Cayó
la primera helada
y
es la forma de avisar,
pa’l
que quiera faturar,
que’stá
en la fecha indicada.
Dentra
cáir la paisanada
convocaos,
o por istinto;
los
cuchiyos en el cinto
guardan
los filos sin meyas;
mamajuanas
y boteyas
muestran
crioyo vino tinto.
Uno
de los dos capones
ya
cuelga del aparejo,
cayan
todos y habla el viejo
que
sabe de’stas cuestiones;
larga
un par de indicaciones
y
se mete en el galpón,
preparaos
tiene un cajón
y
algunas bolsas de sal
y
su mano sin igual
p’hacer
mondiola y jamón.
Un
grandote forcejea
con
el robusto noviyo
y
al más ducho pa’l cuchiyo
pa’
otro chancho se lo arrea;
el
fogón chisporrotea
con
l’agua pa’ las morciyas;
otro
está hachando variyas,
y
aunque le dicen: “¡Dejalo…!”
al
perro ladrón, un palo
le
rebolia en las costiyas.
La
máquina de picar
a
la mesa quedó fija
lista
pa’ darle manija
y
la choriciada armar.
Lo
güeno, hay que separar
lo
demás, se va cortando;
el
que la tripa va inflando
por
áhi rezonga y se queja
que
la sal de la madeja
dejó
su jeta picando.
Sin
pijotiar condimentos
uno
le tira de todo
y
otro le agrega a su modo
vino
y sal sin miramientos;
prueban…
y enyenan contentos
pa’
echar alguno al asao;
meten
pata, pues clavao
que
habrá larga sobremesa…
y
dispués el tinto pesa
pa’
trabajar dimasiao.
La
‘tropiya’ hace un parate,
se
come y chupa a lo grande
y
hasta que el patrón no mande
sigue
la ronda del mate;
una
yunta da combate
al
sueño que lo domina,
varios
buscan la letrina
pa’ndar
livianos la tarde
y
hay uno que ¡Dios lo guarde!...
la
gran pucha, cómo empina¡
No hay comentarios:
Publicar un comentario