Viene
el lucero asomando,
juye
la luna asustada,
de
una estancia la peonada
al
fogón se va allegando.
Un
mensualito cantando
provoca
a la madrugada,
va
a buscar la caballada
que
ha hecho noche en la barranca,
y
es como sábana blanca
el
pastizal con la helada.
Más
tarde, cuando la aurora
besa
con luz la cuchilla,
arrea
un gaucho una tropilla
de
coloraos, que enamora.
Lleva
lazo, boleadoras,
bota
de potro y culero,
tabaquera
y buen yesquero
porque
es gaucho preparao
de
aquellos que en un volcao
dan
contra el suelo a un ternero.
Se
llama Antenor Maidana
el
gaucho que he mencionao,
tiene
doce coloraos
y
la madrina es tubiana.
Es
dueño de una paisana
más
hermosa que el lucero,
la
que en todo el pago entero
saben,
se cortó su pelo
para
bordarle un pañuelo
con
las palabras “Te quiero”.
Antenor
y su paisana
por
el progreso avanzao
arriaron
los coloraos
y
la madrina tubiana
pa’una
estancia muy lejana
cerca
del Cerro Nevao,
donde
un rancho han levantao
hecho
de barro y totora
donde
esperan las auroras
con
mate amargo y asao.
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