Por esta sierra dorada
y aún en toda Olavarría,
no hay yegua como la mía
-ha dicho Pizzano Almada-.
Primorosa y bien plantada
entra en la cancha cuadrera
y en la partida primera
se oye opinar a la gente:
“Por lo guapa y diligente
hará suya la carrera”.
No pido, mas doy ventaja,
hago apuestas de mi flor
y corto a luz al mejor…
Ofrezco y nadie me ataja.
Un goloso me abaraja
tentao por lo que estoy dando,
pero sigue reclamando
usuras hasta el exceso;
la cancha, el tiro y el peso…
y en plata hay qu’irlo doblando.
Cuando esto se ha concertao
la gente está que se alegra
porque mi tordilla negra
se topa con un mentao…
Con un zaino colorao
que es guapo en Olavarría.
El dueño que de él se fía,
ofrece apuestas de a cientos
y yo le tomo quinientos
y ¡viva la yegua mía!
Salen parejos los dos
y oigo a la gente de afuera:
“¡La tordilla es una fiera
que va guiada por Dios!”
Corre el zaino de ella en pos,
más la carrera es sencilla,
la yegua al caballo humilla
y lo vence y se oye un grito
que suena hasta lo infinito:
“¡Ganó lejos la tordilla!”
Don Germán Pizzano Almada,
gaucho flor de la calera,
le da gloria verdadera
su yegua bien afamada.
Téngala fina y cuidada,
como Usté lo sabe hacer,
porque puede suceder
que le caiga algún tapao
y por falta de cuidao
deba la yegua perder.
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