Del
campo “Los Doradillos”
con
la luz de la alborada
salimos
pa’ la Tablada
con
cuatrocientos novillos.
Todos
paisanos sencillos
y
cada cual bien montao;
el
patrón, hombre mentao
y
gaucho como ninguno
enhorquetao
a un “lobuno”
nos
despidió muy confiao.
Anduvimos
más de un mes
para
terminar el viaje,
siempre
a rigor y coraje
sin
esperar un después,
y
ya que no hay dos sin tres
-como
decía el “Vasco” Aldarque-
“el
que quiera que se embarque
y
al final de la partida
verá
que pasó la vida
arriando
pa’ que otro marque”.
Andábamos
bien aviáos,
a
nadie faltaba nada,
pues
con nosotros marchaba
un
breque bien preparáo;
“el
gaucho” Rosario Aldáo
era
nuestro capataz,
hombre
muy diestro y capaz,
buen
cantor entre paisanos,
¡si
la guitarra en sus manos
parecía
sonar más!
Yo
entre tanta gente buena
me
hallaba como perdido
pero
siempre decidido…
con
el alma bien serena.
En
esa grata faena
de
andar siempre reseriando
iba
milongas trenzando
el
amargor de una pena
como
armando una cadena
para
la vida ir cuartiando.
Versos
de Pedro
Pablo Rodríguez
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