miércoles, 2 de septiembre de 2015

POR UN AGÜELO

Sacudió la pulpería
una fiera risotada,
justo que hacía su entrada
el mozo José María;
solo quince años tenía
el pioncito de El Horcón,
quien al mirar pa’ un rincón
vido tendido en el suelo
a Don Hilario, un agüelo,
enrendao en un cinchón.

A pararse lo ayudó
con rispeto y diligente
sin detenerse en la gente
ni pensar lo que pasó;
luego al mostrador siguió,
mas le dio una sofrenada
una inmunda carcajada
que lo giró en los talones…
se escarcharon los mirones
al hallarle la mirada.

Tambaliaba aún el anciano
por un empujón grosero…
“-Al de esa hazaña, aparcero,
habría que darle la mano!”
Se le adelantó un paisano
diciendo: “-Dela mamón…”
“-No de su mesmo pezón,
yo no chupé de una fiera”;
sin más encaró pa’juera
manotiando su facón.

“-Dentre a servirse, sotreta,
que es carne de charabón,
mas no sobre en intención
que puede fruncir la jeta;
su culpa es, si no respeta,
mi palabra, lo debido;
soy el agüelo caído,
más con sesenta años menos…
Los jundamentos son güenos,
que me pruebe lo convido”.

Se le jue crudo el zafao
creyendo que era chacota,
ni la idea más remota
tenía del risultao;
pero un planazo endiablao
le hizo cambiar de opinión,
y comenzó una junción
de tan variao colorido
que en su vida el atrevido
tendría, ni por mención.

Un tajo lo había partido
la boca pa’ ahugar la risa,
luego le dio tal paliza
que el maula cayó rendido;
el mozo, como al descuido,
jue al agüelo y lo besó;
hizo sus compras, montó
y con humilde prestancia
en dirección a la estancia
al tranco se encamino…
                             (15/07/1970)
Versos de Roberto Coppari
                   (1924 – 2007)

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