Ensilló un “zaino”
cacunda,
por costumbre alzó “el
marote”,
se puso un poncho
grandote
ansí medio de segunda,
y antes que’l lucero
se hunda
tiene tuito acomodao,
y en los pastos
escarchao
va dejando las pisada’
mientras le da una mirada
al fogón medio apagao.
Se llama Justino
Riales
y es puestero en “El
Rosario”,
el patrón, fuerte
empresario
dueño’e miles de
animales,
hombre de tratos
cordiales
y por tal causa y
razones
tiene confianza en sus
piones
y por lo mismo Justino,
hace años que se vino
de la estancia “Los
Mojones”.
El hombre como puestero
tiene mucho pa’ atender:
potreros que recorrer,
arreglar un esquinero,
capar un potro, un
ternero
o una vaca parteriar,
y si tiene que cueriar
lo hace con mucho
cuidao.
(no deja un cuero
rayao
por si le toca lonjiar).
Y como es organizao,
de güelta de recorrer,
tiene tiempo pa’
tender
unas trampa’en el
bañao;
-vio unos rastros que
han andao
comiendo ayá en los
unquillo’-,
prendida a unos
duraznillo’
dejó seis trampas
tendidas
pensó “¡estas son de
medida!”,
porque’l paisano no es
‘grillo’.
Llegó arriando la tropilla
justito pa’l mediodía
y en esa mañana fría
el “cacunda”
desensilla;
se revuelca en la
gramilla
el pingo ricién largao,
priende el fogón
apagao,
pone el agua a
calentar,
se sienta a
cimarroniar
mientras que se haga
el asao.
Y en esa tarde cortona
ensilló el “gatiao
overo”,
hay que cambiar de
potrero
un lote de vaquillona’;
un estilo viejo
entona,
monta y sale al
trotecito,
y en cuanto pasa un
charquito
alza un galope tendido
mientras el sol ha
querido
perderse en el
infinito.
Versos de Ángel
Feliciano Mele
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