Se ve
volver al puestero,
es su
montao quien relincha,
viene con
algo a la cincha
que
pareciera es un cuero,
lo arrima
hasta el colgadero,
lo extiende
bien desde abajo
y terminando
el trabajo
saca la
armada que aprieta
dos cuartos
y una paleta
que pa’ los
perros les trajo.
Con el
caballo de tiro
silba y
camina despacio,
y la sombra
del “acacio”
a su agobio
da un respiro,
suelta el
matungo un suspiro
cuando le
baja el recao,
le da un
baño y queda atao
a la
sombra, pues conoce
que’l sol
fuerte de las doce
quema el
pelo, si ha sudao.
Da vuelta
la sudadera,
cincha y
cinchón tira encima,
y ya pa’l
rancho se arrima
donde anda
su compañera,
una mosca
en la fiambrera
la está
haciendo renegar,
pero lo ha
visto llegar
y atareada
sin embargo
le ha
ensillao el mate amargo
mientras se
va a refrescar.
El tirador
y el sombrero
cuelga
después que se lava,
y con el
mate y la pava
se sienta
bajo el alero;
del trabajo
mañanero
conversa
con su señora
que apurada
por la hora
va y viene
avivando el fuego,
y un
costillar de borrego
dentro del
horno se dora.
Se va el
calor acentuando,
el viento
se hace mezquino
y la rueda
del molino
se mueve
remoloneando;
anda un
moscardón zumbando
en la
cumbrera del rancho,
pica la
grasa del gancho
una
calandria atrevida,
y al pozo
de la bebida
se va
revolcar un chancho.
Sigue el
sol con su rutina,
reina el
silencio de a ratos,
y trajina
con los platos
la patrona
en la cocina;
un colibrí
en la glicina
hace un
alto y sigue viaje,
aletargando
el paraje
calla hasta
el monte su orquesta…
y los
duendes de la siesta
se hacen
dueños del paisaje.
(27/08/09)
Versos de Pablo L. Gallastegui
(27/08/09)
Versos de Pablo L. Gallastegui
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