sábado, 22 de febrero de 2014

PONCHOS VIEJOS

Al rutinario trajín
le pude dar un descanso
descabezándole manso
mi apreciado sueño al fin.
Todo el andar cantarín
juntado en tiempos complejos,
se entibió entre los reflejos
que incubó el momento mío
cuando me tapé del frío
con algunos ponchos viejos.

Prendas que allí las dejé
para que siempre idolatre
el tibio nido del catre
donde orondo reposé.
Donde feliz la pasé
al volver por las auroras
en las trasnochadas horas
de los jornales ufanos
aprendí a querer las manos
de las viejas tejedoras.

A un poncho de gran valor
una historia le acredito
y el nombre de Pachequito
por su dueño el payador.
Otro de gran esplendor
de antropomorfos misterios
tiene caprichos criterios
del mundo de Tiahuanaco
y el gastado calamaco
de los incaicos imperios.

Hay un chileno que está
luciendo tiempos remotos
a ese de mis ponchos rotos
lo llamo “el Cafulcurá”.
Es el que me dio y me da
calor al sereno impío
y hacen como un desafío
sus hilos apelmazados
cuando bajan afilados
los puñales del rocío.

A un poncho inglés de vestir
hecho de fina vicuña
la envidia le refunfuña
cuando lo saco a lucir.
Es la prenda de salir
que ostento en el hombro izquierdo
y guardo como recuerdo
de la milicia famosa
la manta marrón terrosa
que me traje de recuerdo.

Se pintó de tradición
un catrielero cribado,
que tal vez fue agujereado
por los duelos a facón.
Por áhi lo chumbió un fogón
o lo chuceó alguna espina,
o cercas de cinacina
lo fue rasgando en pasadas,
o las penosas trenzadas
de las luchas argentinas.

Me falta un poncho que yo
en una fría mañana,
se lo presté a una paisana
y no me lo devolvió.
Si ese poncho se perdió
nunca será una querella,
porque al brindárselo a ella
prescindí de los agravios,
cuando me dio de sus labios
besos, amores y estrellas.

Los inviernos que pasé
leyendo poetas parejos
y allí entre mis ponchos viejos
cuantos versos borronié.
A su amparo analicé
el bohemio futuro mío,
y si al llegar al estío
son reliquias olvidadas
son cien lanzas erizadas
cuando ataca fuerte el frío.

Versos de Héctor del Valle

LAS COPAS

A la punta del corrión
manotié y puse la pata
al borde’e  l’argolla chata
de la cincha, y un tirón!
El cuero con el cinchón,
dos güeltas, que no se note,
con la mano en el cogote
pa’ montarlo lo malcorno;
baila el pabilo de adorno
marcando el compas del trote.

Cuatro tranqueras de arriba
y pa’ seis hay que bajarse,
basta algo de maña darse
por si el vecino se aviva.
La pata de güelta estriba,
se va hasta el tuse la pera.
Hay un ansia bolichera
que manda galope largo:
una semana de amargo
con el cuzco en la matera.

Imaginando el bailongo
el recao es una hamaca
que me pone y que me saca
los nervios en el mondongo.
Dentro al monte, bajo y pongo
a las patas la manea.
Boliche, linda ralea,
los pioncitos de una tropa
bajando copa tras copa
prosiando, mansa tarea.

Los codos al mostrador,
cargosiando alguna mosca,
cigarro en la mano tosca
y cumbia en el transistor.
Otra güelta!! por favor
y… termine compañero!
-Sujete que va ligero.
-Deme un gancia con limón.
(Y la noche es un montón
de silencios y de teros).

Uno ni cuenta se da
cuando el mareo le gana,
fantasiando con macanas
escondiendo la verdá.
El más allá, más acá,
lo trajeron, me parece…
el sueño, bulla que crece
y vino hasta en las bombachas,
boliche que no despacha
y lunes que no amanece.

Mediodía sin memoria
le saca el bulto al reproche
(quien sabe ayer a la noche
como terminó la historia).
Amistá, risas y euforias
son, vinacho, tus vaivenes.
El mostrador entretiene
y nos enloquece, cuando
uno se duerme soñando
con el domingo que viene.

