Para Rodolfo N. Kruzich, amigo y gaucho cabal
Viéndome con esta
traza
no van a creer, si me
empeño,
en decirles que fui
dueño
de una tropilla
machaza.
No fueron fletes de
raza,
pero sí, muy
guapetones;
después, por varias
razones
de mi esistencia
sencilla,
perdí mi linda
tropilla
igual que mis ilusiones!
Recuerdo que entre el
plantel
había un “overo
manchado”
que parecía pintado
por la magia de un
pincel.
Un “moro”, mansito y
fiel,
que al escuchar mi
silbido
se me acercaba el ‘bandido’
para comer, en mis
manos,
un puñadito de granos
o algún pastito
elegido!
Un “alazán pico blanco”,
que yo domé de
potrillo,
y también un “doradillo”
muy braceador en el
tranco.
Un “azulejo” lunanco,
regalo de mi tocayo;
y la figura de un “bayo”
que si tenía rienda
suelta
largaba de cara vuelta
con la ventaja de un
rayo!
Para trabajos de yerra
tenía siempre un “picazo”,
que a cada cimbrón del
lazo
más se clavaba en la
tierra…
pero el recuerdo se
aferra
a un “renegrido” de un
pelo,
que yo montaba con
celo
porque el chapeao se
lucía
igual que una platería
con fondo de terciopelo!
A la madrina “cebruna”
seguían como señuelo,
como siguen en el
cielo
las estrellas a la
luna:
la taba de la fortuna
se me dio vuelta después;
y cuando en la
esplendidez
de aquellos días me
pierdo
la tropilla del recuerdo
viene a alegrar mi
vejez!
(7/12/1947)
Versos de Domingo
F. Arietti
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