Salú,
paisano Huenchul,
que
ha de’star preocupadazo
vaya
primero, un abrazo,
más
grande que’l cielo azul.
Paso
a decirle, Saúl,
con
abultada alegría
que
de aquí en más no querría
verlo
triste y preocupau,
porque
le tengo el “gatiau”
que
se le jue’l otro día.
En
verdá, una pinturita,
hermoso
pingo el “gatiau”,
hasta
los vasos calzau
y
de orejas chiquititas,
cabeza
bien formadita
y
en las riendas obediente,
vivaracho,
inteligente…
lo
entré a una yerra el domingo
y
le aseguro, que al pingo,
le
falta hablar solamente.
Usté,
en el rastro encontrau,
notó
que no se había juido…
pero
no ha sido un bandido
el
que se lo hubo llevau…
Se
le sentó de apurau
el
chico Claudio Maciel,
al
decirle Don Fidel,
que
su madre agonizaba
y
a viva voz lo llamaba
para
despedirse de él…
En
tan grave circunstancia
de
su “gatiau” se agenciaba,
porque
su tropilla estaba
en
el puesto de la estancia;
antes
de acortar distancia,
en
su ranchada llamó,
como
usté no respondió
tal
vez, por haber salido,
el
pobre no había tenido
ni
tiempo a pedírseló…
Llegó
hasta el puesto pidiendo
que
por favor lo ayudara…
y
le ensillé el “malacara”
que
le cambié al Coti Rendo;
noté
al muchacho sufriendo
y
no es pa’ menos el caso,
se
despidió, apuradazo
y
junto con su animal
también
me dejó el bozal,
los
dos cabrestos y el lazo.
Me
dijo entre otras cuestiones
que
en cuanto pueda, realmente,
él
mismo, personalmente
le
va a dar esplicaciones.
Como
agarré vacaciones
-que
buena falta me hacía-,
saldré
de “Las 3 Marías”
con
rumbo al Río Colorau
para
llevarle el “gatiau”
que
se le jué’l otro día…
Versos
de Jorge
A. Soccodato
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