Versos de Pablo Díaz

viernes, 21 de febrero de 2014

CIEN MENTIRAS Y DOS MUERTOS

         (relato)
1
Era yo un gurí porrudo
de unos siete años por áhi…
cuando me llevó Ño Alday
a su cueva de peludo.
Allí me crió como pudo
cuando murieron mis tatas
con todo al aire y en patas
y hasta pasaba ¡ay Jesús!,
más hambre que un avestruz
en ese rancho de latas.
2
A ese refugio ruinoso
el único que venía
de visita, noche y día
era el paisano Troncoso.
Viejo, flaco y andrajoso
de la laya de Ño Alday.
Dos muertos de hambre ¡velay!
pero pa’l trago tenían,
se mamaban y mentían
como por cinco o por sáis.
3
Oveja que manotiaban
se la llevaban pa’l rancho,
colgaban media en el gancho
y la otra media la asaban.
A mi pa’juera me echaban
hasta después de cenar,
y empezaban a chupar
una caña brasilera,
que por lo juerte y lo fiera
parecía alcohol de quemar.
4
“-Ves este facón hermano
(así empezaba Ño Alday),
se lo quité a un tal Garay
en el boliche “El Riojano”;
le di un hachazo en la mano
al trenzarnos a peliar…”
“-Cómo no me he de acordar…?
(dijo Troncoso al instante)
si eso jué tres días antes
que yo lo achuré a Gopar”.
5
“-Ansina jué, ya lo creo…
(el viejo Alday murmuraba),
ese Gopar festejaba
a la viuda’e Rivadeo,
ese guapo lungo y feo
que yo maté en Lobería”.
“-Ese sí, y al otro día
(dijo Troncoso anhelante)
yo lo maté a Bustamante
y lo enfrié, a Juan Faría”.
6
“-Ese mesmo, claro pué’
(dijo contento Ño Alday)
Jué cuando al vasco Armenday
cien hachazos le pegué’”.
“-Eso sucedió despué’
(agregó el viejo Troncoso)
que lo eliminé a Cardozo
en las esquilas aquellas
y al Negro Gabriel Centellas
lo destripé por chismoso”.
7
“-Jué dos domingos despué’
que yo lo carnié a Laprida,
y que a tuita la partida
de melicos, los pelié.”
“-Si ricuerdo, jué esa ve’
que lo garrotié a Nazario
por cuentos del Viejo Hilario
allá en aquella carrera
que lo degollé a Olivera
y lo corrí al comesario.”
8
“-¡Lo recuerdo bien clarito
como que me llamo Alday…!
si jué aquella vez, caray
que lo maté al “Chilenito”…”
“-Claro, cuando yo al ‘Piojito’
Aduvígenes Mesina,
le pegué en lo de Medina
tal planazo en la regüelta,
que l’hice pegar más vueltas
que peludo en una tina.”
9
“-Sacando justo la cuenta
(dijo Ño Alday) me parece
que yo he muerto a ciento trece
y herido a ciento cincuenta.”
“-Y yo trescientos noventa
por áhi… (agregó Troncoso);
no quiero ser mentiroso
pero en el noventa y tres,
llegaban a ciento diez
los guapos que mandé al pozo.”
10
“-Es que yo tan solo cuento
(dijo Ño Alday), solamente
los que maté últimamente
que también suman un ciento…
Los que maté el novecientos
con los que conté recién,
suman… cerca de mil cien
entre heridos y finaos,
y otros más que he despachao
que ahura no recuerdo bien”.
11
Y así una noche maldita
en que los dos bravucones
alardeaban de matones
mintiendo en forma inaudita,
de su cueva, una lauchita
como exhalación salió
y entre los viejos pasó
que bolaciaban a gusto,
y se pegaron tal susto
que Don Alday se ca… yó….
12
¡Ajá…! miér…coles… gritaron
los dos al mesmo momento,
y al pararse del asiento
con las cabezas chocaron.
Del golpe se desmayaron
y yo disparé asustao.
El rancho quedó incendiao
por la caña brasilera,
falleciendo en esa hoguera
los héroes… carbonizaos.


