El escenario sangriento
del campo de San Gregorio,
dejó un hecho notorio
por un encuentro violento.
En el fragor del momento
un jefe perdió el caballo
el destino dio su fallo
se le perdió a un coronel,
cuando enhorquetado en él
creía montar en un rayo.
Fue don Benito Machado
el que ha montado ese pingo,
al que le puso el distingo
brillante de su cuidado.
El animal reservado
que tenía de fina talla,
¿quién le iba a pisar la raya
sentado en su pangaré?
Si en él se jugó la fe
en más de una batalla.
Lo trajo de Lobería,
del Tamanguillú a ese flete,
lo mismo que un gallardete
flameando en su correría.
Cuando lo extravió ese día
tras envestidas certeras,
fue a parar a las colleras
de una posta, en Chascomús,
y fue cuartero de sus
postillones de galera.
Félix Ford, su propietario,
de aquellas mensajerías,
que corría en esos días
por sitios que era un calvario.
Hacía un itinerario
que habría que rendirle honores,
entre fríos y calores
dieron gran utilidad,
sirviendo a la sociedad
de Chascomús a Dolores.
Ahí le dieron a desplomo,
lo ensangrentaron los tiros,
le metieron sin respiro
hasta matarlo del lomo.
Al final quedaba como
entristecido en un dejo,
esfumado su reflejo
cuasi muerto de tan mal;
revolcado en un corral…
como un esqueleto viejo.
Versos de Héctor Del Valle
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