domingo, 22 de mayo de 2022

SERAPIO LUCERO

                    (relato)        

        Yo soy Serapio Lucero

Pión de arreo por capricho

Y en las costas del Gualicho

Tengo un ranchito campero;

Ayá la mujer que quiero

Es buena, noble, gentil,

Pero una tarde de abril

Me conchabé ayá en Conesa

Pa’ yevar  dos mil cabezas

A las sierras del Tandil.

 

Al cabo de varios días

Cumpliendo el trabajo a pleno

Con el tirador bien yeno

Para mi rancho volvía;

Era tanta la alegría

Que a mi tropiya alazana

Recién la paré en lo Arana

Donde alcé pa’ mis hijitos,

Tres o cuatro regalitos

Y un vestido pa’ Juliana.

 

Cambié cabayo y salí

Con la madrina de tiro

En un profundo suspiro

Me decía para mí:

“A gaucho que sos feliz

Y volvés tan armonioso”,

Y al arroyo caudaloso

Lo cruce del lao más ancho

Pa’ salir frente a mi rancho

Que estaba muy silencioso.


Bajé del flete silbando

Para ponerlos alerta

Pero al enfrentar la puerta

Hayé a mi mujer yorando,

A los críos apretando

Y en un yanto acongojao

Me dijo: “A Dios l’he rogao

Que yegaras enseguida

El pior momento en mi vida

Recién nomás lo he pasao”.

 

Me dijo que Juan Servando

Hijo de un vecino crioyo

Se le acercó hasta el arroyo

Cuando eya estaba lavando,

Primero le empezó hablando

De las vacas, de las crías,

Al rato con picardías

Ya la quiso manotiar.

¡Se pueden imaginar

De la intención que traía!

 

Al ver a mi compañera

En tal tristísimo estado

En busca de aquel malvado

Salí rumbo campo a fuera;

Yegué  hasta su madriguera,

Desmonté del parejero,

Bajé’l poncho, el caronero

Por lo que pucha pudiera,

Y al enfrentar la tranquera

Me eché pa’tras el sombrero.


Golpié dos veces las manos

Y apareció muy sonriente,

Haciéndose el inocente

Me dijo: “-Qué busca hermano?”

-A vos te busco paisano

Y sabés por qué razón.

Echando mano al facón

Se me vino ciegamente

Y ya lo marqué’n la frente

Por mí herido corazón.


Y... que más voy a contar

Si mi tristeza lo esplica?

Encerrao en Sierra Chica

Mi cuenta debo pagar.

Y no dejo de pensar

En mi tropiya de crioyos,

En mis pequeños pimpoyos,

En la mujer que yo quiero,

Y en el ranchito campero


Que tengo al lao del arroyo. 

Versos de Enrique Mario Cabrera

lunes, 16 de mayo de 2022

EL CANDIL

Siempre te vieron con sueño,

siempre con un parpadear,

como el que tiene al mirar

quien mira al sol con empeño.

Junto al fogón no pequeño

prodigando sus mercedes

como que todo lo puedes,

tu llama en su galopar

¡se divertía en jugar

con sombras en las paredes!

 

Cuando el baile en su apogeo

que daba cuerda la caña

rejuntaba la campaña

de una guitarra al rasgueo.

Se hacía tu parpadeo

indiferente al vistazo,

hasta que un gaucho machazo

al verte tan importuno

¡te apagó sin miedo alguno

de revés con un ponchazo!

 

La sorpresa provocada

dio tiempo al aprovechado

y en ancas del reservado

se alzó con ‘su peor es nada’.

alguien decía: “No es nada”,

otro le erró el tarascón

y atropellando al rincón

donde su prensa se hallaba,

creyendo que la abrazaba,

oyó un grito: “¡Soy varón!”

 

Después ya se hizo la calma,

volvió tu llamita a arder

y el llanto de una mujer

hacía partir el alma;

el que se llevó la palma

se alzó con la hija de aquella

y llora su mala estrella

porque aquel falso, mal hombre,

(eso a ninguno lo asombre)

¡iba a escaparse con ella!


Versos probablemente de Marcelo Altuna

miércoles, 4 de mayo de 2022

CON TROPILLA

 Con tropilla de baguales

y al trote de un redomón,

va el gaucho Cappi de León

a la estancia “Los Sauzales”.

Se pierde en los pajonales

al marchar en campo abierto,

pero con tino muy cierto

jamás erra su camino.

Es natural peregrino

que le da vida al desierto.

 

Su pinta es la tradición

llena de pilchas camperas,

en él están las taperas

y el clásico cimarrón,

es el estilo tristón

que solloza en la encordada,

es una alegre enramada

donde canta un payador,

y es trino de ruiseñor

en la fresca madrugada.

 

Sus potros a la distancia

parecen negra golilla,

que tendida en la gramilla

se agitara con constancia.

Va así, de una a otra estancia,

etapas del peregrino,

y al continuar el camino

apresa en una mirada

la pintoresca hondonada

donde lo empuja el destino.

 

Después de larga jornada,

al irse el sol ocultando,

a “Los Sauzales” va entrando

con su oscura bagualada;

lo saluda la peonada

al dejar su redomón,

luego se acerca al fogón

debajo de una enramada,

donde la gaucha peonada

hace uso del cimarrón.

                              (ca. 1938)

 Versos de: El Pialador H.