viernes, 20 de diciembre de 2019

MARÍA DE PEDRO IRIARTE


(Relato)
“Una aproximación a lo anunciado en
Relato de un Mayoral, de don Justo P. Sáenz”
1
Entre el leonado matiz
de los pajonales seco,
que al aire mueven sus flecos
bajo un cielo triste y gris,
pone la lluvia el feliz
cántico de su lamento
y al paso del tiempo lento
del día de opacos reflejos,
los baguales a lo lejos
dan el anca contra el viento.
2
Hurgando en el diapasón
del alambre de siete hilos,
cifras, milongas y estilos
el viento arranca en su son;
y sobre la ondulación
que una gran cuchilla abarca,
su esbelta figura enmarca
como un faro solitario,
el viejo ombú centenario
vigilando la comarca.
3
En la gris monotonía
de aquella enorme extensión,
se alza una población
que la llaman Lobería;
más por esa cercanía
ronda el acecho el salvaje,
y en todo el ancho paraje
cada tanto los infieles,
a bolas y lanzas, crueles
tiñen de sangre el paisaje.
4
Cuentan que en el año aquel
mil ochocientos sesenta,
tras la batalla más cruenta
del blanco con el infiel,
se revelaba Catriel
y del Azul para acá,
entraban en guerra ya
por las Sierras del Tandil
las lanzas de Cañumil
y el bravo Calfucurá.
5
Iba la joven María
morena, bella y galana,
al despuntar la mañana
con rumbo a la Lobería;
con la sola compañía
de una criada y de un pión;
sobre la enorme extensión
que la cuchilla levanta,
solo la vieja volanta
cruza esa desolación.
6
María de Pedro Iriarte
es la joven estanciera,
sabe que el peligro impera
acechando en cualquier parte;
y como fiel estandarte
que se eleva en el confín,
ondea como la crin
de un potro de fina estampa,
un poncho de lana pampa
cual gallardo banderín.
7
María, joven y bella
ve de sus labios la flor
estremecerse al rubor
que eclipsa pálida estrella;
el día triste y gris no mella
la gracia de su hermosura,
y enmarcando su figura
ronda la brisa también,
contoneándole al vaivén
del mimbre de su cintura.
8
Acompañando a la hermosa
a su lado en el pescante
va la criada; a cada instante
su tierna sonrisa esboza,
joven también, buena moza
y gentil de gracia plena,
parece tan de luna llena
que irradia su gracia al coche,
y es suave como la noche…
como la noche, morena.
9
Cabalgándole a la par
en un overo castaño,
va el peón, con poncho y de paño
por si vuelve a lloviznar;
conoce bien el lugar
porque se ha criado en la zona,
y además como ambiciona
a la joven hacendosa,
le guiña un ojo a la moza
cuando no ve la patrona.
10
Luego en un monte frondoso
como de un cuarto de legua,
hacen una breve tregua
bajo de un cielo lluvioso;
hay un paso peligroso
al borde de un fachinal
y bandeando un lodazal
al final de una cuchilla,
un sendero de arenilla
que empalma al camino real.
11
Al entrar en el pantano
de aquel paso peligroso,
les tiende una cuarta el mozo
que para el caso es baquiano;
y de un pajonal cercano
atropella el malón pampa,
a la par la lluvia escampa
mientras la diosa fortuna,
ya no le da chance alguna
de escampar de aquella trampa.
12
Todo se torna sorpresa
y se escuchan sordos ruidos
de salvajes alaridos
que aquella turba encabeza;
María con gran presteza
sobre el asiento se inclina
y entre tanta tremolina
su pulso no pierde el rumbo,
cuando a un salvaje de un chumbo
baja con su carabina.
13
La invade la turbación
más su coraje no medra,
cuando una bola de piedra
arroja al suelo a su peón;
y en tremendo borbollón
de sanguinario atropello
llora María al ver aquello
cuando en acto criminal,
empuña un pampa el puñal
y pasa al peón a degüello.
14
Siente ente más luego, aterrada,
como un desmayo al instante,
cuando ve que del pescante
le arrebatan a la criada;
aunque está desesperada,
ya desgarrada su falda,         
salta a la pampa esmeralda
y hacia los montes dispara,
pero pronto un tacuara
clava la chuza en su espalda.
15
Allí comprende María
la suerte que a ella le toca,
presiente volverse loca
en triste y vana porfía;
-mátenme- con ironía
grita al borde del desmayo,
llega un pampa y de soslayo
del pescante la derriba,
para llevarla cautiva
en la cruz de su caballo.
16
Cruza una nueva mirada
y ve un cuadro que la espanta,
ha quedado la volanta
en el vado empantanada;
allá el cuerpo de la criada
del camino en un atajo,
la invade el llanto a destajo
y advierte entre su congoja,
que sobre una mancha roja
yace su peón boca abajo.
17
 De ahí en más, a su mirada
la cubre el velo del llanto,
y en la crisis del quebranto
queda inerte, desmayada…
después se aleja la indiada
por la inmensa lejanía
y al volver en sí María
casi al cerrar la oración
divisa allá en la extensión
del indio de toldería.
18
Mientras tanto Pedro Iriarte
preso de un odio que aterra,
ha revuelto cielo tierra
para hayarla en cualquier parte;
va del puesto de Oyanarte
a la estancia de Majul;
y en la posta San Raúl
se entera que Cañumil
cruzó al este del Tandil
y se perdió hacia el azul.
19
Al Ejército Argentino
llevó la denuncia Iriarte,
pero éste no tomo parte
y no le abrió ni un camino;
muy triste el hombre se vino
desde el Azul para acá,
pero sabiendo quizás
que desde el Puerto El Tuyú
y hasta el mismo Langueyú
mandaba Calfucurá.
20
Hoy no se sabe más nada
de la suerte de María;
debe de estar todavía
en los toldos de la indiada;
quien se la llevó robada
aún no se ha descubierto
fueron los mismos aciertos
que asaltaron en sus cargas
a la Galera de Vargas
de la “Estrella del Desierto”.
21
Y entre el leonado matiz
de los pajonales secos,
vuelven a flamear los flecos
y el agua canta feliz;
un cielo plomizo y gris
suelta un vapor de neblinas,
y en los cardos y glicinas
exhala el bajo y la loma
el incomparable aroma
de las pampas argentinas.
                                 (11/1991)
Versos de Roberto Gerardo Morete

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