Vengo bastante inspirao
y con ganas
de versiar;
si se
ofrece, jinetiar
un potro o un
reservao.
Allá en mis
tiempos, ¡cuidao!
no he
conocido rivales,
y en las
internacionales
montaba
cualquier sotreta
y le ponía
en las paletas
mi nombre,
con iniciales.
Hoy no
puedo atestiguar,
ya mis
testigos se han muerto,
pero les
juro que es cierto,
y al ñudo
no se jurar.
Una ocasión
fui a montar
un potro
que andaba bajando
y mientras le
iba sacando
el pastito
de las muelas
se me desató
una espuela
y me la até
corcoviando.
Lo iba hachando
al compás
de la cola
a la quijada
hasta que
una sentada
se cortó
por la mitá.
Salí parao,
áhi nomás,
y no son
cuento’e novela,
se lo juro
por mi abuela
me cái al
dar unos pasos
enredao en
un pedazo
del
reservao, en la espuela.
Y en
completa libertá
monté al
cumplir los tres años.
Que no les
parezca extraño
lo hice
cara pa’tras.
Según contaba
mamá
que era un
guacho mañero,
y en esas
siestas de enero,
o a la luz
de la luna,
me le
escapa’e la cuna
pa’
jinetíar los terneros.
Una siesta
me escapé
gatiando hasta
un bebedero;
‘taba
durmiendo un ternero
Y en el
suelo lo monté.
De guacho
me tuve fe,
Era chiquito
pero agrandao.
¡Cuántos
premios he sacao
por ser
jinete y audaz!
Montaba cara
pa’tras
y con los
ojos vendao.
Discutí con
un paisano
en un
concurso de doma
y me largué’e
la maroma
con el
chupete en la mano.
En cuanto
enfiló un tubiano
puerta
afuera, como luz,
puse toda
la virtú
que de Tata
había heredao
y le cái
enhorquetao
entre el
riñón y la cruz.
¡Qué
sentada, la gran siete!
al
engancharlo al bagual,
se me desató
el pañal,
me hizo
perder el chupete;
corcoviaba,
pero al cuete,
puse toda
mi energía.
¡Qué
hachada, mama mía!
lo había
dejao embarao,
que el
tubiano colorao
se murió ese
mismo día.
Yo sé de
que están dudando,
eso es casi
seguro,
pero
paisanos, ¡les juro!
De que no
estoy bolaciando.
Yo en un
bagual corcoviando
si se
ofrece, sé escribir,
y hago muy
mal en decir
mientras le
pego po’el pico:
sumo,
resto, multiplico
y a veces…
sé dividir.
Yo no sé
jinetiar casi nada,
tengo un
hermano mejor,
hacha, que
da calor
y se
defiende en la armada;
lo he visto
en varias pialadas
descogotar
los baguales,
costumbres
tradicionales
que tuvo
desde criatura
se ataba el
brazo a la cintura
siendo un
guacho de pañales.
Según cuenta
mi abuela
el más
jodido soy yo,
que Tata,
cuando nació,
vino al
mundo con espuelas.
Y toda mi
parentela,
mis
hermanas como mamá,
montaban
cara pa’trás
hasta de
cuatro enancadas
y eran como
pegadas
en completa
libertá.
Versos de Julio
Secundino Cabezas
(Versión
tomada del libro “Gaucho Parejo”,
de 01/1959)