Era ‘capataz de arreo’
ese Don Mariano Soria,
tan vivo está en mi memoria
que se me hace que aún lo veo:
muy cuidadoso en su aseo,
responsable, observador,
y como un timbre de honor
o rúbrica de su mando,
del hombro le iba colgando
el cabo del arreador.
Usaba chambergo ‘e lana
la copa bombeada entera
pa’ evitar de tal manera
formar una palangana;
la corralera liviana
y el tirador muy sencillo,
marca “Arbolito” el cuchillo
que le regaló un patrón,
junto con un redomón
de los Montes del Tordillo.
Lo conocí cincuentón,
con muchas huellas trilladas,
algo triste la mirada
¡pero entero el corazón!
Por la civilización
y aunque duro de pescuezo,
como un impuesto al progreso
y a sus nuevos elementos,
la “California” en los tientos
le formaba un contrapeso.
Nunca supe de donde era.
Pa’ donde se fue…? ¿quién sabe…?
Toda la tierra le cabe
sin alambraos ni tranqueras;
no ha dejao una tapera
al irse con su tropilla,
solo quedó en la gramilla
la sombra de su elegancia
y en el aire, la arrogancia
del vuelo de su golilla.
Versos de Osvaldo Andino Álvarez
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