Don
Nicomedes Aldao
-buen
domador y tropero-
vistió
de blusa, culero,
y
un chiripá colorao…
De
potro -cuero sobao-
y
con delantal, las botas,
mientras
chiflaba las notas
de
imaginarias vihuelas.
Tintineaban
las espuelas
con
las rodajas grandotas.
Tranco
pausado y seguro
-siempre
de la misma suerte-
como
pa’ que hasta la muerte
lo
encontrara sin apuro…
Se
le notaba el maduro
criterio,
según el caso…
Sostenido
en el abrazo
y
en sentencias de caudillo.
Muy
baqueano en el cuchillo
y
en el manejo del lazo.
Me
decía, como prueba
de
virtud de criollo neto:
“No
es al facón el respeto,
sino
al hombre que lo lleva…”
“Mejor
que lo que se eleva
es
lo que tarda en caer…”
y,
con igual parecer,
me
dijo, para el recuadre:
“No
cualquier mujer es madre
pero
la madre es mujer”.
Por
las distintas regiones
donde
anduvo, sin descanso,
no
montó en caballo manso,
sino
en crudos redomones…
Y
por las demostraciones
que
yo contemplé a su lao,
con
lo bueno del pasao
le
dejo el verso, aparcero:
al
domador y resero
Don
Nicomedes Aldao.
Versos
de Adolfo
Fortunato Cosso
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