Versos de Mario Arnaldo Vitarella

TROPIYA'E VIEJO

Ya cansau de andar a pie
después de muchos desvelos,
aunque con variados pelos
una tropiya formé.
No digo que la entablé
porque va desparramada
mas la doy garantizada
por si a’lguno le interesa!
Tiene probada guapeza
pa’ largarse a las andadas.

Montau en “El Desengaño”
vengo arriando con esfuerzos
la tropiya de unos versos
que rejunté con los años,
muchos senderos estraños
galopando,  he conocido.
Traigo un tostao, “El Sufrido”
que viene de sangre pura
y una yegua, “La Amargura”
que pa’ madrina he’legido.

Viene un zaino, “El Soñador”
y otro overo, “El Amargau”
que lo traigo acoyarao
con un oscuro: “El Dolor”;
y el blanco, “Batayador”,
viene, pero ya cansau
de tanto que he trabajau
pa’ un estanciero rechoncho
que hasta me ha quedau el poncho
ya sin flecos y aujereau.

Y si he yegau hasta acá,
hasta su pago, aparcero
creyendo que algún potrero
por esta noche tendrá
y mañana Dios dirá
el rumbo de mi destino,
continuaré mi camino
tranquilo y reconfortau
después de haber churrasquiao
en un fogón argentino.

Y a oriyas de “La Salada”
donde verdea la gramiya
voy a soltar la tropiya
ya cansau de las andadas,
y al pastar desparramada
de lejos la oservaré
ya que nunca olvidaré
la que en tantas ocasiones
¡pese a uno y mil tropezones
nunca me dejó de a pie!


Versos de Miguel Iribarne

CALLEJÓN DE LOS CORRALES

Siete hilos de alambraos
a cada lao de la calle,
y sobresale el detalle
de que están muy bien cuidaos,
los alambres estiraos
que sostiene el esquinero,
son como cuerdas de acero
con sus bordonas prolijas
donde ajusta sus clavijas
un firme torniquetero.

Callejón bien ancho y largo,
por vos pasaba la tropa,
al grito del “¡hopa, hopa!”
de la siesta en el letargo,
quedaron como de encargo
las varillas y tranqueras,
porque vos el paso eras
para la marcha obligada,
que arreaba pa’ la tablada
tropas y tropas enteras.

Entre tus hondas cunetas
aún crecen los duraznillos,
y alzan los cardos castillos
sus espigadas siluetas,
cuántas y cuántas carretas
cruzaron esas mañanas,
que ahora evoco lejanas
en polvorientos recuerdos,
igual que los bueyes lerdos
respondiendo a las picanas.

Viejo callejón, te asomas
tras de los sauces de copas,
y allá muy lejos te topas
con el arroyo y las lomas,
después del puente retomas
tu tradicional anchura,
cruzas un campo ‘e pastura
y allá contra el horizonte,
trasponés el viejo monte
sin pederte en su espesura.

Y moría en los corrales
donde en prueba de tu arte
llegaban de todas partes
centenares de animales;
hoy crecen los pastizales
porque ya nadie te cruza,
ningún tropero te usa
y en tu tranquerón dormido,
hoy te saluda el chistido
de la nocturna lechuza.

Otro camino asfaltao
que no le teme al invierno,
más transitable y moderno,
callejón, te ha desplazao;
que solitario has quedao
sufriendo la humillación
del progreso, callejón,
donde la vista se pierde,
perdura la alfombra verde
cual puntal de tradición.

