciéndome tanto con las tres marías,
que del primer tiro me lo asiguré.

¡Toca! ¡Toca! ¡Toca!, le grité a los perros,
por ver si podía hacerlos cargar,
y pelando el fierro ya me le fí al humo,
porque no era el caso pa facilitar.

Como trenza de ocho rodamos po el suelo
 yo a las puñaladas y él por hacer pié,
cuando cerca de mío clamó una voz débil:
¡No me mate, amigo! ¡Por Dios, déjeme!

Jué tal la sorpresa, que perdí el resuello;
trémulo y confuso, sujeté ahi no más.
¡Al ver que aquel bulto comenzó a escurrirse
y salió un cristiano por el  lao de atrás!

Queriendo pararse, dio unos sacudones,
y aunque de ayudarlo al punto traté,
se volcó de espaldas y con un suspiró
del mundo ‘e los vivos pa siempre se  jué.
.....................................................................

Ya van pa sais meses que gané los montes
dende aquel mal día que me disgracié.
¡Jué pucha, que’es fiera la vida ‘e matrero!
Lo que se padece, yo solo lo sé.

Versos de Justo P. Sáenz (h)