Aquí
tiene el verijero
que
me dio para encabar
y
se que le va a gustar
por
lo senciyo y campero!
Le
puse bastante esmero
pa’
que me salga gauchón,
conozco
su condición
de
crioyo bien arreglao,
pa’
que esté a su mandao
y
pa’ cualquier ocasión.
La
guampa con que encabé
a
su lindo verijero
era
de un ciervo ligero
que
a campo abierto enlacé!
Una
tarde lo encontré
cuando
el bañao recorría,
al
verlo me sorprendía
y
armé el lazo de un tirón
y
al yegar al albardón
ya
en mi armada lo tenía!
Cuando
sintió el trenzao
el
ciervo se sorprendió
y
en disparada corrió
más
ligero y asustao,
y
cuando el lazo estirao
la
carrera le cortó,
un
lindo “seco” pegó
dando
en tierra la osamenta,
y
áhi nomás la cornamenta
contra
la argolla quedó.
Ansí
el ciervo descornao
se
fue juyendo en la loma
y
pa’ alcanzarlo, ¡ni en broma
era
poder agarrarlo!
Nunca
más volví a hayarlo
ni
encontré rastros de aquel.
Hoy
tengo el recuerdo fiel
de
sus cuernos afilados
pa’
hacer lindos encabados
en
homenaje a él.
Bueno
Risso, aura sabe
el
origen de “las guampas”
que
ese hijo de las pampas
me
“regaló” pa’l encabe!
Quiera
Dios que lo acompañe
este
crioyo verijero
de
hoja, marca “Matrero”,
bien
filoso y cortador,
como
su fiel servidor
amigazo
y compañero!!
Versos
de Luis
Rojo
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