Se ha levantao el
carrero
a l’auna’e la
madrugada,
y ya está la caballada
rodeando un carro
azulero,
cerca’e la rueda, el
brasero,
y en la parrilla de
alambre
queda un resto de
matambre
y lo que jue una
paleta,
salmuera, vino,
galleta
y unas costillas pa’
fiambre.
Ya los apero tendió,
comienza a’garrar
caballo,
en menos que canta un
gallo
a los diecisáis
prendió.
El último toque dio
a los recaos de
ladero,
guarda la pava, el
brasero
y el farol a kerosén
y en las palomas del
tren
cuelga el barril
aguatero.
Recoje reparo y lona
con la tapa’e los
aperos
y unos estilos
camperos
medio champurriao
entona;
toma una trago’e la
“Pamplona”,
alza pa’l perro una
liebre
y pa’ que la carne
suebre
lleva media res
colgada,
y pa’ no olvidarse
nada
revisa buche y
pesebre.
La catrera destendida
levanta abajo’e la
caja,
se apreta un poco la
faja
y va’mover enseguida;
el caballerizo cuida
unos potrillos
mamones,
que ociosos y
juguetones
no hagan daño en los
descuidos
y entre el tiraje
metidos
masquen riendas y
correones.
Y ya listo pa’ marchar
sube por la rueda
chica;
en el pescante se
ubica
y los hace emparejar;
comienza el perro a
toriar,
el varero se hace
astillas,
los laderos, de
costillas
ande los nombra el
carrero
y al mover, el
cadenero
se va hasta el suelo’e
rodillas.
Como el camino es
pesao
y va cargao hasta el
pico,
se abren como un
abanico
cuando rebolea el
trenzao.
Unos chirlos ha pegao
“apurando los
corseles”,
Se sacuden los
caireles
al cabecear del
pescante,
y canta un himno
triunfante
un coro de cascabeles.
Al llegar a la
Estación
le desprende los
laderos
y encara con los
pecheros
el terraplén del
portón.
Viene atracando al
galpón
al tranco alegre y
sereno
y cuando le gritán: “¡Güeno…!”
contra las llantas
limpitas
hacen chillar las
piedritas
las alpargatas del
freno.
Descarga y se v’a
cargar
y al caer la tardecita
va buscando una lomita
ande poder desatar.
En el eterno tranquiar
por las güeyas
desparejas,
le canta al viento sus
quejas
y ojeando un
torniquetero,
desata frente a un
potrero
ande hay güen pasto y
ovejas.
Versos de Eduardo
Andrés Gromaz