Nolo Sbarra; Lito Olano;
el campo os rinde homenaje
y quiere que de este viaje
queda un recuerdo galano.
Nadie dirá de que en vano,
habéis mostrado la entraña
porque yo he de darme maña
para hablar de una excursión
que, de todo corazón
la considero una hazaña.
¡Grite el chajá vigilante!
¡Lance su alerta los teros!
¡Que vienen dos caballeros
la tropilla por delante…!
¡Salúdelos el juncal
inclinándose a su paso!
y en un susurrante abrazo
estréchelos el pajal.
¡Que los platee la luna
y el rocío los bautice,
y que al cruzarla se erice
el cristal de la laguna!
¡Alce vuelo el mirasol
dándoles la bienvenida!
y la perdiz, escondida,
les cante al salir el sol.
Que la menta, su fragancia,
les mande en cálida oleada
y el tropel de una manada
suene a aplauso en la distancia.
¡Muéstrenle los calzoncillos
los ñanduces gambeteando!
y háganle rueda, rumiando,
las vacas y los novillos!
¡Ábranse los nubarrones
que tapan el firmamento
y anuncie su arribo el viento
zumbando en los cañadones!...
Bien montados; primavera;
llanura verde y tendida.
¿Puede darse en esta vida
conjunción más lisonjera?
El ¡pacatá! del galope
los espíritus renueva
y el pensamiento se eleva
al más exaltado tope.
Con los caballos en fila
cruzaron por “El Venado”…
abajo: el Río Salado,
al frente: el Partido’e Pila.
Y su alegría no es poca
cuando allá en el horizonte,
divisan clarito el monte
de “San Antonio” de Rocca.
Otra vez sobre la huella
va la madrina gateada…
de nuevo la caballada
trota afanosa tras de ella.
Hay un tobiano, un picazo,
dos gateados y un overo
y un malacara estrellero
ligero como balazo.
Bien gordos están los pingos
más, no se puede pedir…
y en lo que toca a elegir
difícil
hacer distingos!
De pronto se despatarra
volcándose por entero,
aquel gateadito overo
que monta Noel Sbarra.
Por suerte, nada ocurrió
y aunque “no salió parado”
el hombre muy bien librado,
de aquel trance resultó.
Ya llegan al Camarones
no sin bastante trabajo,
porque marchan viento abajo
y hay jejenes a montones.
En casa de Bolantrade
consiguen darse un descanso
y comerse un rico ganso
que a tomar vino persuade.
Ese sol está que tuesta
pero siguen la porfía…
y al rancho de Echeverría
arriban a media siesta.
Gauchos a carta cabal
los Echeverría son.
Ambos puro corazón
y trato amable y cordial.
De allí al Puente del Ochenta
sobre el mismo Canal 9,
el galope les fue leve
según Olano me cuenta.
Ese pago es “El Sartén”
hoy estancia de Fernández
próximo a lagunas grandes
del mismo nombre también.
Muy mentada pulpería
aquella de “El Sartén” era
y posta de la galera
que de Dolores salía.
Quieren hacerlos quedar
allí, pues con gran razón,
piensan que a “La Protección”
con luz no van a llegar.
Pero ellos, ¡cabeza dura!
al rato nomás montaron
y al galope continuaron
su viaje por la llanura.
Y otra vez los cañadones
puro junco y barro blanco
los fuerzan a andar al tranco
recogiendo los talones.
En el rancho de Ceballos
cerca de una mostacilla,
detienen a la tropilla
para mudar de caballos.
Nolo agarra un tobianito
para parar muy mañero
y un lindo azulejo overo
ensilla enseguida Lito.
Crecido, según se ve
un arroyo se desliza
pero sin ninguna prisa
lo cruzan a volapié.
Llegaron a “Sermón Chico”
con el sol muy bajo ya
mientras la tropilla va
abriéndose en abanico.
Les falta aún una legua
para entrar a la “Esperanza”
y a fin de andar sin tardanza
toman de tiro la yegua.
Cerró la noche y los dos
rumbeadores sin abuela
¡se encuentran frente a la
escuela
como por gracias de Dios!
A lo lejos ladra un perro…
se ve el farol de una casa
y siempre al trote acompasa
el tañido del cencerro.
“¡Cuando llegaremos! -clama
Noel un poco cansado-…
nos tenemos bien ganado
baño, cena y buena cama!
Mas no le contesta Lito
que ya dio con la tranquera
cantando una chacarera,
un triunfo o un estilito.
A camino real bien ancho
cayeron por fin los dos
saludando en alta voz
a Borges que está en su rancho.
Y tras un galope breve
y con no escasa emoción,
llegan a “La Protección”
a punto de dar las nueve.
Mucho amigos, he sentido
no haber estado yo allí,
pero un compromiso aquí
me tenía retenido…
¡Qué alegrón hubiera sido
recibirlos en la estancia!
y obrando bajo la instancia
de un afecto bien sincero,
charlar los tres el día entero
sin la menor discrepancia.
Ya puestos en ese tren,
y a puro asado y guitarra,
don Olano y don Sbarra
lo hubieran pasado bien.
En fin, amigos, ya ven…
ésa era mi intención.
Espero que otra ocasión
vuelva a guiarlos al camino
al Partido del Vecino
Estancia “La Protección”.
(12/12/1959)
Versos de Justo P. Sáenz (h)
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