Sos el perfume rural
mañanero del follaje,
y el muy campero
paisaje
mirado desde un brocal;
tendida sobre el
tapial,
la madreselva olorosa;
la calandria melodiosa
que rompe al llegar al
día
con la inmensa
sinfonía
de la pampa
misteriosa.
Sos el saludo del tero
que del bañao se
levanta
cuando resoplando,
canta
en las cañas, el
pampero,
de mi rancho en el
alero
la entretejida
glicina,
y allá sobre la colina
cuando la tarde se
acuesta,
el canto que a la
floresta
da el mirlo y la
becasina.
Y por el sueño
vencida,
la torcaza arrulladora
cuando parece que
llora
por alguna pena
herida;
luz que alumbrando mi
vida,
de mi destino se adueña;
la de sonrisa
halagüeña,
que brinda, borrando
agravios,
sangre de ceibo en los
labios
porque naciste
porteña.
Sos del mate cimarrón
cuando sediento
amargueo,
la semilla del poleo
y la hojita del
cedrón;
perfumando la
extensión,
la pita y el duraznillo;
y haciendo un lazo
sencillo
como pendón
alardeando,
la cinta que está
jugando
en la crin de mi
rosillo.
Al habitante de la
provincia.
No existía la voz:
bonaerense.
No hay comentarios:
Publicar un comentario