Con tropilla de baguales
y
al trote de un redomón,
va
el gaucho Cappi de León
a
la estancia “Los Sauzales”.
Se
pierde en los pajonales
al
marchar en campo abierto,
pero
con tino muy cierto
jamás
erra su camino.
Es
natural peregrino
que
le da vida al desierto.
Su
pinta es la tradición
llena
de pilchas camperas,
en
él están las taperas
y
el clásico cimarrón,
es
el estilo tristón
que
solloza en la encordada,
es
una alegre enramada
donde
canta un payador,
y
es trino de ruiseñor
en
la fresca madrugada.
Sus
potros a la distancia
parecen
negra golilla,
que
tendida en la gramilla
se
agitara con constancia.
Va
así, de una a otra estancia,
etapas
del peregrino,
y
al continuar el camino
apresa
en una mirada
la
pintoresca hondonada
donde
lo empuja el destino.
Después
de larga jornada,
al
irse el sol ocultando,
a “Los
Sauzales” va entrando
con
su oscura bagualada;
lo
saluda la peonada
al
dejar su redomón,
luego
se acerca al fogón
debajo
de una enramada,
donde
la gaucha peonada
hace
uso del cimarrón.
(ca. 1938)
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