domingo, 21 de agosto de 2016

PION DE FIERRO

Te veo como hace mucho
molino rodiao de quinua
y a tu música continua
me parece que la escucho.
El recuerdo es un matucho
al que hoy le suelto la rienda
y en el potrero no hay senda
que conduzca hasta vos,
por siempre juiste y sos
el boliche de la hacienda.

Te veo en esas mañanas
en que el aire no se queda
y parece que tu rueda
diera güelta con más ganas;
o en las tardes alazanas
que al cerro bañan el lomo
cuando en un tímido asomo
y en tu espejo de agua clara,
se iban a mirar la cara
las hijas del mayordomo.

Queriendo matar la sé
en algún día sereno,
después de aflojarte el freno
por un vientito rogué.
Cuántas veces me bañé
en tu líquido profundo
y pa’ gozar sin segundo
esperé que anocheciese,
pa’ que ningún o me viese
como Dios me ha echao al mundo.

Una güelta te rompiste
y, cuando bajó el solazo
bajó el flotante su brazo,
la cosa se puso triste.
Un insulto recibiste
como si el culpable jueras
de las quejas lastimeras
que se oyeron con balidos,
manotones y mugidos,
cuatro jornadas enteras.

Después vino la alegría
con un despacioso arranque,
volviste a llenar el tanque
y a trabajar noche y día.
Volvió a salir a porfía
un torrente de tu caño.
Hizo sobre el travesaño
un hornerito su casa
y otra vez pediste grasa
con un alarido extraño.

Me hacés acordar al pión,
viejo pero voluntario
trabajando sin horario
por un sueldito pobrón.
Por eso, con emoción
después de andar por la vida,
vuelvo a vos de recorrida,
el corazón fatigao,
como el pecho colorao

al charco de tu bebida.

Versos de Luis Domingo Berho

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