Versos de Roberto G. Morete

jueves, 20 de febrero de 2014

CAMPIANDO

1
Desde General Conesa
salgo con el pensamiento
yevando un verso a los tientos
pa’l pago’e Santa Teresa.
Perdonemé la rudeza
que tiene mi letra, hermano,
pero por más que me afano
pintarlas como a pincel,
siempre borroneo el papel
con mis mazetudas manos.
2
Pa’ decirle la verdá,
cuando mi carta reciba,
se va a estrañar que le escriba,
va ser pa’usté novedá.
Mas cuando la lea verá
-más bien dicho, habrá entendido-
que’stos versos qu’he construido
con distancia’e quince leguas,
son pa’encargarle una yegua
que hace tiempo se ha perdido.
3
Es de pelaje “alazana”,
rubia, de estreya en la frente;
tiene un andar muy paciente
y de marca, está orejana;
de pata y mano es bien sana
y media corta de paso;
pata blanca’e lao del lazo
y al darle el dato, ¡ni dudo!
que lo blanco es desde el nudo
hasta la punta del vaso.
4
De andar es media estirada,
nunca la pude arroyar,
(se sintió a descogotar
el día que fue palenquiada).
Supe tenerla cuidada,
le vi pinta’e parejera,
y aunque no es de las ligeras
como bien la he preparao
¡larga lindo de parao
y ganó algunas carreras!
5
Sabe?, la pregunta le hago
por el dato que me dieron
que anduvo un paisano arriero
con tropiya, por sus pagos;
según el puestero’e Lagos
pasó po’ayá, al aclarar,
y como sintió gritar
oservó por la ventana,
y era una yegua “alazana”
que se le quería cortar.
6
Espero que no se asombre
en lo que avisarle quiero,
pero a ese paisano arriero
yo no le conozco el nombre;
sé que’s medio malo el hombre,
siempre habla como enojao,
trateló usté con cuidao
y no se juegue la suerte,
sé que debe alguna muerte
y es bastante mal arriao.
7
Solo averiguarle quiero
porque sé que desde mozo
conocedor y curioso
jue’n el ambiente campero;
pero lo que le sugiero
que si la yega a encontrar
mejor mándemé a’visar
en el momento preciso,
no se meta en compromiso,
yo se la viá reclamar.
8
Punto final y un acento
le pongo a esta carta, hermano,
y en un saludo paisano
me despido muy atento.
Que se haye bien y contento
le deseo de corazón,
cruce toda la estensión
mi saludo hecho poesía,
sera, amigo, ¡hasta otro día
o hasta su contestación!


Versos de Agustín R. Monge

EL PAISANO BRAULIO SOSA

Un monte con ucalitos,
un ranchito con alero,
el horno, jagüel, palenque
y cerca’e la puerta, un perro.

Todo eso es lo que tiene
(y algunas cosas adentro…)
el paisano Braulio Sosa
más bien diría…¡el puestero!

Por las mañanas, temprano,
ensilla su zaino overo
y se larga para el campo
a despertar el silencio…
con un chiflido en la boca
o de no… pitando un negro.

Tiene al cuidao la majada
y un lote de toros nuevos…
y puede estar bien tranquilo
el patrón, del desempeño,
¡porque el hombre es más derecho
que’l poste de un esquinero…!

En el pago se comenta
que jué un resero’e los güenos
pero un día echó raíces…
porque una moza del pueblo
le torció el camino al hombre
de andar lo mismo que’l viento…
Y entró a amasar… barro y paja
como si fuera un hornero.
Y que justo, cuando Sosa
pensaba en el casamiento
¡la paloma hizo otra yunta
y sin destino alzó güelo!
Otro… en su caso ¡tal vez!
¡qué cosa no hubiera hecho…!
Salir a campear el rumbo,
desparramarle los sueños…
Y darle cuenta a los dos
con el filo de su acero;
o de no… gastar las horas
en un boliche del pueblo
y entregarle sus sudores
al bolsillo del pulpero…
O por áhi buscando olvido
volver a los tiempos viejos
y andar detrás de una tropa…
con vientos, con aguaceros…
ya que dicen los que saben
que pa’ curar sufrimientos
¡no hay mejor que la distancia
cuanti más largo y más lejos…!

Tal vez… alguno pensó
que’ra mejor todo eso
que la vida que aura lleva
entropillando recuerdos.

Pero él nació pa’ ser hombre
y no pa’ mascar veneno
y anda borrando a sudores
los rastros del tiempo viejo.

…que también puede la vida
(a nada que pase el tiempo)
cubrir de olvido el pasao
pa’ dir quinchando otros sueños…
total… lo que sobra es juerza
y el rancho… pa’eso está hecho!
Por eso… porque nació
para ser un hombre entero,
¡yo lo almiro a Braulio Sosa
cuando en el campo lo veo…
cumpliendo con sus deberes
montao en un zaino overo…!
¡ con un chiflido en la boca
y de no, pitando un negro…!


Versos de Víctor Abel Giménez

domingo, 16 de febrero de 2014

UNA YERRA

Pa’ divertirse en la yerra
varios vecinos han cáido
que pa’eso ya se ha tráido
la manada de la sierra.
Ya dentran a cáir por tierra
los animales primeros,
se oyen los gritos camperos
y las argollas que zumban
y en medio’el corral se tumban
vaquillonas y terneros.

De volcao, pialan algunos,
sobre’l lomo tiran otros,
pa’ dispués dejan los potros
y empiezan con los vacunos.
En los piales oportunos
van cáindo los orejanos,
sale el lazo de las manos
como delgada culebra
y la caña y la ginebra
va entonando a los paisanos.

Y de contarles no dejo
lo que pasó al mediodía
cuando la gente seguía
pialando duro y parejo:
puerta’fuera estaba un viejo
con una tremenda tranca,
le echaron una potranca
que enderezó pa’ su lao
…por no revoliar mamao
le hizo un tiro de payanca.

Buscó el hombre su acomodo
y al pasar el animal
pudo dirigir el pial
haciéndolo de tal modo
que así, mamadazo y todo,
le juntó las dos ranillas,
medio se jue de costillas
y ande’l tirón dio la yegua,
¡lo aventó como a una legua
al viejo, entre unas gramillas!

Al ver la tranquera abierta,
ya la yerra terminada,
hizo punta la manada
y empezó a ganar la puerta.
La playa quedó desierta
después del último pial;
jue su lazo cada cual
prolijamente enrollando
y una catanga zumbando
volaba sobre’l corral.

Autor desconocido


(Sospecho que estas décimas pueden ser de la autoría de Rafael Bueno. Si algún lector le conoce al autor, “¡chiflen!”)

ME GUSTA

Me gusta ver un paisano
echar un pial puerta’fuera
que barra con la clinera
cuando le juntan las manos,
y a un jinete veterano
que se siente sobre’l pial,
sin riendas y sin bozal
sobre’l bruto bien en pelo,
y que no se venga al suelo
así se parta el bagual.

Me gusta si un reservao
cuando no puede voltiar
quiere al público encarar
y un paisano bien montao,
pronto lo saque calzao
y si el peligro es al frente
le de un rumbo diferente
y le manoteé una oreja,
pa’ que no vengan con quejas
que no evitó el acidente.

Me gusta si un reservao
se le cae o se bolea,
el gaucho parador sea
y siempre salga parao,
y si de nuevo ha montao
y se sale haciendo ovillo
le haga andar fuerte el tobillo
y si se vuelve a boliar
nunca se deje apretar
como sapo en un ladrillo.

Me gusta la verdadera,
la natural jinetiada,
¡no películas pintadas
que trái la gente estranjera;
con mis paisano quisiera
juntarlo’a ver si dan algo,
ya de la vaina me salgo
por verlos, y estoy seguro:
se han de ver en más apuro
que avestruz delante’un galgo.

Versos de Libertario Blengio

viernes, 14 de febrero de 2014

HORNO

Parece un nido de hornero
que detrás de la cocina
dejó que hiciera, la china,
el amor del compañero;
en el pájaro campero
que enseña a los haraganes
halló cauce a sus afanes
en el nido que copiara
para que luego empollara
una nidada de panes!

La muchacha arremangada
se dedicó al amasijo;
todo era limpio, prolijo
como una cosa lavada:
la blanca masa empolvada
se apelota o desparrama
y ella que no se desgana
aunque dure largo rato
juega lo mismo que un gato
con un ovillo de lana!

Hasta que estuviese a punto
ya lista para cortarla
no dejaba de sobarla
en retazos o en conjunto;
lleva orgullo en el asunto
porque es todo su primor
que conserva con amor
y constituye un halago
¡las mentas que hay en el pago
que su pan es de mi flor!

Luego la corta amorosa
forma les dá con cariño
y en cada pan como un niño
en sus manos lo reposa;
atentamente la moza
que su forma compromete
dentro del horno los mete
y el calor que le depara
pone arrebol en su cara
¡lo mismo que un colorete!
                                           (1935)
 Versos de Marcelo Altuna

EL RANCHO DE LA VISIONES

En uno de esos rincones
de nuestra pampa salvaje,
como indicando un pasaje
del tiempo de los malones;
se ven dos sauces llorones
palenqueando una tranquera,
más adentro una tapera
entre espinillos y talas,
donde rondan luces malas
durante noches enteras.

Al costao de un callejón
se destacan dos ombuses
y en cada tronco dos cruces
trazadas con el facón,
hay signos de una inscripción
que a descifrar no se alcanza
y está clavada una lanza
quizás puesta con intento,
como haciendo un juramento
por justicia, o por venganza.

Se comenta en los fogones
de las estancias vecinas,
entre gauchos, y entre chinas,
el rancho de las visiones;
se hacen largas narraciones
que justifica un anciano
dicen que han visto cercano
a un corral de palo a pique,
al fantasma de un cacique
con una lanza en la mano.

Dicen que esas poblaciones
fueron una pulpería
donde la indiada vendía
el fruto de sus malones,
a un señor con más millones
que ovejas un estanciero,
que por trampear unos cueros
lo indios lo degollaron,
y con ellos se llevaron
las riquezas del pulpero.

El indio que es persistente
y en su saña es inhumano,
gritando ¡muera el cristiano!
no dejó un alma viviente;
y desde entonces la gente
vecina de aquel paraje
contempla el triste paisaje
de aquella tapera en ruina
sobre la pampa argentina
por obra de los salvajes.

Versos de Juan Quiroga

MI AMOR

(Por el día de los enamorados..., puede que a algún paisano le sirva)

¿Sabe China, que la adoro…?
¿Qué no l’he dicho… me dice…?
Prienda… no me martirice
¡si usté’s mi único tesoro!
L’he bordao con hilos de oro
en el ribete de un verso:
“mucho la quiero”, y el terso
mirar de sus mácuos ojos
me acaricia con sonrojos
mientras bajito convierso.
                                   (14/02/2014)
 Carlos Raúl Risso

jueves, 13 de febrero de 2014

MI RANCHO

Cuando levanté mi alero
hice, con leñas del monte,
mirando pa’l horizonte
la puerta con mucho esmero,
procurando que el lucero
pueda tranquilo pasar
cuando me pongo a matiar
apenas el día levanta
y el gallo a toda garganta
sabe con fuerza cantar.

Dando la espalda al pampero
un par de ventanas chicas
sin rejas, porque eso explica
que en mis pagos no hay cuatreros;
sobre una esquina el “aujero”
redondo como mis ojos,
brocal de ladrillos rojos
donde el balde se fatiga
cuando el calor me castiga
y yo de adrede lo mojo.

Al cerco que lo rodea
pa’ qué ponerle candao?
es triste sentirse atao
y que la gente lo vea,
si algún viajero se apea
hay agua, yerba y porrón,
cobija, catre, colchón,
carne en el gancho colgada
y una guitarra templada
por si anda medio tristón.

Como el techo es de totora
le dejé el tuse corrido
pa’ que lleguen y hagan nido
todas las aves cantoras,
frente a la acción destructora
del tiempo sobre las cosas
jazmines, dalias y rosas
le planté en todo el terreno,
pa’ que adornen por lo menos
la sencillez de mi choza.
  
Mi perro, por ser prudente
jamás conoció collar
aunque al sentirlo ladrar
se arrocina el más valiente;
me avisa si viene gente,
luego da vuelta y se va,
pero siempre alerta está
igual que un tigre en acecho,
celoso, porque en mi techo
encontró comida y paz.

En un rincón la herramienta
descansa bien ordenada:
rastrillos, picos y asadas
y alguna pala herrumbrienta;
a mis años la osamenta
ya no se quiere agachar,
solo trato de cuidar
lo que gané trabajando
y me entretengo arreglando
las cositas del hogar.

Mi rancho es igual que un lazo
por gaucho, sencillo y güeno,
la lluvia, el viento ni el trueno
le han hundido el espinazo.
Allí está, parece un brazo
levantao y comedido,
paisano que ande perdido
arrimese sin temor
que al rancho de un payador
siempre será bienvenido.

Versos de Juan Ramón Aristeguy